-¡¡OSVALDO!! ¿Cómo estás? –Laura gritó tan fuerte que un transeúnte que pasaba a su lado se asustó y casi se cae. Se mordió el labio. Osvaldo se tardó en responder.
-¿Eh? -dijo al fin. –Eh, bien… O sea, igual que siempre. Nos vimos esta tarde, ¿por qué tanta emoción?
-No, no, nada… -Laura cruzó una calle, no sabía hacia donde se dirigía, pero sabía que debía moverse. -Es que… sólo dime… ¿para qué me llamas?
-Bueno es que… -Osvaldo carraspeó. – ¿Está Estheffi contigo? –Laura se detuvo en medio de la calle.
-¿Ah? O sea… obvio que no, ¡si tú mismo me dijiste que se te arrancó! Y ya no me hagas acordar de eso… Que como niñera no salvas a nadie. –La bocina de un auto hizo que Laura comenzara a caminar de nuevo.
-Ah, ya, ya… bueno, -Osvaldo parecía estar perdiendo la paciencia. -Lo que pasa es que hace unos minutos recibí una llanada perdida de ella, pero no ubico el número, la cosa es que cuando contesté, sentí solo ruidos, y como que alguien gritaba, pero no logré distinguir nada más… pensé que.. No sé… que quizás le podía haber pasado algo… así que quería saber si estaba contigo.
Laura se pegó en la frente. Tuvo ganas de patear a su amigo por no haberla llamado antes.
-¡Ay! ¡Osvaldo! ¡Cómo eres! Debiste de haberme apenas recibiste esa llamada! ¡Aaaah! ¡Qué rabia! ¿Y ahora? ¿Cómo la ubico? De seguro que quizás, no sé le pasó algo y….
-¿¡A ver Laura ya cálmate quieres?! Tengo todo el oído roto con tus gritos, si no… Mira que te corto y…
-¡¡No, no!! Si ya me calmo, es que… las cosas están raras… y no sé, -Laura miró hacia todos los lados como si la oscuridad de la noche le tuviera la respuesta. -Como que presiento que la van a ubicar. Tal vez esa llamada si era importante…
-Si, yo pensé lo mismo, pero como soy tan seco… adivina lo que hice.
-¿Qué? –Laura no estaba de ánimos para andar adivinando.
-Fui donde un amigo que sabe ubicar la dirección de los teléfonos… Como si fueran GPS, ¿entiendes?- comenzó a reírse, Laura no le vio el chiste a nada. –Y bueno, me costó algo de tiempo y sueño, pero conseguí que me hiciera el favor y….
-¿¿Y…?? Osvaldo no tengo tiempo, por favor…
-El número es del Aeropuerto, de Cerro Moreno… ¿qué hace Estheffi por allá?
-¡¡AY!! –Laura se quedo casi sin aire y Osvaldo sin oído. – Es que… ¡Aah!… ¡Si ya se me prendió la ampolleta! –Laura sonrió del alivio de saber dónde podía estar su amiga. -Se fue Osvaldo, ¡se fue! Y no me despedí de ella…
-¿A dónde se fue? –Quiso saber su amigo.
-Ay, Osvaldo, ¡hace trabajar la neurona! Es obvio que si la estaban persiguiendo se tenía que ir…
-Ah, -dijo Osvaldo entendiendo la situación. De pronto a Laura le vino una duda.
-Oye, ¿por qué tan preocupado de Estheffi? –Oyó como su amigo se atoraba al otro lado de la línea. -¿Mm?
-Ay Laura, deja de imaginar cosas, sólo me preocupé porque suponía que tú también lo estabas, no sé…
Laura entrecerró los ojos, pero ni siguió preguntando.
-Bueno, me voy, tengo que ir al Aeropuerto…
-Adiós Laura. –Se despidió su amigo con un tono oscuro que ella no notó.
-¡Adiós! Nos vemos luego –y colgó.
Eduardo pescó rápidamente la moto que estaba a su lado para escapar y subió a Ale con él. Puso en marcha el vehículo y pasó al lado de los hombres que trataron de agarrarlo en vano. Obviamente los tipos lo siguieron, pero en auto. Eduardo aumentó la velocidad, hasta lo que más podía, pero aún así ya estaban a punto de alcanzarlos, el modelo que sus rivales utilizaban no era de juguete.
Así estuvieron unos minutos. Ale tenía frío hasta en el estómago y abrazaba asustada a Eduardo. El auto detrás de ellos no se detenía. Ale veía con horror cómo se pasaban los semáforos en rojo.
-Escucha –le gritó él de pronto a ella, para que le escuchara debido a la velocidad, –voy a seguir por la carretera, y justo en esa esquina que ves allá hay algo parecido a unas ruinas. Te voy a dejar allí y te vas a esconder. Ellos me siguen a mí, yo ya no te puedo llevar.
La orden le pareció clara, pero no sabía como bajarse de la moto a la velocidad con la que iba y, además, no quería hacerlo.
-Pero si paras, es posible que nos alcancen –le hizo saber ella.
-No, tomaré un atajo desde esas mismas ruinas hacia el este. Mantente bien atenta y cuando te diga que te bajes lo haces sin dudar, no vas a tener dos oportunidades.
-Ya-ya. -respondió dudosa. Eduardo dio una vuelta en 90 grados y se detuvo por unos segundos.
-¡Ahora! –le avisó. -¡Bájate! No nos queda nada de tiempo. –Añadió, a la vez que hacía rugir la moto y le indicaba donde tenía que esconderse. -Toma –le pasó un celular –con esto puedes llamar a alguien, no sé si pueda venir a recogerte, en realidad –se rió nervioso –lo veo muy difícil. –Eduardo desvió la vista en dirección contraria a la carretera para ver a sus perseguidores.
-Pero… -dijo ella apenas.
-Ahora sólo escóndete. Te prometo que hablaremos luego, no me van a pillar, de veras que no… Sólo mantente bien ¿ok? -ella entendió sin dudar y corrió en la dirección indicada. Y lo último que vio fue la chaqueta café claro, mojada con sus lágrimas.
A lo lejos sólo diviso una despedida con la mano y luego el humo que dejó la partida de la moto. Acto seguido el auto pasó por la carretera persiguiéndolo. Se oyeron unos disparos. Ale no perdió el tiempo y marcó e número de su amiga. No se le había ocurrido llamar a nadie más.
-¿Laura? ¿Puedes venir a…? –le pidió ella. Le indicó la dirección. Ya estaba anocheciendo y el lugar de las ruinas era verdaderamente oscuro.
-¿Ale? Oye, ¿y donde queda eso? Es que ando por aquí pero no sé…
-Queda en… -Ale trató de explicarle.
-Ya ya, oye si demás que llego, pero es que hace rato estaba en el aeropuerto, es que pasó algo, tengo que contarte y…
-Sí, si, lo que sea me lo dices después… Ahora solo vente ¿quieres? –su voz no expresaba paciencia ni tranquilidad. Laura lo notó, pero no quiso preguntar.
-Ah ya bueno, pero me voy a demorar un poco, es que estoy en medio taco, parece que ocurrió una accidente justo en esa misma carretera donde me dices…
-¿Accidente?... –Ale intentó no gritar. -¿De quién? O sea… explícate.
-Ah no sé, si no se ve casi nada de adelante, pero escuché en la radio que era algo como de esas carreras callejeras que hacen, parece que fue una moto… no sé algo así y de un auto de esos de velocidad extrema.
¿¿Moto??
Ale quedó muda.
-Oye, oye, ¿estás allí? –la llamó su amiga, pero Ale dejó caer el teléfono dejando que se cerrara y que cortara la llamada.
Ale se quedó inmóvil por unos largos minutos. Luego se levantó y con la única luz que se recibía, la de la luna, intentó abrirse paso en el camino, el único que la llevaría al comienzo de la carretera. Pero se detuvo, era inútil tratar de seguir en un camino desconocido y sin auto. Se tendió en el piso y sin poder llorar al pensar en lo que podría estar ocurriendo, ya se imaginaba lo que había pasado. Miró hacia el cielo y se quedó prendida de las estrellas. Ahora sí que las cosas no estaban bien, es más, estaban salidas de control. ¿Cuándo ella se podía haber visto envuelta en algo como esto? ¿Y enamorada del protagonista? Las vueltas de la vida… Ojala su amiaga llegara pronto. Estar sola no le gustaba para nada. Suspiró. Las estrellas le daban la reconfortante idea de que a lo mejor Eduardo las estaba viendo como ella, en algún lugar de la ciudad… El estómago se le apretó al recordar el accidente por el cual Laura estaba atrapada en un taco. Ya solo le quedaba esperar, y nada más.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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