-¿Estás bien? –oyó que Camila se acercaba a ella y le tomaba el hombro.
-¿Por qué haces esto? –fue lo único que respondió. Camila retrocedió un poco sorprendida de que la chica le preguntara algo como eso a ella, pero el verdadero receptor de su pregunta levantó los hombros.
-¡Responde! –gritó exigiendo saber la verdad. Camila le tapó la boca y Osvaldo se giró hacia ambas.
-Perdón. –Fue lo único que dijo, para luego volver a estar pendiente de la puerta.
Y en ese momento entró Matías.
Se quedó estático en la entrada, como si el mundo se hubiese detenido en ese momento. La confusión se notó de inmediato por la arruga que surcó su frente. Estheffi y Camila fruncieron el cejo al mismo tiempo. La primera corroboraba todos sus miedos y la segunda no tenía idea de lo que estaba pasando.
-Cierra la puerta –dijo Osvaldo en una orden.
Estheffi sintió cómo la rabia fluía dentro de ella. Apretó los dientes para que no saliera ninguna palabra, pero fue imposible y antes de que gritara toda su furia, se acercó a Osvaldo, lo dio vuelta de con la mano y le pegó un cachetada con todas sus fuerzas.
Camila vio cómo le daban vuelta la cara a su primo, pero antes de que ella reaccionara, Matías se apresuró a tomar a Estheffi de ambas manos y retenerla de hacer algo más.
Estheffi trató de zafarse de Matías, pero él era mucho más fuerte. Aunque se moviera como pez salido del agua, el tipo no la dejaba ir. Cuando se aburrió de forcejear, vio a Osvaldo con la mano en la mejilla en la que ella le había golpeado, mirándola fijamente.
-¡Me das asco! –le gritó Estheffi.
Camila se adelantó, pero sólo un poco, tratando de entender la escena. Ya que nadie hablaba, tenía que usar su mayor esfuerzo para atar cabos y unir las piezas del rompecabezas que acababa de aparecer frente a ella. Miró detenidamente la situación. Matías, el hombre más peligroso de la S.S.J. -además del jefe mismo- detenido por su primo, un idiota sin sentido común. Estheffi enrabiada, golpeando a Osvaldo, para que luego Matías la detuviera. Y finalmente la mirada de su primo que claramente no era de miedo si no de autoridad. Un segundo, ¿autoridad? ¿Osvaldo con autoridad? Camila ladeó la cabeza. Ahora sí que no entendía nada de nada.
-¿Qué hago?
Miró con horror cómo Matías le preguntaba a Osvaldo acerca de su proceder. Camila se adelantó unos pasos. ¿Qué estaba pasando?
-¿Os? –preguntó muy bajito. Estheffi y Matías la miraron. Osvaldo en cambio cerró los ojos como si no quisiera estar en ese lugar.
-Vamos a la oficina –dijo.
Matías, inmediatamente, con Estheffi fuertemente apresada, abrió la puerta y salió. Osvaldo le señaló a Camila que hiciera lo mismo.
-Explícame primero.
-No aquí.
-Os…
-Camila, ex agente nº 1009 –sección F, siga la instrucción que se le ha dado.
Camila abrió la boca. Osvaldo no tenía cómo saber su número de serie y menos saber a qué sección ella había pertenecido en el pasado. Con un poco de conmoción divisó en su mente lo que, tal vez, Estheffi ya sabía. Echó un vistazo a su primo con los ojos llenos de fuego, a lo que él ni siquiera respondió. Seguía con la mano señalando la salida. Como fuera, ella quería saber la verdad, y ahora, si podía saberla no iba a dejar pasar el momento. Sin dejar de asesinarlo con la mirada pasó por la puerta y siguió a Matías que ya se le había adelantado unos metros.
Estheffi trató de soltarse nuevamente de Matías, pero el desgraciado la sostenía muy fuerte.
-No te muevas, preciosa –le dijo. –Ahora sabrás lo que es bueno.
