jueves, mayo 07, 2009

Capítulo XV. Parte 2.

Eduardo se envaró innatamente al ver a Daniel en la puerta de la reja de su novia. Ale miró a Laura confundida y sorprendida de que Eduardo hubiera tenido la razón al decirle que no iba a venir sola. Laura venía con tres tipos, dos de los cuales ella conocía pero uno totalmente desconocido para ella que el sentimiento de remordimientos le vino a la mente. No quería a nadie más involucrado, pero Laura había traído a Osvaldo y a esa persona. Nada podía hacer por Daniel, tan dentro de una agencia como su Eduardo.
Laura se acercó a la reja y le sonrió.
-¿No me vas a abrir? –preguntó con ese tono suyo tan infantil. Eduardo gruñó por lo bajo, Ale le pegó suavemente en el hombro y le sonrió a su amiga.
-Solo por precaución, ¿por qué trajiste a todos estos… hombres?
-Ah, -respondió Laura notablemente incómoda –estos dos, -dijo apuntando al desconocido y a Daniel –creen que estoy atadas a ellos por cordón umbilical, y este otro animal –dijo apuntado hacia atrás con su pulgar a Osvaldo –es como una especie de seguro para que estos no se alcen. Nada más.
-Pero… no me dijiste nada, yo…
-Lo que quiere decir es que no eres bienvenida –la interrumpió Eduardo. Ale ahogó un grito. Por pura personalidad de ella, estaba prohibido hablarle mal a las personas y menos a su amiga. Se dio la vuelta indignada.
-Es mi casa y hago lo que me plazca. Laura, al tiro te abro.
Ale se zafó del brazo que Eduardo tenía en su cintura y avanzó a la puerta de la reja para abrirla. Pero Eduardo le quitó las llaves en un segundo.
-¿¡Qué haces?! –inquirió con enfado ella. Eduardo se puso frente a Daniel y le lanzó una mirada fiera.
-Fuera.
-Estoy fuera, idiota.
-Fuera de mi vista, imbécil.
-¡Eduardo para! –exclamó Ale colocándole una mano en el brazo. Él se relajó un poco, pero no dejó de mirar a Daniel de manera insolente. -¿Por qué tienes que ser así?
-¿Así cómo? –preguntó él, alarmado por el repentino cambio de voz efectuado en Ale, quién parecía a punto de llorar.
-Es mi amiga, y confío en ella.
-Así es. –Corroboró Laura. Osvaldo le puso una mano en el hombro.
-No te metas.
-¡Ah! Chuta.
Ale miró a Eduardo quién con la mandíbula apretada al máximo se debatía en darle lo que pedía o protegerla aunque ella se enojara. Pero verla llorar, o casi, lo hacía sentirse miserable. Con un suspiro le pasó las llaves aun no muy convencido.
-Pero después no me digas que no te lo advertí.
-Gracias.
Ale le dio un beso en la mejilla y fue a abrir la puerta.


