miércoles, mayo 13, 2009

Capítulo XVI. Parte 3.

-Antes de que preguntes nada –le espetó su prima cuando tomó la avenida hacia el sur –tienes que saber que nada de esto es ilegal. Bueno –sonrió un poco divertida –no ilegal si se lo muestras a la policía.
-Explícate.
-Ya sabes, la S.S.J. se encargaba de tenernos ciertos privilegios. Susan fue uno de ellos.
-¿Susan?
-Esta joyita, Os.
-¿Tiene nombre el auto?
-Ese no es el punto ahora, ¿ok? Lo que quiero en estos momentos es saber a qué vamos.
-Ya te dije, me llamó una amiga, estaba preocupada porque una española miembro de la S.S.J. fue secuestrada por la misma y me pidió ayuda. Eso es todo.
-Sabes que es una explicación muy pobre… ¿Mencionaste a Daniel?
-Eh, sí. –Osvaldo dio un respingo, le cargaba hablar de ese tipo. –Él es conocido de mi amiga… nada más.
-Y por lo que veo son más que conocidos…
-Ese no es mi problema.
-¿Es esa amiga tuya que estaba mal por lo de la nota del colegio? ¿Laura no se llamaba?
-Si…
-¿Por qué me dices “sí” con ese tono?, ¿qué pasa? ¿Qué no me has contado?
-Nada, es solo que… -Camila frenó en un semáforo. –Me preocupa. No tenía porqué estar en esto… No tenía porqué seguir al lado de ese tipo que lo único que sabe hacer es ponerla en peligro…
Osvaldo miró hacia la ventana y suspiró. Camila lo miró de reojo frunciendo las cejas.
-¿Preocupado dices?
-Ah, sí.-Camila partió apenas el semáforo dio el verde. –Te decía que me carga que Laura esté metida en esto…
-¿Cuántos años tiene?
-¿Quién?
-Pues ella.
-19…
-Está grandecita pues…
-Pero tú no la conoces, puede ser que tenga 50 años, pero sigue siendo una bebé…
-Claro, y por eso está metida en esto ahora… -expresó Camila asintiendo. –Además si tanto te preocupa tu amiga deberíamos ir a buscarla a ella, no a salvar a una española que ni siquiera conoces…
-Bueno, así de conocerla, conocerla como íntimos no… pero…
-Habla.
-Bueno, antes de ayer se quedó a dormir en mi casa y…
-¡¿Que, qué?! –exclamó Camila mirándolo rápidamente. Osvaldo levantó los hombros.
-Sí, la estaban persiguiendo y…
-¿Qué acaso estás loco? ¿No sabes que rastrean a todos los miembros de la sociedad? ¡Estás en peligro!
-Nada que ver, ese día no pasó nada, así que…
-Osvaldo escucha –le ordenó Camila. –Y escúchame con atención, porque será la última vez que te lo repita: No vuelvas a meterte en estos asuntos, nunca más. Te ayudaré hoy, porque eres mi primo y me lo pediste. Pero no quiero que te vuelvas a involucrar en esto jamás. ¿Has entendido?
-Si no soy yo el que me involucro… Laura llega y me preguntas cosas…
-Esa Laura, también me va a tener que escuchar…
-Camila…
-No Os, ahora no.
Osvaldo miró a su prima. Estaba tensa, quizás debió haber callado el detalle ese de que Estheffi había pasado la noche en su casa. Metiendo la pata como siempre… se dijo.
-Tampoco entiendo –continuó su prima con un tono casi de histeria -porqué tenemos que ayudar a la española a la que apenas conociste por menos de 10 horas…
-Es que Laura me lo pidió…
-Ah, ¿y si ella te pidiese saltar de el 7mo piso de una edificio el muy lerdo lo haría no?
-Bueno, así tan extremo no, pero…
-¡Pero qué!, demonios…
-Ella es mi amiga, Camila. La quiero, y siempre me protege. Ahora es mi turno de devolverle el favor…
-Pero aun no entiendo…
-También me preocupo por Estheffi –murmuró él.
-Ah, así se llamaba la chica…
-No digas “chica” con ese tono, por favor…
-Qué… no he dicho nada –Camila hablaba como si tratara de tomarse las cosas con humor pero su sonido a Osvaldo en vez de tranquilizarlo le causaba miedo. –Como sea, tenemos que planear cómo entrar en la sociedad sin que sospechen de nosotros…
-¿¡Qué!? ¿¡Entrar en la sociedad!? ¡Está loca! Yo pensé que por fuera no mas…
-¿Ahora te entra el miedo primo? –rió Camila, ahora sí divertida.
-O sea… Más que mal, esa “sociedad” es la causante de todo esto…
-Cuidado con lo que dices Os, aquí hay más de una organización…
-¿Más?
-Obvio, estos problemas vienen sólo cuando las dos organizaciones más grandes en el mundo se enfrentan… -Camila iba a más de 140 Km./Hr. A Osvaldo la cabeza se le revolvió cuando escuchó que había otra de esas organizaciones medias locas por allí…
-¿Y es peligrosa?
-Oh, sí… muy peligrosa…
Y dicho esto apretó el acelerador más fuerte.


