lunes, mayo 18, 2009

Capítulo XVII. Parte 2.

Eduardo se acercó a Laura y le tomó de la mano. Laura casi salta de la impresión pero no dijo nada, sólo se limitó a mirarlo.
-Eres la mejor amiga de la mujer a quien más quiero en estos momentos. Te juro que no dejaré que te suceda nada… -le prometió e n un susurro. Laura asintió.
-Yo trataré de no ser un estorbo –prometió ella a su vez… -y gracias…
-No hablen y caminen –ordenó el tipo que no era Ismael.
Laura instintivamente miró en la dirección del policía que minutos antes le había advertido de lo que ellos no podían hacer. La mirada del policía lo corroboraba. Asintió cuando él se despidió de ella con apenas un gesto en las cejas. Ahora sí que las cosas iban a tomar el rumbo definitivo. Ya nada se podía hacer. Las cosas estaban, ahora, en manos de gente a la que ella no conocía. De personas obsesionadas con el poder. De individuos que jugaban a ser Dios.
Con la cabeza gacha siguió la ruta que Ismael iba marcando para ellos. Salieron del tumulto de gente que aún estaba allí mirando, como si supieran lo que de verdad pasa, pensó ella con rabia, preocupados por saber de primera fuente lo que sucedió y nosotros sin saber si vivimos o morimos. Sacudió la cabeza tratando de eliminar esos pensamientos, ya que semanas antes ella era también una persona que no sabía nada de esto. Cálmate, rogó a su estado de ánimo, todo va a pasar, vas a salir de esta de una pieza, nada más…
Levantó la vista cuando Eduardo se detuvo, aún con su mano fuertemente aferrada a la de ella, frente a una especie de camión. Ismael le hablaba al tipo que estaba al volante mientras el otro, abría la puerta y les señalaba que subieran a la parte trasera del camión.
Laura siempre obsesionada con los tipos de autos no pudo identificar que clase era, pero sabía que era una especie de ambulancia, o sea, tenía todo el aspecto de ser una ambulancia, pero Eduardo y ella sabían que no era así. Este camión los llevaría, ya sea, al último lugar que como vivos verían, o al lugar del exterminio de toda esta basura.
Eduardo le ayudó a subir primero y luego él, muy despacio, tomó asiento junto a ella. Ismael se sentó al lado del conductor mientras el otro tipo lo hacía frente a ellos dos. Laura se fijó en que la parte de atrás del camión llevaba vidrio por lo que podía perfectamente ver hacia donde se dirigían. Eduardo la miró frunciendo el cejo cuando ella tragó saliva compulsivamente.
-¿Pasa algo? –musitó él lo más despacio que podía. Aún así el tipo frente a ellos los miró con atención.
-Es Daniel… -murmuró ella levantando la mano libre y apuntando hacia la ventana.
Ambos hombres miraron rápidamente por la misma sin encontrar nada. Eduardo se volvió a ella con los ojos entrecerrados.
-¿Lau…Sandra? –corrigió rápidamente.
-Oh, -respondió Laura volviendo a su posición original, -me equivoqué…
Casi se pone a llorar. Estaba segura de haber visto a Daniel caminado en esa dirección, estaba segura de que lo había visto, pero nadie más lo vio a él. ¿Había sido su imaginación? Por que si así había sido, debía tener una mente muy mala para hacerle pasar ese rato. Lo único que ella quería en esos momentos era correr y abrazarlo. Aspirar ese olor que la podía hacer olvidar de lo mal que la estaba pasando y alejarse se allí… Que Daniel se la llevara lejos y no saber nada más ni de agencias terroríficas ni de asesinatos… quería paz. Y estaba segura de estar muy lejos de conseguirla.



