martes, mayo 26, 2009

Capítulo XVIII. Parte 4.

Esta chica tenía unas ocurrencias muy acertadas. Se notaba que era amiga de Ale, no la podían hacer tonta. Eduardo se volvió a la puerta y habló sin mirarla.
-Creo que esperan algo. No sé. Tal vez me lleven a un lugar y estaremos separados, nos preguntaran cosas, qué se yo…
-Oh… así que de verdad no sabes nada.
Eduardo se volvió a ella y frunció el cejo.
-¿Cómo que no sé nada?
-Lo que me dices es obvio, animal. Hasta yo pensé en eso, no es muy difícil de adivinar.
-Mm, veo que no eres nada de tonta.
-Claro que no –le respondió ella sonriente.
Bueno, por lo menos ambos estaban en las mismas, así que a pesar de sentirse culpable la compañía de ella lo hacía sentirse normal. Como si nada de estar encerrados a punto de morir estuviera pasando, si no, como que por casualidad ambos se quedaron encerrados en una pieza. Nada más.
-Oye, -lo llamó ella.
-Dime.
-¿De verdad te gusta la Mapa?
Lo que faltaba, que le preguntaran cosas íntimas. Bueno, eso pasaba en la vida normal de alguien, además ella, si salía de esta claro, lo iba a saber de todos modos pues Ale le contaría. Suspiró y se sentó donde ella había estado anteriormente.
-Sí… -le respondió a regañadientes. Laura se acercó a él divertida y se sentó a su lado con la curiosidad saliéndosele por los ojos.
-Oh, y ella a ti supongo…
-Claro.
-Mm… -fue lo único que dijo ella. Eduardo frunció las cejas.
-¿Qué pasa?
-Nada, es que…
-Dime.
-Es que es re difícil que alguien le guste a la Mapa.
-Primero que nada, ¿porqué le dices “Mapa”?
-Ah, -Laura se rió. –La verdad es que no sé porqué. Tal vez la vi con cara de algo alguna vez… siempre le he dicho Mapa. ¿Entiendes?
-Mm… -no entendía, pero no iba a entrar a preguntarle daba lo mismo como llamara a Ale –como sea, continúa.
-¿En qué iba? – Laura se puso el dedo en la boca -¡Ah! Ya me acordé. Es que te digo que es re difícil que a la Mapa le guste alguien, por que ella es como re especial.
-Sí, eso lo noté.
-Si, pero no digo en el ámbito de que ella sea media rara, eso lo sé. Lo digo que a ella no le gusta cualquiera.
-Oh, ¿y cómo es su prototipo? ¿Me puedes contar?
-Jajá –rió Laura –Una vez dijimos que a ambas nos gustaría un tipo con piel verde, tres ojos y de pelo morado. Porque nuestro hombre ideal no existía.
-Pero tú hallaste a uno…
-Y ella también, aunque no sé si yo tanto así…
-¿Por?
-Yo entiendo perfectamente que él es malo.
-¿Ya?
-Y eso. –Laura bajó la cabeza cabizbaja. –Tal vez sea mejor dejarlo…
-Mm, cierto. Pero yo también puedo ser malo para Ale.
-Quizá, pero eso lo tiene que ver ella. Ahí yo no me meto.
-¿En serio? Por que, déjame recordarte, que no hace mucho le enviaste un mail, diciendo cosas como que se alejara de mí…
-Ah, pero fue porque recién estaba entendiendo cosas, porque Daniel me había hablado de lo que tú hacías… -Laura bajó la voz y Eduardo escuchó sólo murmullos –ahora sé que él es el que hace las cosas mal.
-¿A qué te refieres?
-Yo sé que no mataste a su hermano.
-Oh, a eso. ¿Estás segura?
-Sí, -Laura lo miró –no eres tan malo como para eso. Proteges a mi amiga con mucho valor, nadie como tú puede haber matado a alguien.
-Pero él no cree lo mismo.
-Sí, ya me di cuenta.
Eduardo la miró detenidamente. De verdad, ella parecía debatirse entre estar bien ella o estar con Daniel, lo que equivalía a estar insegura todo el rato. Claro que ella entendía que él no había sido quien había matado al hermano de Daniel, ella entendía perfectamente que era imposible, pero hacerle entender a Daniel eso, era prácticamente imposible.
-¿Qué? Te quedaste callado.
-Nada, pienso…
-¿En la Mapa? –Eduardo se rió.
-Claro, en la Mapa.
Le hacía bien estar allí con ella. La chica tenía algo que lo hacía relajarse, y aunque eso fuera momentáneo lo hacía sentirse ligero, lo hacía sentirse bien.
La puerta chirrió. Se levantó en un segundo y puso a Laura detrás. Era obvio que el momento de felicidad había acabado, y por un momento se había olvidado de donde se encontraban, pero por lo visto, el mundo había seguido en marcha, aunque él no lo había notado para nada. Se envaró. Si alguien iba a hacerles daño, que primero fuera a él. La chica no tenía nada de culpa, y por primera vez en su vida, deseó que Daniel llegara.

