Daniel salió de las instalaciones de la S.S.J. muy apurado. Casi corrió hacia el estacionamiento. Si todo iba bien, las cosas tendrían que ponerse buenas antes de que amaneciera. Ahora solo tenía que ir a buscar a Laura. Pensaba que no se demoraría mucho. La iría a dejar a su casa, le daría un beso y se despediría de ella sin más. No le diría que a lo mejor no volverían a verse, o que él ya no podría regresar nunca más a la vida de antes… No le iba a decir que la quería más que a nada justo en el momento en que tal vez la perdería para siempre. Por eso había accedido a ir a buscarla, para verla por última vez, y de paso también buscar a la compañera de Eduardo. Sabía de ante mano que la S.S.J. ya lo tenía en sus manos, pero no se lo pensaba decir, ni a ella ni a Laura.
Apretó el botón de la alarma que estaba en el llavero y las luces del Mustang Cobra se prendieron tal cual un perrito reconoce que ha llegado su amo. Lo miró, confiando plenamente en que ésa sería la mayor ventaja que tendría esa noche. Su auto. Uno de los más rápidos de la S.S.J. Y era suyo.
Con una sonrisa de oreja a oreja abrió la puerta del Cobra, pero antes de poder entrar oyó que le llamaban.
-¡Daniel!
Se giró y con un gesto de fastidio cerró la puerta del auto esperando a que Matías llegara a su lado.
-¿Qué pasa ahora? –le dijo molesto.
-No te puedes ir. Menos ahora. Estamos planeando las cosas y tú eres parte importante de esto, entonces…
-Voy y vuelvo. –Le dijo levantando las cejas. –Así que puedes encargarte de lo que sea y me avisas cuando llegues.
Matías lo miró por un segundo y frunció los labios.
-Es por ella ¿no? La loca… -Daniel le agarró por el cuello de la chaqueta.
-No la llames así, tiene nombre para que lo sepas. Y si fuera por ella, te debería interesar un pepino, ¿entendiste? –Y dicho esto lo soltó y abrió nuevamente la puerta del auto. Matías lo detuvo justo cuando metía su pierna derecha dentro.
-Lo contaré… -lo amenazó –Les diré a todos que te vas por una chica, que es una loca y que además sabe todo acerca de nosotros.
Daniel salió del auto tan rápido que Matías solo notó el golpe en la espalda cuando Daniel lo empujó contra la pared y dejó su antebrazo en su cuello.
-Escúchame bien, sabandija. –Le dijo con la mandíbula apretada –Tú hablas y yo hago lo mismo, mira que al jefe le encantaría saber qué fue de aquel dinero que se perdió años atrás.
-El jefe sabe… -le respondió Matías apenas tratando de respirar. Daniel le sonrió.
-Sí, sabe, pero no se ha enterado aún de lo que dejaste para tus gastos personales… ¿recuerdas?
Matías le hizo un desprecio y lo empujó hacia atrás.
-No te atrevas…
-No te metas entonces, imbécil.
Daniel, agitado volvió al auto y entró en él. Lo prendió y partió al momento. Cuando salía del estacionamiento no pudo dejar de pensar en que tal vez, cuando volviera, Matías hubiera jugado ya algunas cartas y lo que le estaría esperando no sería precisamente el estar a cargo de algún trabajo, sino un gran castigo. Miró por el espejo retrovisor, y divisó a Matías sonriente viéndolo partir como un idiota.
-Bastardo… -masculló perdiéndolo de vista encaminándose a las ruinas.
Osvaldo esperaba impaciente fuera de la casa de su prima. Tenía mucho miedo y ganas de asesinar al desgraciado de Daniel, quién había metido a su amiga en esto. No comprendía que ella, siendo tan inteligente hubiera seguido en esto sabiendo que era lo más peligroso que podía hacer. Si por algún motivo ella desaparecía no iba a dejar de rastrear la cuidad en busca de Daniel para encontrarla. Porque sabía muy bien, que si a la S.S.J. no le interesaba alguien era mucho más fácil eliminarlo que pedirle que por favor guardara el secreto. Cruzó los brazos sobre su pecho y bufó. No tenían tiempo, ya eran más de las 11 de la noche y él no había podido hacer nada de lo que Laura le había pedido.
