Osvaldo se quedó mirándola. A Estheffi le vinieron unos dolores en el estómago. Desvió la mirada hacia la chica quién a su vez los miraba a ambos.
-Espero –dijo caminando hacia la puerta de salida, -que por lo menos le agradezcas bien a mi primo lo que ha hecho por ti…
-No, si yo estoy muy agradecida…
-Pero no acá, lesa. –Le corrigió Camila sonriendo.
-¿Ah no?
-Primero hay que salir vivos de esta, si no, ¿cómo le agradeces si te dejamos muerta?
Estheffi tragó saliva. Osvaldo se adelantó.
-No seas así Cami, no la asustes más de lo que está.
-N-no estoy asustada… -tartamudeó Estheffi.
-No, -se burló Camila –para nada… Ahora veamos… cómo salimos de aquí…
Dijo mientras abría la puerta lentamente antes de que una voz los dejara paralizado a los tres. Una voz que las chicas conocían muy bien y, que a Osvaldo, le pareció conocida.
-¡Jope! –exclamó por lo bajinis Estheffi, -Matías…
Si las cosas seguían como estaban, seguro le venía un patatús. El corazón estaba que se le salía por la borda, y las manos parecían salidas de la ducha. Demasiada tensión para una joven como ella. Pero no iba a decir que se derretía de miedo, porque si le hubieran dado la posibilidad de estar a salvo ella ahora estaría leyendo o viendo series en el computador. Pero no, ella tenía y quería saber si Eduardo estaba bien, quería verlo, sentir su voz, besarlo…
-¿Falta mucho? –le preguntó al antipático de Daniel, que los últimos minutos no había abierto la boca si no fuera para decir una sarta de malas palabras en contra de –y ella estaba 100% segura –Eduardo.
Daniel no se molestó en contestarle si no que moviendo la cabeza y con algunos gestos de manos le indicó que no. Ni que supiera lenguaje corporal… se quejó ella tratando de descifrar al última parte en la que Daniel dio un respingo y movió todos los dedos del volante.
-¿Y… voy a tener que entrar? –se aventuró a preguntar. Daniel hizo un gesto, ahora sí muy fácil de entender: sonrió sarcásticamente.
-¿Qué? ¿Pensabas quedarte afuera y de repente ver salir por los pies al imbécil de tu novio, para luego irte con él?
-No, pero…
-Vamos a entrar, y una vez allí tú harás lo que te venga en gana.
-¿Cómo? –preguntó ella con hilo de voz.
-No pensarás que iba a hacerme cargo de ti y de paso empeorar las cosas… -añadió más bajo. Ale frunció el cejo.
O sea, no pensaba entrar a la S.S.J. sola, primero no sabía dónde encontrar a Eduardo y segundo, seguro que la pillaban antes de haber pisado el primer centímetro del edificio. Se volvió a mirarlo.
-No me dejes sola, por favor… -le rogó en un susurro.
Daniel se volvió a mirarla para luego concentrase nuevamente en la carretera y en la ambulancia a la que seguía.
-¿Por qué debería? –inquirió él.
-Necesito que me ayudes… -le respondió ella mirando a la carretera también. –No puedo hacerlo sola…
Lo miró de reojo con la esperanza de que él por lo menos pensara en ayudarla. Aunque no creía que lo hiciera… la verdad es que él era malo, como Eduardo le había dicho. No podía entender que su amiga estuviera enamorada de alguien tan vil como Daniel.
-Tú también estás tan preocupado de Laura como yo de Eduardo… -dijo como para hacerle entender a qué desesperación ella se atenía. –Sabes lo que se siente no saber qué les pasará…
-Te equivocas –la cortó Daniel mientras la miraba –Yo sí sé a lo que van… -y volvió su vista a la carretera.
-Entonces me entiendes ¿cierto?
-Los sentimientos de las personas son diferentes. –Le respondió el tratando de salirse por la tangente lo que Ale notó al instante.
-Sí, tienes razón, pero todos se sujetan al corazón, y eso es lo que todas las personas tenemos.
-Mm –razonó Daniel.