lunes, mayo 25, 2009

Capítulo XVIII. Parte 3.

-¿Excepto quién?
-Matías. –Le respondió Daniel.
-¿Y él es…?
-Tú lo conoces, estaba esta mañana en tu casa.
Ale fue hacia el pasado, aguantando el dolor que le provocó ver a Eduardo a su lado sonriéndole, y trató de recordar quienes habían sido los que habían ido a su casa esa mañana con Laura.
De primera Laura misma, obvio, y también Daniel y Osvaldo, y ahí estaba el personaje que ella no conocía, ése debía ser Matías. Asintió muy notoriamente.
-¿Lo recuerdas? –preguntó Daniel mirando el contador de pisos que ya iba en el piso 13.
-Claro… y… ¿Él lo conoce? Al jefe, quiero decir.
-Sí, es del único, que yo sé, que sabe perfectamente quién es y qué pretende con nosotros.
-Mm, -reflexionó Ale.
-¿Qué pasa? –preguntó Daniel.
-Nada, pero me preguntaba porqué todo el mundo le tiene miedo si nadie lo ha visto jamás. No entiendo.
Ale no alcanzó a recibir una respuesta a su pensamiento, pues las puertas del ascensor se abrieron dejando ante ellos una recepción muy bien iluminada, llena de personas. Ale se encogió y se quedó atrás de Daniel mientras él caminaba hasta el mostrador. Todo el mundo la observaba, y Ale se sorprendió mucho de ver demasiados jóvenes que ni siquiera tenían la mayoría de edad, aunque si ella no hubiera sabido que se utilizaba gente joven para esta asociación nunca hubiera sospechado que los chicos eran menores de edad pues a simple vista parecían jóvenes, sí, pero la experiencia estaba reflejada claramente en sus rostros.
-Sofía, dime dónde está Matías. –Oyó que ordenaba Daniel a la chica que estaba detrás del mostrador. Ale la miró. La chica no debía tener más de 16 años y eso, era de pelo largo café y de ojos muy claros. Asintió con la cabeza y se puso a teclear mirando fijamente la pantalla del ordenador que tenía frente a ella. En eso sintió que Daniel se ponía muy rígido y levantó la vista.
El tipo que se hacía llamar Matías venía directamente a ellos. Y no venía solo.
Ale se tapó la boca antes de que un grito saliera de la misma. Matías venía con Estheffi del brazo, y la chica no parecía muy contenta que digamos, más bien estaba con rabia y un poco de miedo. Ale asintió recordando cómo Eduardo había sabido que la española no había subido al avión. Así que aquí la trajeron, se dijo Ale. La pobre debe estar más que asustada, añadió con pena.
El chico llamado Matías se detuvo frente a Daniel y lo miró muy extrañado, pasando sus ojos de él a ella.
-¿No ibas por la loca? –le preguntó. Daniel le sonrió.
-Ya sabes, prefiero la asociación primero, creo que tenías razón con lo que me dijiste hace un rato.
-Bien, -dijo Matías y le palmeó el hombro. –Veo que conseguiste algo muy bueno. –Y Ale sintió cómo ambos la miraban, pero a ella no le importó demasiado, confiaba en lo que le había dicho Daniel, todo era un juego para salvar a Laura y a Eduardo. Levantó la vista y se encontró con la de Estheffi.
-¿Y Eduardo? –inquirió Estheffi.
Ale se limitó a subir los hombros, pues aunque supiera que Eduardo estaba en el mismo edificio que ellas no iba a decirlo frente a Matías. Daniel la alejó un poco de ellos y la acercó a él.
-¿Y… alguna novedad? –preguntó.
En ese momento Ale vio que venía hacia ellos una chica de mediana estatura, con la ira marcada en su semblante, directo hacia Matías. La chica se detuvo casi al llegar a ellos como si recién se diera cuenta de que ella y Daniel también estaban ahí.
-¿Camila? –oyó que Daniel preguntaba apenas, estaba muy sorprendido de verla allí, y eso se notaba a leguas.
-Complicaciones –escuchó Ale que Matías susurraba.
Se volvió a mirarlo y he aquí que el tipo estaba realmente nervioso. Se mordía el labio inferior, los pies se le movían con muchas ganas de salir corriendo y apretaba a Estheffi del brazo, la chica lo tenía medio morado y a Ale le dio un poco de cosita, o sea, ella en esa situación ya habría estado quejándose por el dolor, pero Estheffi aguantaba valientemente lo que Matías le estaba haciendo y estaba más concentrada en lo que Daniel decía. Ale se volvió a él y lo vio hablando con la chica recién llegada.
-¡¿Cómo?! –exclamó Daniel. -¿Laura n lo llamó?
-¿A quien llamó? –Preguntó Ale a su vez. Ambos, Daniel y Camila la miraron.
-Laura llamó a mi primo para que buscara a Estheffi. –Le respondió Camila casi con desprecio.
-Ah –dijo Ale. –así veo…
-Camila vámonos –dijo Matías tan bajo como si estuvieran en una habitación de hospital.
Ale, Daniel, Camila y Estheffi lo miraron. Matías tenía la cara congestionada, no sabía si acerca del calor –que no había –o, de lo que parecía más acertado, del miedo. Daniel se acercó a él.
-¿Matías pasa algo? –inquirió con tono preocupado.
Ale, en ese instante, reparó en que había un chico parado detrás de Camila que no estaba cerca ni por asomo, pero al que ella conocía muy bien.
-¿Qué hace Osvaldo aquí? –preguntó.