Daniel se fijó en la ambulancia que no tenía la sirena corriendo. Sabía que allí pasaba algo, pero de ninguna manera lo compartiría con Ale. La desconfianza era su fiel amiga. No iba a decirle lo que pensaba hacer, no habían hablado en el auto, menos iban a hacerlo ahora.
-Oye… ¿Vamos a quedarnos así toda la noche? –escuchó que le preguntaba.
Se volvió lentamente a ella conteniendo las ganas de meterla en el maletero y llevarla a la S.S.J. para así hacer sufrir un poquito al idiota de Eduardo.
-No –respondió. –Vamos a registrar el área y luego si no la encontramos le preguntamos a algún policía.
-¿Policía? –inquirió ella agarrándose las manos. -¿No se supones que ustedes son medios ilegales?
Daniel apretó los puños y le sonrió.
-Ellos no saben. No hagas más preguntas. –Agregó.
Iba a colapsar. La preocupación y la compañía de esta chica iban a fundirle el cerebro. Miró a su alrededor enfocando la vista en los lugares más oscuros por si encontraba a Laura. Nada. No había ni una pista de nada. Observó a la ambulancia nuevamente con más atención y sufrió una especie de malestar en todo el cuerpo.
Conocía muy bien esa marca en la parte baja, al un lado de la patente: D.T.A.
-¡Demonios! –masculló con frustración.
Se había olvidado completamente de que ésta era el área en donde habían capturado a Eduardo. Y obviamente, con lo curiosa que era Laura ahí debía de andar metida.
-No, -murmuró agarrándose la cabeza con ambas manos. –No, ella no… no allí… -decía con la mandíbula apretada mientras veía a la ambulancia alejarse rápidamente del lugar.
-¿Pasa algo? –oyó que Ale le preguntaba a su lado.
-Entra al auto –fue lo único que le contestó.
Él también se apresuró a volver al Mustang. Casi corrió y le fastidió mucho la lentitud con la que caminaba Ale. A este paso era muy posible que cuando llegarán a la sociedad no quedara nada de Belén.
Cuando por fin Ale se dignó a subir al auto lo arrancó al momento y no espero si quiera a que ella se abrochara el cinturón, lo que, parecía, le costaba un montón.
-¿Dónde vamos? –preguntó ella.
Otra vez con las preguntas, se quejó, tú limítate a seguirme porque por culpa de tu adorado novio Laura está en problemas. La miró con furia, pero ella apenas ni se dio por aludida.
-¿Dónde vamos? –volvió a preguntar ella. Daniel le sonrió malévolamente.
-A matar a Eduardo.
Oyó, con mucha satisfacción cómo la chica se atragantaba y gemía de espanto.
-No… -musitó ella, -no puedes…
-Claro que puedo, el muy desgraciado acaba de mandar a tu mejor amiga a la boca de los leones…
-No… -volvió a decir ella apenas.
-¿No? –Inquirió Daniel con ironía -¿Ves esa ambulancia adelante? –no esperó a ver si asentía y continuó hablando –pues bien. Allí está tu querido Eduardo y de seguro que también está Laura allí.
-No… tú no sabes…
-Oh, sí. Lo sé muy bien.
Daniel apretó el acelerador mientras buscaba su celular en su bolsillo. Estaba tan nervioso con lo que podía pasarle a Laura y tan enojado por el rumbo que habían tomado las cosas que la búsqueda del simple celular le resultaba un trabajo de titanes.
Cuando por fin lo encontró marcó el número 1 y esperó a que el marcado directo hiciera efecto.
-¿Aló? –contestó una voz masculina del otro lado de la línea.
-Matías, hazme un favor. –pidió él de forma muy desesperada. Ale lo miró al escuchar ese tono en la voz de Daniel. Escuchó como la voz que procedía del celular se reía.
-¿Me pides un favor a mí? No seas patudo, después de que te fuiste y nos dejaste… no creo que estés en condiciones de pedir nada.
-Matías, esto es importante.
-Sí es acerca de la loca de tu “amiguita” olvídalo.
-Matías… - imploró Daniel muy bajito. –Por favor…
-Adiós Daniel.
Clic.

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