-¿Excepto quién?
-Matías. –Le respondió Daniel.
-¿Y él es…?
-Tú lo conoces, estaba esta mañana en tu casa.
Ale fue hacia el pasado, aguantando el dolor que le provocó ver a Eduardo a su lado sonriéndole, y trató de recordar quienes habían sido los que habían ido a su casa esa mañana con Laura.
De primera Laura misma, obvio, y también Daniel y Osvaldo, y ahí estaba el personaje que ella no conocía, ése debía ser Matías. Asintió muy notoriamente.
-¿Lo recuerdas? –preguntó Daniel mirando el contador de pisos que ya iba en el piso 13.
-Claro… y… ¿Él lo conoce? Al jefe, quiero decir.
-Sí, es del único, que yo sé, que sabe perfectamente quién es y qué pretende con nosotros.
-Mm, -reflexionó Ale.
-¿Qué pasa? –preguntó Daniel.
-Nada, pero me preguntaba porqué todo el mundo le tiene miedo si nadie lo ha visto jamás. No entiendo.
Ale no alcanzó a recibir una respuesta a su pensamiento, pues las puertas del ascensor se abrieron dejando ante ellos una recepción muy bien iluminada, llena de personas. Ale se encogió y se quedó atrás de Daniel mientras él caminaba hasta el mostrador. Todo el mundo la observaba, y Ale se sorprendió mucho de ver demasiados jóvenes que ni siquiera tenían la mayoría de edad, aunque si ella no hubiera sabido que se utilizaba gente joven para esta asociación nunca hubiera sospechado que los chicos eran menores de edad pues a simple vista parecían jóvenes, sí, pero la experiencia estaba reflejada claramente en sus rostros.
-Sofía, dime dónde está Matías. –Oyó que ordenaba Daniel a la chica que estaba detrás del mostrador. Ale la miró. La chica no debía tener más de 16 años y eso, era de pelo largo café y de ojos muy claros. Asintió con la cabeza y se puso a teclear mirando fijamente la pantalla del ordenador que tenía frente a ella. En eso sintió que Daniel se ponía muy rígido y levantó la vista.
El tipo que se hacía llamar Matías venía directamente a ellos. Y no venía solo.
Ale se tapó la boca antes de que un grito saliera de la misma. Matías venía con Estheffi del brazo, y la chica no parecía muy contenta que digamos, más bien estaba con rabia y un poco de miedo. Ale asintió recordando cómo Eduardo había sabido que la española no había subido al avión.
Así que aquí la trajeron, se dijo Ale.
La pobre debe estar más que asustada, añadió con pena.
El chico llamado Matías se detuvo frente a Daniel y lo miró muy extrañado, pasando sus ojos de él a ella.
-¿No ibas por la loca? –le preguntó. Daniel le sonrió.
-Ya sabes, prefiero la asociación primero, creo que tenías razón con lo que me dijiste hace un rato.
-Bien, -dijo Matías y le palmeó el hombro. –Veo que conseguiste algo muy bueno. –Y Ale sintió cómo ambos la miraban, pero a ella no le importó demasiado, confiaba en lo que le había dicho Daniel, todo era un juego para salvar a Laura y a Eduardo. Levantó la vista y se encontró con la de Estheffi.
-¿Y Eduardo? –inquirió Estheffi.
Ale se limitó a subir los hombros, pues aunque supiera que Eduardo estaba en el mismo edificio que ellas no iba a decirlo frente a Matías. Daniel la alejó un poco de ellos y la acercó a él.
-¿Y… alguna novedad? –preguntó.
En ese momento Ale vio que venía hacia ellos una chica de mediana estatura, con la ira marcada en su semblante, directo hacia Matías. La chica se detuvo casi al llegar a ellos como si recién se diera cuenta de que ella y Daniel también estaban ahí.
-¿Camila? –oyó que Daniel preguntaba apenas, estaba muy sorprendido de verla allí, y eso se notaba a leguas.
-Complicaciones –escuchó Ale que Matías susurraba.
Se volvió a mirarlo y he aquí que el tipo estaba realmente nervioso. Se mordía el labio inferior, los pies se le movían con muchas ganas de salir corriendo y apretaba a Estheffi del brazo, la chica lo tenía medio morado y a Ale le dio un poco de cosita, o sea, ella en esa situación ya habría estado quejándose por el dolor, pero Estheffi aguantaba valientemente lo que Matías le estaba haciendo y estaba más concentrada en lo que Daniel decía. Ale se volvió a él y lo vio hablando con la chica recién llegada.
-¡¿Cómo?! –exclamó Daniel. -¿Laura n lo llamó?
-¿A quien llamó? –Preguntó Ale a su vez. Ambos, Daniel y Camila la miraron.
