viernes, mayo 15, 2009

Capítulo XVI. Parte 5.

Camila se detuvo a cien metros del edificio de la S.S.J. y apagó el auto. Osvaldo desabrochó su cinturón e hizo el ademán de bajarse, pero Camila le tomó del brazo y lo hizo girarse.
-¿Estás demente? –inquirió.
-Pero hay que ir a buscarla… -se excusó él.
-Ah, y quieres llegar, tocar el timbre diciendo: –Camila cambió le tono de voz a uno parecido al de Osvaldo. –Sabe que señor, buscamos a alguien que fue secuestrado por esta asociación hace poco y venimos a rescatarlo… ¿nos deja pasar?... ¿Así pretendes hacerlo?
Osvaldo entrecerró los ojos ofendido por la imitación que su prima acababa de hacerle. Se amurró en el asiento con la cabeza gacha.
-Pues piensa en un mejor plan… -le dijo él.
-¿Qué? ¿Pensabas hacerlo así? ¿De verdad? –Camila se rió con fuerza. –No sé cómo tu amiga confía en ti…
-Ella sabe que al final las cosas saldrán bien… -murmuró él sin mirarla. Camila dejó de reír al momento.
-Pero ella no está acá ¿o sí? Porque yo no la veo.
Osvaldo bufó ruidosamente y Camila dejó de mirarlo para concentrarse en el edificio que se alzaba frente a ellos. No se le ocurría nada, no sabía cómo entrar allí sin salir lastimados, o peor, sin poder salir. Y más encima Osvaldo, al cuál no le podía preguntar qué podían hacer, ya que por él llegarían con letreros diciendo que liberarían a al española, y con luces de neón además. Estaba perdida, pero tenía que ocurrírsele algo, cualquier cosa, aunque sea pobre, pero algo…
-Oye Camila, tengo una idea… -murmuró Osvaldo a su lado.
-Silencio Os, estoy concentrada.
Alguna entrada secreta que conozco, algún pasadizo, una falencia en la seguridad…
-Cami… escucha…
-Os, por favor, déjame encontrar algo…
-¡Camila préstame atención!
Camila abrió los ojos que había tenido cerrados a causa de la extrema concentración y lo miró. Osvaldo se había enderezado en el asiento y estaba girado hacia ella.
-Tengo una idea –volvió a decir.
-¿Tú? ¿Una idea? Genial, ahora si estamos fritos…
-Tú escúchame ¿vale?
-A ver, dime.
-Hay guardias por todos lados ¿no?
-Sí…
-¿Ellos te conocen?
-No creo…
-¿Cómo? –preguntó Osvaldo al cual se le había ocurrido otra idea mejor que la anterior dada la respuesta de Camila.
-Sí, los guardias son contratados cada seis meses, y luego son despedidos… Ése es su contrato.
-Mejor aún…
-Por favor Os, al grano, ya no hay tiempo. –Osvaldo chasqueó la lengua y volvió su vista hacia el edificio.
-Tú me dijiste que tienes cosas de la S.S.J. todavía. –Camila frunció el cejo. Osvaldo no la miraba –ya sabes, la licencia para conducir siendo menor de edad, el auto mismo… y creo que también debes conservar la credencial de pertenencia a la S.S.J. ¿me equivoco?
-No, pero no veo tu punto…
-Mi punto es, -la interrumpió él, -es que puedes entrar a la sociedad ya que tienes la credencial y decir que me tienes como un prisionero por cualquier estupidez que hice, qué se yo, me enteré de lo que está a punto de pasar, y les dices que hay alguien en el equipo que está dando información hacia fuera, que tu vas a encerrarme y luego hablarás con el jefe. Así todos estarán concentrados en buscar al delator mientras me llevas a donde Estheffi podría estar encerrada.
Osvaldo golpeó el vidrio del frente con el dedo índice para luego volver a sentarse de forma normal en el asiento. Camila tenía la cara distorsionada a causa de la sorpresa que su primo acababa de darle… ¿Él había tenido una idea?... ¿Una idea decente? Osvaldo se volvió a mirarla y le sonrió.
-Perfecto, ¿a que sí?
-O sea… -dijo ella apenas, -está bien… Sí, está bien… Pero ¿qué pasaría si reconocen que ya no estoy en la sociedad? Ellos tienen la base de datos.
-¿Cuánto se demorarían en saber que ya no eres de allí?
-Unos diez minutos a lo más.
-Tenemos diez minutos entonces.
-No Osvaldo, mira, no se va a poder, no se van a tragar la idea de que estás de prisionero…
-Ellos son solo guardias, Camila, no tienen que saber nada. Además has tratado con ellos desde hace tiempo, sabes las cosas que ellos no, los procedimientos…
-Bueno…
Osvaldo se tocó la sien y le sonrió.
-¿Ves que pienso? Por eso mi amiga confía en mí… -Camila le hizo un desprecio pensando que cuando se encontrara con ella, tendría que escucharla, mírala que haber metido a su primo en esto…
-Entones hagámoslo. –le dijo.
Osvaldo asintió.
-Vamos.
Y abriendo las puertas salieron a la oscuridad de la noche.