El panorama ya no podía estar peor, Ale caminó hacia el oscuro camino que apenas se veía, solamente alumbrado por la luz de la luna llena. No podía llorar, ni tampoco gritar, porque una extraña sensación de tranquilidad le recorría, o más bien una sensación de inercia ante la situación. Algo que le pasaba pero que ya no podía remediar.
La visita de Laura, Daniel, Osvaldo y Matías –que así se llamaba el sujeto extraño -sólo duro unos minutos. El ambiente se tornó muy tenso dentro de la casa de Ale.
-Ya, mejor me voy… -dijo Laura viendo que su amiga estaba tan perdida como ella. -Es que tengo que hacer unas cosas –así trató de dar por terminada su visita.
-Pero si recién llegaste –le dijo Ale.
-Si, pero… -Laura se fijó en las miradas entre Daniel y Eduardo.-Tú sabes, que tengo que hacer muchas cosas en la casa, si me tienen como empleada y...
-Ah de veras, -Ale asintió, también notaba la tensión de la atmósfera por lo que encontró pertinente la sugerencia de su amiga. –Tus hermanas no saben ni hacer un huevo ¿cierto?
-¡Claro! -¿por qué su voz sonaba tan falsa? Quiso saber Laura.
Eduardo no dejó de mirar a ninguno de los hombres que acompañaban a Laura, ninguno de ellos habló durante todos esos minutos, pero para comunicarse no necesitaban palabras, cada movimiento gestual ya significaba algo, o más bien, un insulto.
-Si, será mejor que ya se vayan –los echó Eduardo.
-Me voy porque yo quiero y no porque tú lo decidas –le respondió Daniel, mientras Matías ya iba saliendo camino al Mustang.
-No me importan tus motivos, lo único que me importa es… -Ale le pegó un codazo a Eduardo para evitar la discusión que ya se venía.
-Bueno, Laura... –dijo ella mirando a su amiga. -Que te vaya lindo… aunque… -dudó de decirle ciertas cosas en frente de Daniel, ahora que sabía que él también pertenecía a todas esas cosas extrañas y decidió guardárselas para después.
-Lo sé Mapa –le dijo Laura. La abrazó bajo la mirada de odio de Eduardo. Luego tomó a Daniel de un brazo y a Osvaldo del otro y se los llevó fuera de la casa. Eduardo se quedó mirando por la ventana hasta que desparecieron de vista.
Todo quedó nuevamente en calma. Ale subió a su habitación a decirle a Estheffi que todo ya había pasado y que los chicos no habían tenido idea de que ella estaba ahí. Al verla dormida le dieron ganas de dejarla como estaba, pero lo mejor era que ella se fuera pronto, no fuera que los amigos de Laura volvieran y la pillaran. La despertó nuevamente, al parecer la chica estaba muy relajada pues le costó volver en sí. Al cabo de unos segundos ambas bajaron por las escaleras.
-¿Y ahora? ¿Sigue en pie tu plan de mandarme al extranjero? –preguntó Estheffi a Eduardo en tono serio y decidido mientras se le escapa un bostezo.
-Totalmente, -afirmó él. –Ahora más que nunca. –Abrazó a Ale. -Ellos no vinieron acá a hacer precisamente una visita social, bueno, tal vez Laura sí, pero los otros estaban tanteando la situación, saben que te estoy escondiendo, o por lo menos lo sospechan.
Ale enarcó una ceja.
-Osvaldo es tan inocente como nosotros –le dijo ella al notar que su novio no hacía la distinción. Eduardo frunció el cejo.
-¿En serio? Parecía estar tan alerta como los otros… no me di cuenta, en fin, como iba diciendo…
-¿Y porque no hicieron nada ahora? –lo interrumpió Estheffi. Eduardo levantó los hombros.
-No sé… Por eso es necesario que partas lo más rápido posible, no tenemos mucho tiempo y cada minuto que pasa estas en más peligro y sabes a lo que me refiero…
Los tres llegaron al aeropuerto en media hora. Al parecer cuando Eduardo quería algo la velocidad era su más fuerte aliada. Obviamente estaban híper camuflados, al menos Estheffi, que era la que más oculta debía de estar. Eduardo luego de revisar los horarios sacó de su billetera algo y se lo tendió a la chica.
-Mira, aquí tienes los pasajes, tus nuevos documentos, dinero y el número de uno de mis amigos que te va a estar esperando, quedarás bajo su cuidado por algún tiempo hasta que sepas nuevamente noticias mías, pero ten cuidado y sé prudente.
-Siempre lo he sido –Estheffi le dedicó una mirada de niña burlesca, le sacó la lengua y se rió. Acto seguido le dio un abrazo y lo besó en la mejilla. –Muchas gracias, te debo una.
-No te preocupes –le respondió él. –Ahora vete luego, gasté una cantidad importante de dinero en todo este trámite para que, como si nada, pierdas el vuelo.
Se separaron uno del otro y Estheffi se giró para seguir el camino que la llevaría lejos, pero antes le tomó el brazo a Ale y le dijo:
-Lo más difícil de él es aguantar sus rabietas, estoy segura que lo vas a conseguir… no es tan difícil, pero si no puedes… –Ale se quedó algo pasmada por el comentario y trato de disimular simpatía sonriéndole. –Nos vemos luego –se despidió Estheffi finalmente mirándolos a ambos y se giró completamente hacia su destino.
Qué me habrá querido decir? Esa mirada que tenía era de miedo…

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