-Laura llamó a mi primo para que buscara a Estheffi. –Le respondió Camila casi con desprecio.
-Ah –dijo Ale. –así veo…
-Camila vámonos –dijo Matías tan bajo como si estuvieran en una habitación de hospital.
Ale, Daniel, Camila y Estheffi lo miraron. Matías tenía la cara congestionada, no sabía si acerca del calor –que no había –o, de lo que parecía más acertado, del miedo. Daniel se acercó a él.
-¿Matías pasa algo? –inquirió con tono preocupado.
Ale, en ese instante, reparó en que había un chico parado detrás de Camila que no estaba cerca ni por asomo, pero al que ella conocía muy bien.
-¿Qué hace Osvaldo aquí? –preguntó.
Eduardo frunció las cejas. Las cosas no deberían ir así. Todo tendría que haber sido más rápido, más efectivo, pero ahí yacía él y Laura sin nadie, en una habitación con una puerta y una minúscula ventana que apenas dejaba entrar aire, un sillón solitario y una mesa. No entendía qué era lo que esperaban, tal vez ese jefe supremo del que tanto había oído no se encontraba, por que eso sí, él estaba seguro de que ese misterioso jefe querría hablar personalmente con él dado su actual estado de cautiverio. Ya le habían dicho que ese señor, o lo que fuese, lo quería a él y a nadie más de la O.S.A.I., puesto que Eduardo era unos de los más inteligentes agentes de la organización y eso a la sociedad no le convenía para nada. Decirle a Ale que lo perseguían por dinero robado había sido una mentirilla blanca para cubrir el verdadero motivo de que lo acosaran. Ocultarle que su padre apenas podía levantarse de la cama, también. Era muy buena idea tener que encontrarse con el cerebro de la S.S.J. ahora que podía, así le darían las explicaciones a las miles de preguntas que él tenía en su mente: ¿Por qué Aníbal? ¿Por qué hacerle creer a Daniel que él había matado a su hermano? ¿Por qué perseguirlo de esa manera sólo para conseguirlo a él? ¿Por qué haber dejado a su padre prácticamente como vegetal? ¿Por qué?
Suspiró. No era el mejor momento para ponerse a pensar en las cosas malas que le habían pasado desde que se metió con Estheffi. Además eso lo hacía sentirse más mal respecto a Ale. Oh, si por lo menos no la hubiera involucrado en esto, si no la hubiera visto ese día en el casino, si no le hubiera hablado, si no la hubiera pescado para nada, si no la quisiera tanto como ahora, si no estuviera preocupado como un loco por ella, si no…
Basta, se regañó,
ella está bien, la dejé sola, pero bien. Es inteligente, sabrá qué hacer… Le dieron ganas de llorar y se le hizo un nudo en la garganta que le dolió. Pero se aguantó. Tenía cosas en las que pensar y una de esas era cómo hacer para sacar a Laura de ahí. Por que tenía que hacerlo. Bien, la tipa, podía ser una psicópata o payasa a veces, pero era la amiga de Ale y eso lo hacía tener la obligación de sacarla con vida. Pero la chica esta había dado un nombre falso y por lo mismo, la creían miembro de la O.S.A.I., lo que era menos que improbable.
Se giró para mirarla y la vio moviendo la boca, sentada en un sofá, abrazándose las piernas. Parecía cantar o algo. Prefirió dejarla así, en ese estado de sopor. No molestaba a nadie, y él lo que prefería en esos momentos era no ser molestado ni hablar ni nada, sólo pensar en la muy improbable manera de salir de allí. Así que la dejó como estaba.
Comenzó a caminar de un lado para otro, tratando de encontrar la respuesta a qué hacía ahí todavía, puesto que ya había pasado más de media hora y nada de nada. Pensaba que los iban a lastimar o algo, pero los tipos apenas entraron los dejaron a cargo de otros que los condujeron aquí, a este especie de celda, pues de celda no tenía nada, al contrario, más parecía una sala, tenía unos sillones, pero muy poca luz, y apenas se podían ver unos a otros. Miró hacia la puerta. Ni un solo atisbo de que algo pasara afuera y eso lo ponía extremadamente nervioso.
-¿Pasa algo? –escuchó que Laura le preguntaba desde el lugar en el que estaba.
-No nada –le mintió él. Laura hizo una mueca.
-Claro, y como yo soy tan re tonta te voy a creer. Anda, dime.
-No pasa nada Laura. Nada que quieras saber… -añadió Eduardo.
-Mm, creo que ya sé un poco mucho, así que no te cuesta nada contarme las cosas, ¿no crees? –Laura se levantó y se acercó a él.
-Laura por favor, es mejor que no sepas nada, así si ten preguntan no vas a tener qué responder y te dejaran libre.
-O, muy por el contrario, como no sé nada, me ven inservible y me matan de una.