Ale se levantó apenas hubo visto las luces de un auto acercándose a ella. Se preguntó si sería Laura en un taxis, tal y como había intuido Daniel, y sonrió. Obviamente su amiga había encontrado una manera de llegar hasta ella y buscarla, dado que el engreído de Daniel no había llegado a buscarla a ella. Pero cuando vio que el auto era un muy lindo, y nada parecido a un taxi, la sonrisa desapareció de su cara ipso facto.
Laura no iba a llegar a buscarla, bueno, no esa noche. Tal vez en otra ocasión, cuando tuvieran que ir solas, al cine, en una salida normal de amigas, tal vez allí ella llegara a buscarla como le habría dicho. Pero no ahora. Ahora se conformaría con la posibilidad de salir de allí, de ese lugar oscuro donde Eduardo la había dejado. Salir de ahí con Daniel.
Cuando su celular había sonado escasos minutos antes y vio que la llamada era de Laura, no dudó en contestar. Obviamente había pensado que podía haber sido Eduardo diciéndole que estaba bien, que no había de qué preocuparse, pero bueno, era Laura, también era una persona con la quisiera hablar en esos instantes de angustia. Posiblemente le llamaba para decirle que ya iba, que estaba por llegar ahí y que por favor no se enojara con ella por haber tardado tanto. Pero la voz masculina que le contestó en vez de su amiga, la dejó muy sorprendida. Más encima que no era cualquier voz, era la de Daniel, el “amorcito” de Laura y el enemigo más jurado que Eduardo tenía. Cuando supo que él tampoco sabía en donde se había metido Laura, le entró un poco de miedo. ¿Por qué su celular habría estado en el suelo si era algo que Laura cuidaba mucho? ¿Por qué Daniel estaba allí? ¿Y seguía todo ese ruido de personas?
Lo primero que pensó es que si todavía había gente por los alrededores era causa del accidente ocurrido. Entonces no fue Eduardo… dedujo, puesto que si hubiera sido él, Daniel no habría salido de allí a menos que se pusiera a pelear con Eduardo en ese instante. Pero no, había dicho que vendría a buscarla. Claro, que sólo para luego ayudarlo a buscar a Laura. Y ahora ahí llegaba. En el auto que había estado esa mañana en su casa… ¿Fue esa mañana? Parecían que hubieran pasado años en vez de sólo horas…
El auto se detuvo frente a ella. La luz la segaba por lo que no puedo ver al conductor cuando el sonido de la puerta al abrirse y cerrase le llamó la atención. Haciendo una visera con sus manos trató de enfocar a la persona que se acercaba a ella, pero le era imposible.

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