Ale se dio cuenta de que Daniel pensaba qué hacer sobre la ayuda que ella le había pedido. Ahora, sí él la ayudaba lo primero que tenían que hacer era saber qué pretendían hacerles a Laura y a Eduardo. Aunque Daniel le había dicho que él podría saber qué era lo que harían con ellos, ella no estaba 100% segura de eso, sin embargo sabía muy bien que no iba a ser nada bueno. Miró de reojo a Daniel, el cual no movía ni un solo músculo facial y se retorció las manos. ¿Y si no la ayudaba? Porque eso sí, ella no podría hacer nada sola. Su sistema nervioso no daría tanto de sí como para que ella pudiera soportar lo que haría en caso de estar completamente sola tratando de salvar a Eduardo. Oyó cómo Daniel suspiraba a su lado.
-Está bien –respondió. –Pero me vas a prometer que no te meterás en lo que yo tenga que hacer antes, ni en los métodos que use. Además tienes que jurarme que me harás caso en todo y me seguirás el juego siempre. ¿Aceptas?
-Acepto.
-¡Diablos! Por lo menos dí que lo vas a pensar… -exclamó Daniel sin ocultar la sorpresa de que ella haría lo qué él le dijera sin chistar.
-¿Hay otra manera en la que me ayudes? Porque si la hay prefiero la otra, pero no me dejas alternativa, ¿cómo lo voy a pensar si está en juego la vida de la persona a la que amo…?
-¿Amas a ese idiota? –Inquirió divertido Daniel –Tendré que decirle a Laura que le dé consejos a su amiga sobre romance porque veo que estás…
-Laura no podría darme consejos –replicó Ale –porque su relación está peor que la mía, no seas patudo.
-¿Peor? ¿Ella te lo comentó?
-No, pero se nota a leguas. Ella haría todo por ti, pero tú ni al caso. Estoy segura, y creo que ella también lo está, de que a la menor oportunidad eres capaz de dejarla por otra cosa, lo que Eduardo no haría ni por asomo…
-¡No hables de ese imbécil! –gritó enfurecido Daniel. Ale se encogió en el asiento creyendo que había llegando demasiado lejos con sus palabras. –Tú no me vengas a decir cómo debo estar con Laura, ella es la única persona en el planeta que sabe cómo soy y no le molesta, me quiere con rabietas y todo.
-¿Y tú la quieres? –se aventuró a preguntar Ale sin contener las ganas de saberlo.
-Ése no es tu problema. –Respondió él con los dientes apretados.
-Claro que lo es, te quieres meter en mi relación con Eduardo y no quieres que me meta en la tuya, eres muy inconsecuente.
-Como digas, ya no quiero hablar más del asunto.
Ale se dio cuenta de porqué, tal vez, Laura lo había elegido a él. Le gustaba su forma de ser, eso es obvio, pero había algo más, tal vez el encontrarlo tan desamparado o solo, puede ser que Laura lo haya visto así y por eso arriesgaba la vida ahora para estar con él. Quién sabe, ni aunque se conocieran desde hace mucho tiempo podría llegar a entender la maraña de cosas que Laura tuviera en la cabeza y viceversa. Respiró hondo e iba a preguntar, nuevamente, cuánto era lo que faltaba cuando el Mustang dio una virada rápida y entró en un estacionamiento. Ale sintió una corriente por toda la espina dorsal. Éste era el momento de la verdad…
Lo que más temía era encontrarse con lo que Eduardo era en realidad, sí claro, ella sabía lo que hacía pero no la manera en la que él actuaría delante de una situación como esta. Además sabía que después de esto su situación como su novia pendía de un hilo pues él mismo le había dicho que tendrían que separarse. Un nudo en la garganta apareció al instante. No quiero, fue lo primero que se le vino a la mente, no quiero que se aleje de mí, así sea pasar por estas situaciones miles de veces más, no…
-¿Vas a venir o mejor te dejo aquí hasta que alguien más te encuentre?
Ale levantó la vista y vio que Daniel estaba con la puerta abierta a su lado, de pie y con la urgencia reflejada en la cara. Sacudió la cabeza para despejar las ideas que tenía en ese momento en la cabeza y asintió.
-¿Y podría ser hoy? –le apuró Daniel.
-¿Eh? Sí, claro…
Estaba muy distraída, no tenía idea de lo que podría pasarle y le daba un miedo terrible saber más cosas de las que ya sabía. Ya basta, se dijo, esto es por Eduardo… y con ese pensamiento que le daba fuerzas salió del Cobra y comenzó a seguir a Daniel a donde él tuviera planeado dirigirse.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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