Daniel guió a Ale hacia dentro del edificio pasando junto a la ambulancia que yacía allí apagada y vacía. En su cabeza pasaban rápidamente, imágenes de capturas pasadas en las que él había estado presente. El futuro no se veía para nada prometedor para Laura. Sentía un pequeño malestar en el pecho, como una agujero y no tenía idea de lo que se podría tratar, tampoco se lo iba a preguntar a su “compañera”, la pobre parecía estar en un estado de locura momentánea, pues a ratos miraba fijamente un punto como si se acordara de algo, para luego poner la mayor cara de pena que había visto nunca. Las amigas de Laura, son igual de dementes que ella, pensó. Y en ese preciso instante, el agujero en el pecho se intensificó. Se lo tocó con la mano y trató de apretarlo para que le dejara de doler y se dio cuenta deque no era un dolor físico. A él le dolía el corazón, y cuando lo supo, le dio vergüenza. ¿El corazón? ¿Por qué?, se preguntó. Tal vez era porque sentía que iba a perder un puesto muy significativo dentro de la S.S.J. por tratar de salvar a Laura.
Otro dolor.
Basta, dijo para calmarse, debo concentrarme… Y era cierto. Mínimo tenía que tener tres planes para, siquiera, pensar en la posibilidad de salvar a Laura –otro dolor – y sacarla a ella y a su amiga sanas y salvas del lugar.
-¿Te pasa algo? –oyó que le preguntaban.
Se dio cuenta de que había dejado de caminar. Ale lo miraba extrañada.
-No, -le respondió. –Vamos.
-Si tienes miedo podríamos parar –le dijo ella. Daniel la miró y la vio sonriendo.
-Já, que chistosa… -respondió haciendo un desprecio.
-¿En serio? Nadie me encuentra chistosa… soy bastante aburrida a decir verdad.
-Créeme, de aburrida no tienes nada…
Daniel se fijó en que ella fruncía las cejas para luego levantar los hombros.
-Como quieras, vamos.
-Claro, vamos.
Verdad. Tenía que tratar de salvar a Laura, porque él no iba a mover un solo dedo por salvar a Eduardo, o sea, que la chica esta lo soñara. No iba a arriesgar la vida de Laura por salvar a un tipo como él. Este era el momento que hace tanto tiempo esperaba, tenerlo en su poder, para hacerle pagar todo lo malo que por su culpa le había pasado y aunque Ale le llorara no iba a detenerse.
Caminó, seguido por Ale, hacia la puerta situada a un costado del estacionamiento, por donde seguro habían entrado Laura y Eduardo. Apenas entrar en el lugar un par de personas lo abordaron.
-¡Daniel! Hombre, ¿Dónde te habías metido?
-Menos mal que llegaste, el jefe está que te mata…
Daniel asintió un poco sorprendido de que Matías aún no hubiera dicho nada. En un movimiento instintivo agarró a Ale del brazo y la puso a su lado. Los chicos la miraron muy bien, y él sintió como la chica trataba de esconderse. Bueno, algo diferente tenía que tener de Laura, que de seguro veía a los chicos y se quedaba prendida de ellos, con la boca abierta y sonriendo como loca.
-¿Y ella? –preguntó Ronald. Un chico casi nuevito, que se había ganado la confianza del jefe por ser siempre el que le decía las malas mañas de los otros agentes de la sociedad.
-No es nadie. –Respondió él mirando para hacia otro lado buscando la manera de salvarse de él.
-Pero si la traes a media noche… -acusó Jimi malicioso.
Perfecto, lo que le faltaba, que el segundo más chismoso de la sociedad también estuviera allí.
-No se metan, ella es para el jefe. –Dijo sin pensar. Notó como Ale se encogía a su lado. Estaba claro que la chica había corroborado todos sus miedos acerca de él. Nadie cree que pueden sacar algo bueno de mí, pensó con casi tristeza, excepto Laura. –Un dolor ahora le recorrió más fuerte desde el estómago hacia el corazón.