Eduardo frunció las cejas. Las cosas no deberían ir así. Todo tendría que haber sido más rápido, más efectivo, pero ahí yacía él y Laura sin nadie, en una habitación con una puerta y una minúscula ventana que apenas dejaba entrar aire, un sillón solitario y una mesa. No entendía qué era lo que esperaban, tal vez ese jefe supremo del que tanto había oído no se encontraba, por que eso sí, él estaba seguro de que ese misterioso jefe querría hablar personalmente con él dado su actual estado de cautiverio. Ya le habían dicho que ese señor, o lo que fuese, lo quería a él y a nadie más de la O.S.A.I., puesto que Eduardo era unos de los más inteligentes agentes de la organización y eso a la sociedad no le convenía para nada. Decirle a Ale que lo perseguían por dinero robado había sido una mentirilla blanca para cubrir el verdadero motivo de que lo acosaran. Ocultarle que su padre apenas podía levantarse de la cama, también. Era muy buena idea tener que encontrarse con el cerebro de la S.S.J. ahora que podía, así le darían las explicaciones a las miles de preguntas que él tenía en su mente: ¿Por qué Aníbal? ¿Por qué hacerle creer a Daniel que él había matado a su hermano? ¿Por qué perseguirlo de esa manera sólo para conseguirlo a él? ¿Por qué haber dejado a su padre prácticamente como vegetal? ¿Por qué?
Suspiró. No era el mejor momento para ponerse a pensar en las cosas malas que le habían pasado desde que se metió con Estheffi. Además eso lo hacía sentirse más mal respecto a Ale. Oh, si por lo menos no la hubiera involucrado en esto, si no la hubiera visto ese día en el casino, si no le hubiera hablado, si no la hubiera pescado para nada, si no la quisiera tanto como ahora, si no estuviera preocupado como un loco por ella, si no… Basta, se regañó, ella está bien, la dejé sola, pero bien. Es inteligente, sabrá qué hacer… Le dieron ganas de llorar y se le hizo un nudo en la garganta que le dolió. Pero se aguantó. Tenía cosas en las que pensar y una de esas era cómo hacer para sacar a Laura de ahí. Por que tenía que hacerlo. Bien, la tipa, podía ser una psicópata o payasa a veces, pero era la amiga de Ale y eso lo hacía tener la obligación de sacarla con vida. Pero la chica esta había dado un nombre falso y por lo mismo, la creían miembro de la O.S.A.I., lo que era menos que improbable.
Se giró para mirarla y la vio moviendo la boca, sentada en un sofá, abrazándose las piernas. Parecía cantar o algo. Prefirió dejarla así, en ese estado de sopor. No molestaba a nadie, y él lo que prefería en esos momentos era no ser molestado ni hablar ni nada, sólo pensar en la muy improbable manera de salir de allí. Así que la dejó como estaba.
Comenzó a caminar de un lado para otro, tratando de encontrar la respuesta a qué hacía ahí todavía, puesto que ya había pasado más de media hora y nada de nada. Pensaba que los iban a lastimar o algo, pero los tipos apenas entraron los dejaron a cargo de otros que los condujeron aquí, a este especie de celda, pues de celda no tenía nada, al contrario, más parecía una sala, tenía unos sillones, pero muy poca luz, y apenas se podían ver unos a otros. Miró hacia la puerta. Ni un solo atisbo de que algo pasara afuera y eso lo ponía extremadamente nervioso.
-¿Pasa algo? –escuchó que Laura le preguntaba desde el lugar en el que estaba.
-No nada –le mintió él. Laura hizo una mueca.
-Claro, y como yo soy tan re tonta te voy a creer. Anda, dime.
-No pasa nada Laura. Nada que quieras saber… -añadió Eduardo.
-Mm, creo que ya sé un poco mucho, así que no te cuesta nada contarme las cosas, ¿no crees? –Laura se levantó y se acercó a él.
-Laura por favor, es mejor que no sepas nada, así si ten preguntan no vas a tener qué responder y te dejaran libre.
-O, muy por el contrario, como no sé nada, me ven inservible y me matan de una.

domingo, mayo 24, 2009

Capítulo XVIII. Parte 2.

-¿Estás bien? –oyó que Camila se acercaba a ella y le tomaba el hombro.
-¿Por qué haces esto? –fue lo único que respondió. Camila retrocedió un poco sorprendida de que la chica le preguntara algo como eso a ella, pero el verdadero receptor de su pregunta levantó los hombros.
-¡Responde! –gritó exigiendo saber la verdad. Camila le tapó la boca y Osvaldo se giró hacia ambas.
-Perdón. –Fue lo único que dijo, para luego volver a estar pendiente de la puerta.
Y en ese momento entró Matías.
Se quedó estático en la entrada, como si el mundo se hubiese detenido en ese momento. La confusión se notó de inmediato por la arruga que surcó su frente. Estheffi y Camila fruncieron el cejo al mismo tiempo. La primera corroboraba todos sus miedos y la segunda no tenía idea de lo que estaba pasando.
-Cierra la puerta –dijo Osvaldo en una orden.
Estheffi sintió cómo la rabia fluía dentro de ella. Apretó los dientes para que no saliera ninguna palabra, pero fue imposible y antes de que gritara toda su furia, se acercó a Osvaldo, lo dio vuelta de con la mano y le pegó un cachetada con todas sus fuerzas.
Camila vio cómo le daban vuelta la cara a su primo, pero antes de que ella reaccionara, Matías se apresuró a tomar a Estheffi de ambas manos y retenerla de hacer algo más.
Estheffi trató de zafarse de Matías, pero él era mucho más fuerte. Aunque se moviera como pez salido del agua, el tipo no la dejaba ir. Cuando se aburrió de forcejear, vio a Osvaldo con la mano en la mejilla en la que ella le había golpeado, mirándola fijamente.
-¡Me das asco! –le gritó Estheffi.
Camila se adelantó, pero sólo un poco, tratando de entender la escena. Ya que nadie hablaba, tenía que usar su mayor esfuerzo para atar cabos y unir las piezas del rompecabezas que acababa de aparecer frente a ella. Miró detenidamente la situación. Matías, el hombre más peligroso de la S.S.J. -además del jefe mismo- detenido por su primo, un idiota sin sentido común. Estheffi enrabiada, golpeando a Osvaldo, para que luego Matías la detuviera. Y finalmente la mirada de su primo que claramente no era de miedo si no de autoridad. Un segundo, ¿autoridad? ¿Osvaldo con autoridad? Camila ladeó la cabeza. Ahora sí que no entendía nada de nada.
-¿Qué hago?
Miró con horror cómo Matías le preguntaba a Osvaldo acerca de su proceder. Camila se adelantó unos pasos. ¿Qué estaba pasando?
-¿Os? –preguntó muy bajito. Estheffi y Matías la miraron. Osvaldo en cambio cerró los ojos como si no quisiera estar en ese lugar.
-Vamos a la oficina –dijo.
Matías, inmediatamente, con Estheffi fuertemente apresada, abrió la puerta y salió. Osvaldo le señaló a Camila que hiciera lo mismo.
-Explícame primero.
-No aquí.
-Os…
-Camila, ex agente nº 1009 –sección F, siga la instrucción que se le ha dado.
Camila abrió la boca. Osvaldo no tenía cómo saber su número de serie y menos saber a qué sección ella había pertenecido en el pasado. Con un poco de conmoción divisó en su mente lo que, tal vez, Estheffi ya sabía. Echó un vistazo a su primo con los ojos llenos de fuego, a lo que él ni siquiera respondió. Seguía con la mano señalando la salida. Como fuera, ella quería saber la verdad, y ahora, si podía saberla no iba a dejar pasar el momento. Sin dejar de asesinarlo con la mirada pasó por la puerta y siguió a Matías que ya se le había adelantado unos metros.
Estheffi trató de soltarse nuevamente de Matías, pero el desgraciado la sostenía muy fuerte.
-No te muevas, preciosa –le dijo. –Ahora sabrás lo que es bueno.
Tragó saliva. Que Osvaldo la hubiera traicionado así como así, le partía el corazón, en especial porque sabía que Laura confiaba plenamente en él, y aún así no quería creer lo que estaba a punto de pasar. Le dolía la garganta porque quería llorar, patalear y gritar lo más fuerte que pudiera, pues la impotencia la estaba matando. No sabía de lo que Osvaldo era capaz de hacer, pero con lo que acababa de presenciar, se daba clara cuenta de que el tipo no era nada un idiota como había pensado. Además, también estaba su prima Camila, ¿qué haría Osvaldo con su prima? Mm, acá iba a pasar algo grande, y ella no estaba pensando en una irrupción sorpresa a la O.S.A.I., si no algo interno, pues con lo que ella y Camila estaban a punto se saber, las cosas no podían quedar como había estado por décadas. Algo iba a estallar esa noche, y si ella terminaba viva, era porque lo peor aun no pasaba. Por ahora trataría de entender lo que sucedía, pondría atención hasta en los más minúsculos detalles, así podría elaborar un panel en su mente, con la explicación exacta de lo que ocurría. Así lo había hecho siempre y no iba a cambiar ahora.



Respira, por favor respira, no conviene estar medio muerta ahora, vamos… Con los ojos bien abiertos, Ale siguió a Daniel por lo que parecía un laberinto de innumerables puertas y pasajes, no tenía de hacia donde estaba el Norte, menos el Oeste. Si quería escapar tendría que hacerlo a ciegas porque ya estaba muy perdida y no iba a orientarse fácilmente. Y era cierto, lo único que ella quería hacer era escapar, correr fuera, tomar un taxi e irse a su casa, lo deseaba de corazón, sus pies le pedían a su cerebro que diera la orden necesaria para cambiar de dirección y ponerse a correr, pero por nada del mundo ella daría esa orden.
Eduardo, piensa en Eduardo… gritaba en su mente, ¡Piensa en él! ¿Qué puede estar sucediéndole ahora mismo? Respiró hondo por octava vez consecutiva, si seguía con Daniel a lo mejor que podría llegar era a estar frente a Eduardo, viendo cómo lo torturaban o algo por el estilo mientras él hiciera de todo por salvarla, tal vez ella gritara su nombre, pero las paredes con aislantes no lo dejarían oír, tal vez ella se pondría a llorar, pero él apenas la vería, tal vez ésa sería la última vez que lo podría ver…
-¿Dónde vamos? –quiso saber ella. Había escuchado de Daniel que la llevaría donde el jefe, pero no estaba segura. Y no es que confiara en que él era bueno y todo eso, si no que algo dentro de ella le decía que él no la llevaría donde ese tal jefe y punto, pero tenía que preguntar dónde en realidad iban.
-Donde el jefe, ya lo escuchaste.
Bueno, el tipo sí era malo, y su corazonada no servía para nada. Excelente.
-Pero…
-Prometiste que me ibas a seguir el juego ¿no? Entonces no preguntes.
-¿Juego? ¿Entonces es de mentira?
-No, no es de mentira. Pero tengo un plan, y ese plan me dice que tengo que ir donde el jefe.
-¿Acaso el plan tiene vida?
-Ah, por favor, sígueme la corriente. Aceptaste la condición. Así que te pediría que dejaras de preguntarme, entre más hablo más me desconcentro.
-Mm, se me había olvidado que los hombres eran monocordes –se quejó ella.
Ale oyó como Daniel refunfuñaba algo, pero no le hizo caso. Siguieron caminando por alrededor de 3 minutos más hasta que Daniel se detuvo frente a las puertas de un ascensor. Ella instintivamente se acercó a él y le agarró la manga.
-¿Tienes miedo?
-Sólo de los ascensores.
-Sólo de los ascensores, -repitió Daniel divertido. -¿Y de esta situación no? –inquirió cuando hubieron subido al ascensor.
-Sí, un poco –murmuró ella. De verdad que los ascensores le daban un poco de miedo, con todo eso que se mostraba en la tele de que se podían quedar parados o acabar el aire… Notó que iban al piso nº 18 ¿Qué tan alto será este edificio? Se preguntó. Movió un poco la cabeza. Una duda se le vino a la mente y mejor se la preguntaba a Daniel ahora que podía, pues tal vez nunca más pudieran estar solos.
-¿Quién es el jefe? –inquirió mirándolo detenidamente para sopesar su reacción. Daniel sólo levantó una ceja.
-No sé.
-Yaa, ¿como así?
-Nadie lo conoce, en realidad nadie sabe siquiera si existe. Tal vez haya alguien, algún personaje que conozcamos que lo sea, pero que yo sepa nadie lo ha visto jamás, excepto… -Daniel guardó silencio como si se le ocurriera algo de repente.

sábado, mayo 23, 2009

Capítulo XVIII.

Daniel guió a Ale hacia dentro del edificio pasando junto a la ambulancia que yacía allí apagada y vacía. En su cabeza pasaban rápidamente, imágenes de capturas pasadas en las que él había estado presente. El futuro no se veía para nada prometedor para Laura. Sentía un pequeño malestar en el pecho, como una agujero y no tenía idea de lo que se podría tratar, tampoco se lo iba a preguntar a su “compañera”, la pobre parecía estar en un estado de locura momentánea, pues a ratos miraba fijamente un punto como si se acordara de algo, para luego poner la mayor cara de pena que había visto nunca. Las amigas de Laura, son igual de dementes que ella, pensó. Y en ese preciso instante, el agujero en el pecho se intensificó. Se lo tocó con la mano y trató de apretarlo para que le dejara de doler y se dio cuenta deque no era un dolor físico. A él le dolía el corazón, y cuando lo supo, le dio vergüenza. ¿El corazón? ¿Por qué?, se preguntó. Tal vez era porque sentía que iba a perder un puesto muy significativo dentro de la S.S.J. por tratar de salvar a Laura.
Otro dolor.
Basta, dijo para calmarse, debo concentrarme… Y era cierto. Mínimo tenía que tener tres planes para, siquiera, pensar en la posibilidad de salvar a Laura –otro dolor – y sacarla a ella y a su amiga sanas y salvas del lugar.
-¿Te pasa algo? –oyó que le preguntaban.
Se dio cuenta de que había dejado de caminar. Ale lo miraba extrañada.
-No, -le respondió. –Vamos.
-Si tienes miedo podríamos parar –le dijo ella. Daniel la miró y la vio sonriendo.
-Já, que chistosa… -respondió haciendo un desprecio.
-¿En serio? Nadie me encuentra chistosa… soy bastante aburrida a decir verdad.
-Créeme, de aburrida no tienes nada…
Daniel se fijó en que ella fruncía las cejas para luego levantar los hombros.
-Como quieras, vamos.
-Claro, vamos.
Verdad. Tenía que tratar de salvar a Laura, porque él no iba a mover un solo dedo por salvar a Eduardo, o sea, que la chica esta lo soñara. No iba a arriesgar la vida de Laura por salvar a un tipo como él. Este era el momento que hace tanto tiempo esperaba, tenerlo en su poder, para hacerle pagar todo lo malo que por su culpa le había pasado y aunque Ale le llorara no iba a detenerse.
Caminó, seguido por Ale, hacia la puerta situada a un costado del estacionamiento, por donde seguro habían entrado Laura y Eduardo. Apenas entrar en el lugar un par de personas lo abordaron.
-¡Daniel! Hombre, ¿Dónde te habías metido?
-Menos mal que llegaste, el jefe está que te mata…