Ale se levantó del suelo por enésima vez. Tenía mucho frío, hambre y para colmo estaba preocupadísima por lo que estaba pasando y de lo que no se podía enterar. La cabeza le daba más vueltas que un trompo y las manos, siempre mojadas, estaban secas, con una fina capa de polvo en ellas.
Caminó tres pasos, se devolvió, miró hacia la carretera, cerró los ojos, caminó nuevamente, volvió a mirar, se detuvo, suspiró y se sentó de nuevo. Habían pasado más de 30 minutos de que llamara a Laura, y de la pobre ni una pista. Algo raro pasa… algo muy raro y malo está pasando y yo aquí sin saber nada de nada, se dijo. Se retorcía las manos como respuesta al nervio y miedo que sentía en esos momentos. ¿Qué podía hacer? ¿A quién debía recurrir? Estaba en medio de la nada, sin nada, con nadie y muy preocupada. La respiración para calmarse no le funcionaba en esos momentos y ya estaba al borde de un colapso mental. Las cosas que podían pasar por solo querer estar con la persona que se ama… Y la persona amada, quién sabe donde podía estar en estos momentos… ese accidente, y ella tan lejos como para no saber qué era lo que le podía haber pasado a Eduardo. Miró en su reloj, otros cinco minutos y Laura todavía no llegaba… ¿Y si le había pasado algo a ella también? No, Laura era de cuero… eso creía, o sea… siempre había estado como en la pitilla de lo peligroso desde que de había metido con Daniel, pero algo malo, malo, no le había pasado, el mismo Eduardo le había dicho que Daniel no involucraba a Laura en estas cosas y que él mismo debería haber hecho lo mismo. Pero ella nunca lo hubiera dejado. Si ya estaba en esto: ¿por qué no saber todo lo oculto y tránsfugo que se escondía? Claro, ahora lo sabía, y Eduardo no estaba con ella para decirle que todo estaría bien.
Las lágrimas empujaban por salir de nuevo, pero hace rato había dejado de llorar. Ya no valía la pena, además lo que tenía que hacer ahora, apenas Laura llegara, era irse a su casa, bañarse, y meterse en la cama. No comería porque no le entraría nada en el estómago, y rezaría porque Eduardo la llamara. A cualquier hora, no importaba, estaría esperando la llamada. Un solo: “estoy bien”, bastaría. Y ella podría dormir tranquila esperando a que él la pasara a buscar al otro día, para ir a donde se les diera la gana.
Envolvió sus rodillas con los brazos y apoyó su mentón en ellas. Esperar. Eso era lo único que podía hacer ahora, esperar, y que por favor, no le hubiera pasado nada a Eduardo ni a Laura. Y con esos pensamientos se sumió nuevamente en el sopor de la espera.

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