-Para el jefe –reflexionó Ronald con una mano en la barbilla caminando alrededor de Daniel sin quitarle la vista a Ale. –Mm, tienes cosas más importantes que hacer que levarle cosas al jefe-
-Por lo que deberías dejárnosla a nosotros. -terminó diciendo Jimi.
-No. –Bufó Daniel acercando más a Ale hacia él. Laura lo mataba si dejaba a su amiga sola con dos tipos como ellos.
-Mm, pues me parece raro… -murmuró Ronald.
-Muy raro… -asintió Jimi.
-No es raro, ella es la novia de Eduardo.
Daniel se mordió el labio inferior apenas lo dijo. Debería haber callado ese minúsculo detalle, pero ya no podía, tenía que decirle algo a los tipos para que se fueran y los dejaran pensar con claridad. Sintió como Ale trataba de alejarse de él, pero, obviamente, él tenía más fuerza.
-Oh, -dijo Jimi sonriendo. –Un perfecto regalo para el jefe.
-¿Se lo entregarás en persona?
-Sabes que no, nadie conoce al jefe. –Daniel movió la mano en gesto de obviedad.
-Matías sí.
-Ése es otro cuento. –Le espetó Daniel. Por eso no podía mandarle una patada al idiota ese, era el preferido del jefe, nadie con sentido común se atrevería a hacerle algo a Matías.
-Pues bueno, mejor te dejamos en tu camino, -dijo Ronald retrocediendo un poco –creo que en el pizarrón dejaron todas las instrucciones a seguir por lo que allí encontrarás lo que debes hacer dado el operativo que vamos a llevar a cabo.
-Bien –agradeció Daniel, quien más que agradecido estaba muy, muy aliviado de que se fueran.
Vio cómo se iban hacia la derecha, de seguro al departamento de tecnología en armas, pues bien, él tenía que hallar la manera más rápida de sacar a Ale y Laura se ese lugar –el pecho volvió a dolerle -.
-Vamos –apuró a Marisol.
Estheffi estaba a punto de llorar. Ahora sí que no podría salir de ahí. Se había ilusionado tanto en poder escapar que al ver como todo se arruinaba ya no reaccionaría de forma óptima si tenía que salvar su pellejo. Este es el fin, se dijo.
-Quédense atrás, yo hablo.
Se dio media vuelta y vio cómo Osvaldo se adelantaba hasta quedar de de espaldas a Camila y a ella.
-Os, espérate, ¿cómo que tú hablas? –inquirió Camila adelantándose hasta quedar a lado de su primo.
-Camila, quédate atrás. –Ordenó Osvaldo.
Estheffi ladeó la cabeza tratando de comprender la escena. Rememoró lo que había pasado tratando de encontrarle sentido a la acción de Osvaldo.
Primero: Lo había conocido por medio de su amiga Laura, que también era a miga de él. Segundo: él no sabía nada de nada, o ella pensaba. Tercero, estaba con su prima, Camila, porque solo, no hubiera podido ayudarla a escapar y cuarto, ella creía que él era tan inocente como Laura. Él la había ayudado cuando más lo necesitaba, le había dado una cama en donde dormir y comida. Y que ahora se comportara de esta forma, la descolocaba. La hacía sentirse tan ínfima, pues con la actitud que Osvaldo estaba demostrando, que era de superioridad hacia alguien con más experiencia, a ella le estaba entrando el miedo, y ya sospechaba lo que podría estar pasando, pero de sólo imaginarlo el pecho se le contraía de terror. Se mordió la lengua, creyendo que gritaría. Las manos comenzaron a temblarle y apenas podía sostenerse en pie. Porque lo que ella sospechaba, era muy cierto, y no había ninguna otra explicación a lo que Osvaldo hacía en esos momentos en que, solo, esperaba la llegada de Matías frente a la puerta de su celda mientras con su mano retenía a Camila, “la mujer de la experiencia”, para que interfiriera en lo que él tenía que hacer. Y lo que él tenía que hacer a ella la llenaba de pavor
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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