Laura cerró los ojos tratando de imaginarse en su casa, viendo TV o tal vez tocando guitarra con sus hermanas, pero el ruido de la supuesta ambulancia no la dejaba concentrarse. Tenía una mano en la sien de la cabeza, pues ésta le había comenzado a doler no hacía mucho, y la otra fuertemente agarrada a la de Eduardo. No quería siquiera pensar en lo que le harían o en lo que les pasaría de ahora en adelante. No quería pensar en lo absoluto. Las ideas que la abordaban no eran muy alentadoras que digamos y ella no tenía la menor intención de presenciar su muerte antes de tiempo en su mente.
-Ya vamos a llegar –oyó que Eduardo le susurraba al oído.
Se tensó al momento. No quería llegar allí, pensaba que tal vez Daniel no iba a estar, pues como la había ido a buscar no estaría en la sociedad en estos momentos y ella, ahora sí, estaba desamparada. Bueno, no totalmente, Eduardo le había prometido que la cuidaría, pero ella hubiera esperado que Daniel cumpliera ese papel. Y le daba una lata enorme tener que ser a carga de Eduardo. Espero que Ale me perdone por no poder salvarlo… pero le era imposible pensar en salvarlo, o sea, como estaban las cosas… no podía pensar en algo bueno en estos momentos y menos en la posibilidad de salvarlo… o salvarse y no podía, tampoco, pensar en lo que iba a pasarles. El miedo estaba haciendo mella en ella y comenzó a marearse.
-¿Lau...Sandra? –preguntó preocupado Eduardo levantándole la cara para mirarla.
Laura le sonrió con una cara digna de un borracho cualquiera.
-Estoy bien –le dijo. Eduardo enarcó las cejas.
-¿Bien dices? Estás loca.
-Bueno, no eres el primero en decírmelo.
-Ese no es le punto. ¿Te sientes mal?
-No, cómo se te ocurre, están a punto de matarme, eso me da ánimos.
La ironía a penas le salía. Eduardo bufó por como Laura le estaba respondiendo.
-Estoy hablando en serio. –Le dijo.
-Yo no, no quiero… -le respondió ella y agachó la cabeza.
Si ella hablaba en serio no sabía qué consecuencias sufriría después, no quería imaginarse en lo que estaban y prefería pensar con humor.
-Cállense –ordenó el tipo que estaba con ellos. Laura levantó la cabeza y lo miró.
-Ahora recuerdo –dijo en susurros, el tipo entrecerró los ojos –tú y el otro demente quieren deshacerse de Eduardo… debí suponerlo.
El tipo y Eduardo se miraron. Al primero no el sorprendió mucho la acusación de la chica pues sabía que trabajaba para la misma organización que Eduardo, la O.S.A.I., pero al segundo le sorprendió muchísimo que Laura supiera algo así, dado que Ale apenas se había enterado la noche anterior. No era nada lógico que ella lo supiera.
-¿Cómo sabes eso? –murmuró Eduardo al oído de Laura. Ella frunció los labios sin ninguna gana de hacer a su cerebro trabajar para recordar como lo sabía.
-Eh, un amigo… -dijo asintiendo como un borracho, -además da lo mismo. Hoy todos moriremos… Menos Ale que debe estar bien…
-Ale, -dijo el tipo malo frente a ellos. Eduardo se envaró y lo miró desafiante. –Me cayó bien la chica, -continuó como reflexionando para sí –un poco chillona, pero bien. Lástima que se quedará sin su lindo Eduardo… -terminó burlándose.
Laura sintió cómo Eduardo le pasaba un brazo por detrás de la espalda y la estrechaba con fuerza.
-Ah, veo… la cambiaste por esta otra… -dijo el tipo asintiendo con una sonrisa.
Laura alzó un poco la vista y se fijó en que Eduardo se aguantaba las ganas de propinarle un golpe al tipo, que bien se lo merecía, sólo por que no quería causar más problemas. Tal vez ya tuviera alguna forma de escapar en su mente y una pelea ensombrecería todo lo planeado, o tal vez, lo hacía de caballero que era, o porque si había algún conflicto ella podía salir mal parada… no sabía porqué él no le daba una buena patada en la cara, puesto que ella ya tenía mil ganas de hacerlo, pero en su actual estado apenas si podía escuchar bien lo que se estaba hablando, levantarse ni loca. Sintió cómo la ambulancia entraba a un lugar al pasar por un lomo de toro. Con miedo pudo reconocer fácilmente el lugar por las ventanas traseras de la ambulancia. Había pasado la noche anterior dentro de este terrorífico edificio, nunca pensó en volver tan pronto y se le revolvió el estómago de puro miedo. Calma Laura, calma, se dijo. Pero no podía, aunque lo pensara mil veces, aunque supiera que Daniel podría llegar a salvarla, aunque reconociera que si se moría iría al cielo, no podía estar calmada. Tenía que haber alguna salida a todo esto. Quizá podría llamar a Daniel mientras nadie la miraba, aunque le parecía menos que surrealista poder lograrlo, pero intentando no perdía nada.
Disimulando, hizo como que le picaba algo y buscó su teléfono celular. Entrecerró los ojos cuando no lo sintió en su bolsillo. Casi se espanta al no sentirlo por ningún lado. Su celular había desaparecido. Ahora ni siquiera Daniel podría llamarla porque la muy bruta lo perdió. Idiota, se dijo a sí misma.
Oyó que la puerta trasera de la ambulancia se abría, Eduardo a su lado se envaró.
-Hora de bajarse –dijo Ismael desde el asiento delantero, de donde él comenzó, también, a bajarse de la ambulancia.
A su lado Eduardo hizo el ademán de levantarse pero ella lo retuvo.
-¿Sandra? –inquirió él bajando la mirada hasta encontrarse con la de ella.
-No puedo moverme –le dijo Laura. Y era cierto, apenas sentía las piernas.
-Vamos –le convino él. –Sé que puedes, eres fuerte.
-No sé si tanto… -admitió ella. Eduardo levantó la vista y miró al tipo que estaba frente a él, el cual los miraba sin ningún atisbo de sentimiento alguno. Una cara sin expresión.
-No te voy a cargar. –Le dijo Eduardo.
-No… ¿Quieres morir antes de tiempo? -le respondió ella tratando de contener la risa. Obviamente no había pensado en la posibilidad de eso. Eduardo también formó una sonrisa.
-Vamos Sandra.
Laura respiró hondo, y apoyándose con ambas manos sobre los hombros de Eduardo trató de levantarse. Lo hizo. Apenas y con mucho dolor en las piernas, pero se levantó.
Eduardo le dio la mano y él bajó primero para ayudarle a ella a hacer lo mismo.
Mi amiga se encontró el medio partido… pensó con envidia, Daniel ni si quiera se bajaría, estoy segura que con una patada ya me mandaría al suelo. Y por su culpa estoy aquí.
-No seas así de dura, -le dijo Eduardo. Laura levantó la vista cuando apenas había tocado le suelo al bajar. –No sabes en qué está metido él.
-¿De verdad que no lees las mentes? –le preguntó ella. Eduardo bufó divertido.
-Hablas tan alto que de seguro él también está escuchando.
-Silencio, ambos.
-Oiga –se dio vuelta Laura, quien estaba un poco choreada con la actitud del tipo. –Estamos hablando, ¿también nos cortarán la lengua?
-Buena idea, lo tendré en cuenta –le respondió el tipo. Laura apretó los puños, pero sintiendo la mano de Eduardo sobre su hombro se contuvo. Él también lo había hecho, ahora le tocaba a ella contenerse.
Eduardo la empujó levemente para caminar y adentrarse en el horrible edificio. Todo estaba a punto de terminar, y bueno, ella se metió y nadie la había obligado, por lo que ahora asumía completamente su responsabilidad. No haría nada, no trataría de escapar, más que mal, era menos que imposible. Cerró los ojos y se acercó más a Eduardo. No tenía más compañía que la de esa persona. Ya no tenía nada más.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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