Tragó saliva. Que Osvaldo la hubiera traicionado así como así, le partía el corazón, en especial porque sabía que Laura confiaba plenamente en él, y aún así no quería creer lo que estaba a punto de pasar. Le dolía la garganta porque quería llorar, patalear y gritar lo más fuerte que pudiera, pues la impotencia la estaba matando. No sabía de lo que Osvaldo era capaz de hacer, pero con lo que acababa de presenciar, se daba clara cuenta de que el tipo no era nada un idiota como había pensado. Además, también estaba su prima Camila, ¿qué haría Osvaldo con su prima? Mm, acá iba a pasar algo grande, y ella no estaba pensando en una irrupción sorpresa a la O.S.A.I., si no algo interno, pues con lo que ella y Camila estaban a punto se saber, las cosas no podían quedar como había estado por décadas. Algo iba a estallar esa noche, y si ella terminaba viva, era porque lo peor aun no pasaba. Por ahora trataría de entender lo que sucedía, pondría atención hasta en los más minúsculos detalles, así podría elaborar un panel en su mente, con la explicación exacta de lo que ocurría. Así lo había hecho siempre y no iba a cambiar ahora.
Respira, por favor respira, no conviene estar medio muerta ahora, vamos… Con los ojos bien abiertos, Ale siguió a Daniel por lo que parecía un laberinto de innumerables puertas y pasajes, no tenía de hacia donde estaba el Norte, menos el Oeste. Si quería escapar tendría que hacerlo a ciegas porque ya estaba muy perdida y no iba a orientarse fácilmente. Y era cierto, lo único que ella quería hacer era escapar, correr fuera, tomar un taxi e irse a su casa, lo deseaba de corazón, sus pies le pedían a su cerebro que diera la orden necesaria para cambiar de dirección y ponerse a correr, pero por nada del mundo ella daría esa orden.
Eduardo, piensa en Eduardo… gritaba en su mente, ¡Piensa en él! ¿Qué puede estar sucediéndole ahora mismo? Respiró hondo por octava vez consecutiva, si seguía con Daniel a lo mejor que podría llegar era a estar frente a Eduardo, viendo cómo lo torturaban o algo por el estilo mientras él hiciera de todo por salvarla, tal vez ella gritara su nombre, pero las paredes con aislantes no lo dejarían oír, tal vez ella se pondría a llorar, pero él apenas la vería, tal vez ésa sería la última vez que lo podría ver…
-¿Dónde vamos? –quiso saber ella. Había escuchado de Daniel que la llevaría donde el jefe, pero no estaba segura. Y no es que confiara en que él era bueno y todo eso, si no que algo dentro de ella le decía que él no la llevaría donde ese tal jefe y punto, pero tenía que preguntar dónde en realidad iban.
-Donde el jefe, ya lo escuchaste.
Bueno, el tipo sí era malo, y su corazonada no servía para nada. Excelente.
-Pero…
-Prometiste que me ibas a seguir el juego ¿no? Entonces no preguntes.
-¿Juego? ¿Entonces es de mentira?
-No, no es de mentira. Pero tengo un plan, y ese plan me dice que tengo que ir donde el jefe.
-¿Acaso el plan tiene vida?
-Ah, por favor, sígueme la corriente. Aceptaste la condición. Así que te pediría que dejaras de preguntarme, entre más hablo más me desconcentro.
-Mm, se me había olvidado que los hombres eran monocordes –se quejó ella.
Ale oyó como Daniel refunfuñaba algo, pero no le hizo caso. Siguieron caminando por alrededor de 3 minutos más hasta que Daniel se detuvo frente a las puertas de un ascensor. Ella instintivamente se acercó a él y le agarró la manga.
-¿Tienes miedo?
-Sólo de los ascensores.
-Sólo de los ascensores, -repitió Daniel divertido. -¿Y de esta situación no? –inquirió cuando hubieron subido al ascensor.
-Sí, un poco –murmuró ella. De verdad que los ascensores le daban un poco de miedo, con todo eso que se mostraba en la tele de que se podían quedar parados o acabar el aire… Notó que iban al piso nº 18 ¿Qué tan alto será este edificio? Se preguntó. Movió un poco la cabeza. Una duda se le vino a la mente y mejor se la preguntaba a Daniel ahora que podía, pues tal vez nunca más pudieran estar solos.
-¿Quién es el jefe? –inquirió mirándolo detenidamente para sopesar su reacción. Daniel sólo levantó una ceja.
-No sé.
-Yaa, ¿como así?
-Nadie lo conoce, en realidad nadie sabe siquiera si existe. Tal vez haya alguien, algún personaje que conozcamos que lo sea, pero que yo sepa nadie lo ha visto jamás, excepto… -Daniel guardó silencio como si se le ocurriera algo de repente.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario