-Y bueno… esta es mi casa.
Ale entró seguida de Eduardo y Estheffi. Se sentía completamente insegura respecto a lo que había hecho, pero no tenía nada más que hacer. Eduardo le había dejado bien claro que no la iba a dejar sola por nada del mundo y ella –se sintió completamente feliz –pensó que era el colmo de la inseguridad. Pero cómo negarse después de ese beso que la dejó poco más que en Plutón. Es que este Eduardo sabía las armas que tenía y las usaba con todo el poder sobre ella. Eso no era justo. ¿Y ella qué tenía? Una impactante forma de explicar las cosas para que te suenen más enredadas y las manos más blandas que alguien hubiera tenido en la vida. Ay de mí… se quejó cuando vio cómo él se sentaba en el sofá frente a la televisión apagada. Es tan lindo, pero… dudó al ver a la española sentarse a su lado. Eduardo no la echó ni nada por el estilo, pero la miró y le sonrió. Y él jura que me calmo…
-¿A qué hora va a llegar Laura? –preguntó Estheffi cruzando las piernas.
-No sé. Me dijo que venía, pero no a qué hora.
-Vale.
Ale fue a la cocina y pasó por la puerta del baño. Una ducha no le venía nada de mal, pero no quería dejar a Eduardo solo con la española esa. O sea, eso no se discutía.
Volvió al living sin saber exactamente lo que tenía que hacer y se quedó parada. Eduardo la miró.
-¿Pasa algo?
-Nada especial. –le respondió levantando los hombros con un ánimo de koala.
-A ver, -Eduardo se levantó y fue hacia ella. Ale era perfectamente conciente de que Estheffi no le sacaba los ojos de encima -¿me irás a decir alguna vez qué es lo que realmente te pasa?
Se había acercado a ella y le había tomado la cintura. En eso el hermano chico de Ale bajó las escaleras y se quedó parado justo antes de tocar el suelo.
-Eh… Hola.
-¡Islen! –Ale fue donde su hermano -¿estás solo?
-Creo… pero…
-¿Pero qué?
-Pero veo que tú no.
-Ah –fue lo único que respondió. Con escalofríos sintió la mano de Eduardo deslizarse nuevamente por su cintura y apoyar la barbilla en su hombro.
-¿Cómo te va? –saludó al hermano de ella. Islen lo miró sin expresión y luego como quien no quiere la cosa le sonrió.
-Bien supongo.
-Islen, ellos se van a quedar acá.-Le informó Ale a su hermano.
-¿A tomar té?
-A dormir –dijo Eduardo. Ale le pegó un codazo suave que Islen notó.
-¿Mi mamá sabe? –preguntó alzando la vista y mirándola de reojo.
-Eh… no. Pero no tiene porqué enterarse, ¿cierto?
-Mmm. –Fue lo único que dijo. Entonces se dio la vuelta y volvió a subir.
Ale se giró hacia Eduardo y colocando ambas manos en su cintura lo miró irritada.
-¿¡Por qué le dijiste que se quedaban a dormir?!
-Es la verdad Ale.
-Si, pero no así… tan de sopetón.
-¿Cómo entones? Oye sabes que mi novio y su amiga se quedarán a dormir porque unos asesinos nos persiguen… ¿así? –Ale se mordió el labio inferior.
-No. Tampoco así.
-¿Cómo?
-No sé, a lo mejor ni siquiera le hubiera dicho. Pasa encerrado en su habitación así que probablemente no se hubiera dado ni cuenta.
-Bueno… -le dijo Eduardo con una sonrisa inocente –a lo hecho pecho –Ale bufó.
-Claro… -Eduardo la abrazó y le besó en los labios.
-Te quiero.
-Y yo a ti, pero eso no te permi—
Eduardo la calló con el dedo índice cuando oyó que un auto aparcaba fuera de la casa.
-Son ellos. –Avisó.
-¿Por qué usas el término ellos? –preguntó Ale extrañada. Por lo que ella sabía Laura venía sola.
-¿Qué? ¿Laura tiene auto?
-No, pero…
-Entonces son ellos.
Y casi al instante se escuchó un ¡Mapa! desde afuera. Ale le sonrió a Eduardo y miró por la ventana. Se le escapó un grito que no pudo parar a tiempo, y Eduardo al instante se situó a su lado.
-Son cuatro personas… -susurró ella.
-Te lo dije –la acusó Eduardo.
Ale conocía a tres de las personas que estaban fuera, pero una le era completamente desconocida. Se dio la vuelta cuando oyó gemir a Estheffi.
-Eduardo, no me… no me dijiste que Daniel también… que venía y….
-Shsstt, mientras esté yo acá, tú no corres peligro.
-¡Mapa! –se escuchó nuevamente la voz inconfundible de Laura.
Ahora sí que ella no sabía que hacer, ahora sí que estaba más que tirada. Y yo que pensé que mi vida no era nada fuera de lo normal. Suspiró y abrió la puerta. No sabía lo que iría a pasar desde ahora en adelante, pero sentir a Eduardo tomando su mano dándole ánimos le infundía mucho valor.
Estheffi observó cómo Eduardo y su novia miraban por la ventana. No sabía porqué estaba ahí, ni porqué Eduardo le había dicho que lo acompañara a la casa de ella. Pero cuando notó que estaban nerviosos algo le dijo que jamás debió irse a meter allí. Se levantó con lentitud y sigilo y se colocó justo detrás de Eduardo que estaba con Ale de la mano mientras ésta abría la puerta.
-Escóndete –fue lo único que Eduardo le dijo a ella, sin mirarla además. Ale se volvió a ella y le dijo:
-Arriba, sube las escaleras y sigue el pasillo hasta la última puerta. Es mi habitación, cuando puedas bajar te avisaremos.
Estheffi asintió y subió.
Entró en la habitación que Ale le había señalado y vio que no era tan grande como la suya, pero mucho más decente que la que le dio Osvaldo.
Al lado izquierdo de la habitación estaba la cama y a su lado el escritorio con el ordenador.
-Nada mal –dijo entrando y cerrando la puerta. A su espalda había un mural que contenía las fotos de un auto y otras cosas banales.
Pensó en volver abajo, pero su instinto de supervivencia le avisó que lo mejor era quedarse allí por el momento. Se estiró y miró la cama. Estaba exhausta, la noche anterior no es que no hubiera dormido nada, pero su cuerpo se había mantenido alerta toda la noche por lo que el descanso no le llegó muy bien.
-Una siesta no me sentará mal ¿no? –se dijo. Con Eduardo en el mismo lugar que ella, los miedos se iban y así ella podría por fin descansar algo. Recostó su cuerpo en la cama y al cabo de 30 segundos ya estaba profundamente dormida.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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