Daniel asintió un poco sorprendido de que Matías aún no hubiera dicho nada. En un movimiento instintivo agarró a Ale del brazo y la puso a su lado. Los chicos la miraron muy bien, y él sintió como la chica trataba de esconderse. Bueno, algo diferente tenía que tener de Laura, que de seguro veía a los chicos y se quedaba prendida de ellos, con la boca abierta y sonriendo como loca.
-¿Y ella? –preguntó Ronald. Un chico casi nuevito, que se había ganado la confianza del jefe por ser siempre el que le decía las malas mañas de los otros agentes de la sociedad.
-No es nadie. –Respondió él mirando para hacia otro lado buscando la manera de salvarse de él.
-Pero si la traes a media noche… -acusó Jimi malicioso.
Perfecto, lo que le faltaba, que el segundo más chismoso de la sociedad también estuviera allí.
-No se metan, ella es para el jefe. –Dijo sin pensar. Notó como Ale se encogía a su lado. Estaba claro que la chica había corroborado todos sus miedos acerca de él. Nadie cree que pueden sacar algo bueno de mí, pensó con casi tristeza, excepto Laura. –Un dolor ahora le recorrió más fuerte desde el estómago hacia el corazón.
-Para el jefe –reflexionó Ronald con una mano en la barbilla caminando alrededor de Daniel sin quitarle la vista a Ale. –Mm, tienes cosas más importantes que hacer que levarle cosas al jefe-
-Por lo que deberías dejárnosla a nosotros. -terminó diciendo Jimi.
-No. –Bufó Daniel acercando más a Ale hacia él. Laura lo mataba si dejaba a su amiga sola con dos tipos como ellos.
-Mm, pues me parece raro… -murmuró Ronald.
-Muy raro… -asintió Jimi.
-No es raro, ella es la novia de Eduardo.
Daniel se mordió el labio inferior apenas lo dijo. Debería haber callado ese minúsculo detalle, pero ya no podía, tenía que decirle algo a los tipos para que se fueran y los dejaran pensar con claridad. Sintió como Ale trataba de alejarse de él, pero, obviamente, él tenía más fuerza.
-Oh, -dijo Jimi sonriendo. –Un perfecto regalo para el jefe.
-¿Se lo entregarás en persona?
-Sabes que no, nadie conoce al jefe. –Daniel movió la mano en gesto de obviedad.
-Matías sí.
-Ése es otro cuento. –Le espetó Daniel. Por eso no podía mandarle una patada al idiota ese, era el preferido del jefe, nadie con sentido común se atrevería a hacerle algo a Matías.
-Pues bueno, mejor te dejamos en tu camino, -dijo Ronald retrocediendo un poco –creo que en el pizarrón dejaron todas las instrucciones a seguir por lo que allí encontrarás lo que debes hacer dado el operativo que vamos a llevar a cabo.
-Bien –agradeció Daniel, quien más que agradecido estaba muy, muy aliviado de que se fueran.
Vio cómo se iban hacia la derecha, de seguro al departamento de tecnología en armas, pues bien, él tenía que hallar la manera más rápida de sacar a Ale y Laura se ese lugar –el pecho volvió a dolerle -.
-Vamos –apuró a Marisol.




