Eduardo se separó un poco de Ale y le dijo que iría en busca de alguna bebida, pues necesitaba mucha cafeína. Ale se quedó sentada esperando a Eduardo. Al segundo ya lo tenía de vuelta. Como si nada tomó rápidamente a Ale del brazo y prácticamente la hizo volar por los pasillos del aeropuerto para que alcanzara su velocidad, estaba claramente muy nervioso.
-¿Qué te pasa? –preguntó confundida. -Ya todo está bien, ella ya se va y todo va a estar mejor y…
-No, -la cortó él. -Nada va a estar mejor, todo se complica, no sé, pero siento que nos pueden estar vigilando…
-¿Vigilando? –Ale sintió como sus piernas se doblaban de puro miedo.
-Sé. Ese Matías me causó mucha desconfianza, no me extrañaría que tenga sus propios planes respecto a este tema, planes en los cuales ni siquiera ese… -iba a decir algo, pero prefirió callarlo. Tal vez decir malas palabras delante de su novia no era lo correcto. –Creo que ni Daniel tiene idea, Matías es demasiado ambicioso para compartir la gloria de capturar a una de las más buscadas “prófugas”.
-Pero vamos, -le dijo Ale tratando de calmarlo y de paso calmarse ella. –Tranquilízate un poco, quizás estas siendo muy paranoico, mira, el avión ya despegó. Todo está bien –ambos se detuvieron por un instante en el inmenso ventanal donde se apreciaba un vuelo apenas andando por la pista. Ale arrugó el morro comprendiendo porqué Eduardo estaba tan nervioso. –No tienes porqué ocultar que te sigue importando mucho.
Él la miró sin poder creer lo que estaba escuchando.
-¿Qué?... O sea... es como mi hermana…
-¿Es? Pues si lo es, ese sentimiento es de ahora, porque antes no la veías de ese modo…
-No vamos a comenzar de nuevo con…
Estaban a punto de volver a pelear, cuando de pronto la mirada de Eduardo se quedó pasmada a unos 100 metros del sitio de despegue, divisó a un Mustang y en su interior no solamente había hombres…
-¡Oye! –llamó su atención Ale. -¿Qué pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones?
-… -Eduardo quedó mudo de la impresión. –¡La tienen! –dijo de pronto. Estúpidos, mal nacidos… -Volvió a tomar a Ale del brazo, pero ahora la llevó al lado opuesto.
-¿Que tienen qué? –le gritó Ale mientras era arrastrada por Eduardo a una velocidad de leopardo.
-Estheffi no se subió al avión, -le explicó. -¡Esos desgraciados la interceptaron!
-¿Ah?, pero cómo si yo vi que se subía al avión y que…
-Ya no importa, no importa, mira quiero que te vayas a tu casa ahora –Eduardo se detuvo de pronto y la puso frente a sí. Su tono era el de una orden - ¿Me entendiste?
-No, no quiero, -le respondió ella sintiendo que las lágrimas hacían su aparición. -¿Qué vas a hacer?
Eduardo bufó exasperado y continuó caminando, más bien, corriendo. Ambos se fueron discutiendo todo el camino que los llevaba un callejón donde estaba estacionada una moto.
-¿Y me vas a decir que esta moto no es tuya? –inquirió Ale muy enfadada. Eduardo ladeó la cabeza sin ánimos de seguir peleando.
-¡Ay Ale!, ¿por qué tan dura? ¡Te dije que te tienes que ir! No puedes estar aquí conmigo, ¿que no lo entiendes? Es peligroso… voy a tener que hacer algunas cosas para liberar a Estheffi, además esos tipos me odian y va a ser doblemente difícil, no puedo permitir que tu también salgas herida...
-Pero si te dejo ahora, ¿quien me asegura que te voy a volver a ver? –Ale tragó saliva y se secó los ojos que ya estaban muy húmedos. Eduardo desvió la mirada y no contestó. -¿Ves?
La abrazó, pero en ese momento unas sombras comenzaron a acercarse lentamente. Las dos eran masculinas y cuando estuvieron a una distancia razonable, comenzaron a aplaudir.
-Bravo, -dijo el de la izquierda. -Muy bien Eduardo… se nota que no pierdes el tiempo para nada…
-Me gusta ese estilo de chico malo –agregó el otro hombre.
Eduardo se tensó, conocía a esas voces y Ale también. Eran los mismos tipos que la visitaron en la biblioteca, los que se hicieron pasar por los primos de su novio.
-Mier… –dijo Eduardo tratando de guardar la compostura frente a Ale. –Una emboscada, ya lo sospechaba…. –añadió para sí mismo.
-¿Qué, no te somos bienvenidos? –inquirió uno con burla. Eduardo se dio la media vuelta dejando a Ale detrás de él.
-¿Qué quieren? –quiso saber.
-Lo mismo que hace algunos años… -dijo el otro como quien no quiere la cosa. Ale agarró la camisa de su novio con mucha fuerza.
-Eduardo…-le susurró al oído alterada. Sabía lo que ellos buscaban que en ningún caso era dinero. Era algo mucho más preciado. Lo querían a él. Eduardo sonrió un poco.
-Tranquila -la calmó poniéndose muy alerta pues los tipos se acercaban más y más a ellos.
-¡Ay! ¡Animales! Ya les dije que se callaran un rato… ¡es que no me dejan hablar por teléfono! –gritó Laura a sus hermanas, mientras trataba de comunicarse con Estheffi al único celular que podía andar trayendo, del cual no se acordaba el número, por lo tanto, marcaba extrañas combinaciones para poder dar con el correcto. Necesitaba saber algo de ella. Tenía un raro presentimiento, algo que la tenía muy intranquila.
Pero nada, los números no les contestaban. Tomó su chaqueta y salió rauda a la calle aprovechando que su papá no estaba, y así despejar un poco sus ideas. La última conversación que había tenido con Daniel la tenía inquieta, muy inquieta. Después de la visita a la casa de Ale, Laura encontró a Matías como a Daniel muy extraños, casi no hablaron.
Estoy segura que se traman algo estos dos…
Y lo más raro de todo, a su juicio, fue que la dejaron libre, por así decirlo.
-¿Y que van a hacer ahora conmigo? –les preguntó Laura en el instante que la iban a dejar a su casa, luego de haber pasado a dejar a Osvaldo, que tenía una cara de confusión terrible.
-Obviamente te llevo a tu casa –respondió secamente Daniel.
-Si ya me di cuenta de eso, idiota. A lo que me refiero es que encuentro muy raro esa decisión, se supone que yo soy la única que puedo saber donde esta Estheffi y ustedes…
-A ver, a ver… -la interrumpió Matías –te conviene no pensar demasiado, incluso deberías agradecerme por no seguir con tu “secuestro”. Para tu información encontré otra manera de solucionar este problema, ya no me eres de utilidad.
-O sea… -Laura estaba indignada hasta lo máximo. -¿Me tratas como un mueble? –Matías se largó a reír.
-Debe de faltarte un poco de azúcar en el cuerpo... ¿Tomaste desayuno hoy?... ¿Qué parte de: “no te necesito más, estás libre, you are free!” no entendiste? –Matías se puso serio de repente. Laura arrugó el morro.
-¡Ya, córtala! –Le gritó Daniel –déjala tranquila.
Yo sé que se traman algo… ¡yo sé, no me dejaron libre por las puras!
Siguió caminando sin rumbo, para aclararse más las ideas, pero no le resultaba, al contrario se enroscaba más y más. De pronto recibió una llamada de Osvaldo a su celular.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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