Apenas hubo cortado, luego de la llamada de su amiga, se levantó de la cama y se cambió el pijama saliendo raudo a buscar a su prima que vivía en la costa. No había tardado en llegar allí, pero luego de que le contara sus motivos, Camila le había dicho que esperara y que por nada del mundo se moviera de ese lugar, que ya volvía. No creía que no le ayudara, porque al ella escuchar el nombre de Daniel aceptó al tiro, lo que le preocupa a él era cuánto tendrían que inmiscuirse en la S.S.J. hasta encontrar a Estheffi. Por que eso era lo que tenía que hacer, entrar en las inmediaciones de la sociedad y sacar a la española de allí. Por eso había pensado en Camila como primera opción para que le ayudara, pero la otra se estaba demorando un montón y él ya no podía esperar más. Cuando estaba a punto de golpear la puerta para hacer que Camila se apurara, ella salió rápidamente. Le tomó la mano y lo obligó a que la siguiera.
-¿Qué pasa? –le preguntó Osvaldo que miraba con recelo el bulto que ella tenía en la espalda y en lo incómoda que se veía al caminar con la pierna izquierda.
-Tenemos que llegar lo más rápido posible a la sociedad…
-Ya, pero para eso tenemos que tomar un taxis o algo por el estilo, por que a pata, o sea, no soy un flojo, pero atlético tampoco y por lo que veo…
-Cállate quieres. –Camila se detuvo antes de cruzar la huella y luego de que se asegurara de que nada pasaba siguió caminando. –Tenemos que llegar allí ahora, y en taxis no vamos a poder, así que…
-¿Qué me quieres decir? No entiendo…
-Tan lento como siempre, Os. Digamos que me conseguí algo en qué movilizarnos.
-Ah, no. No quiero involucrar más gente en esto, Cami. –Ella se detuvo y lo miró por un segundo con la sonrisa en lo labios.
-¿Y quién dijo que metería más gente en esto? –Y siguió caminando.
-¿Ah no? Yo pensaba que para que nos llevaran tenía que haber alguien que manejara…
-Yo sé manejar –le respondió Camila doblando por un callejón que apenas era alumbrado por unos postes de luz.
-¿¡Qué tu sabes qué..!?
-¡Shst! Cállate Os.
Camila se detuvo frente a un viejo y oxidado portón donde tocó tres veces. Osvaldo abrió la boca pero ella lo hizo callar al momento. Él frunció las cejas y la quedó mirando fijamente hasta que tuvo que desviar la vista cuando el portón comenzó a abrirse.
-¡Rápido! –masculló Camila a alguien en la oscuridad que Osvaldo no conseguía ver.
-Está listo Srta. Camila.
-Bien, gracias Ángel. Vamos –conminó a Osvaldo a seguirla. El pobre no veía nada pero tomando la mano de su prima logró no golpearse con el techo de lo que parecía un garaje. Sintió que el portón se abría más y las luces se encendieron.
-¡Oh! –exclamó si poder controlar el asombro cuando vio un perfecto Audi X3 negro y nuevecito. -¿Y… esto?
-Mío. –Respondió Camila recibiendo las llaves del hombre que a Osvaldo se le antojó como el más feo del mundo. –Gracias otra vez Ángel, -dijo ella sonriendo mientras le abría la puerta a Osvaldo para que entrara –no sabría qué hacer sin tu ayuda.
-Para servirla señorita. –respondió le hombre encorvándose un poco.
Osvaldo lo miró antes se subirse, Camila entonces le propinó una ligera patada en las canillas y él quejándose acabó por entrar completamente en el Audi. Esperó con paciencia a que Camila entrara también y que salieran del portón para hacerle algunas preguntas, porque había un montón. Camila arrancó el auto con un ruido sordo y salieron al exterior en menos de cuatro segundos.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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