Estheffi estaba a punto de llorar. Ahora sí que no podría salir de ahí. Se había ilusionado tanto en poder escapar que al ver como todo se arruinaba ya no reaccionaría de forma óptima si tenía que salvar su pellejo. Este es el fin, se dijo.
-Quédense atrás, yo hablo.
Se dio media vuelta y vio cómo Osvaldo se adelantaba hasta quedar de de espaldas a Camila y a ella.
-Os, espérate, ¿cómo que tú hablas? –inquirió Camila adelantándose hasta quedar a lado de su primo.
-Camila, quédate atrás. –Ordenó Osvaldo.
Estheffi ladeó la cabeza tratando de comprender la escena. Rememoró lo que había pasado tratando de encontrarle sentido a la acción de Osvaldo.
Primero: Lo había conocido por medio de su amiga Laura, que también era a miga de él. Segundo: él no sabía nada de nada, o ella pensaba. Tercero, estaba con su prima, Camila, porque solo, no hubiera podido ayudarla a escapar y cuarto, ella creía que él era tan inocente como Laura. Él la había ayudado cuando más lo necesitaba, le había dado una cama en donde dormir y comida. Y que ahora se comportara de esta forma, la descolocaba. La hacía sentirse tan ínfima, pues con la actitud que Osvaldo estaba demostrando, que era de superioridad hacia alguien con más experiencia, a ella le estaba entrando el miedo, y ya sospechaba lo que podría estar pasando, pero de sólo imaginarlo el pecho se le contraía de terror. Se mordió la lengua, creyendo que gritaría. Las manos comenzaron a temblarle y apenas podía sostenerse en pie. Porque lo que ella sospechaba, era muy cierto, y no había ninguna otra explicación a lo que Osvaldo hacía en esos momentos en que, solo, esperaba la llegada de Matías frente a la puerta de su celda mientras con su mano retenía a Camila, “la mujer de la experiencia”, para que interfiriera en lo que él tenía que hacer. Y lo que él tenía que hacer a ella la llenaba de pavor

jueves, mayo 21, 2009

Capítulo XVII. Parte 5.

Laura cerró los ojos tratando de imaginarse en su casa, viendo TV o tal vez tocando guitarra con sus hermanas, pero el ruido de la supuesta ambulancia no la dejaba concentrarse. Tenía una mano en la sien de la cabeza, pues ésta le había comenzado a doler no hacía mucho, y la otra fuertemente agarrada a la de Eduardo. No quería siquiera pensar en lo que le harían o en lo que les pasaría de ahora en adelante. No quería pensar en lo absoluto. Las ideas que la abordaban no eran muy alentadoras que digamos y ella no tenía la menor intención de presenciar su muerte antes de tiempo en su mente.
-Ya vamos a llegar –oyó que Eduardo le susurraba al oído.
Se tensó al momento. No quería llegar allí, pensaba que tal vez Daniel no iba a estar, pues como la había ido a buscar no estaría en la sociedad en estos momentos y ella, ahora sí, estaba desamparada. Bueno, no totalmente, Eduardo le había prometido que la cuidaría, pero ella hubiera esperado que Daniel cumpliera ese papel. Y le daba una lata enorme tener que ser a carga de Eduardo. Espero que Ale me perdone por no poder salvarlo… pero le era imposible pensar en salvarlo, o sea, como estaban las cosas… no podía pensar en algo bueno en estos momentos y menos en la posibilidad de salvarlo… o salvarse y no podía, tampoco, pensar en lo que iba a pasarles. El miedo estaba haciendo mella en ella y comenzó a marearse.
-¿Lau...Sandra? –preguntó preocupado Eduardo levantándole la cara para mirarla.
Laura le sonrió con una cara digna de un borracho cualquiera.
-Estoy bien –le dijo. Eduardo enarcó las cejas.
-¿Bien dices? Estás loca.
-Bueno, no eres el primero en decírmelo.
-Ese no es le punto. ¿Te sientes mal?
-No, cómo se te ocurre, están a punto de matarme, eso me da ánimos.
La ironía a penas le salía. Eduardo bufó por como Laura le estaba respondiendo.
-Estoy hablando en serio. –Le dijo.
-Yo no, no quiero… -le respondió ella y agachó la cabeza.
Si ella hablaba en serio no sabía qué consecuencias sufriría después, no quería imaginarse en lo que estaban y prefería pensar con humor.
-Cállense –ordenó el tipo que estaba con ellos. Laura levantó la cabeza y lo miró.
-Ahora recuerdo –dijo en susurros, el tipo entrecerró los ojos –tú y el otro demente quieren deshacerse de Eduardo… debí suponerlo.
El tipo y Eduardo se miraron. Al primero no el sorprendió mucho la acusación de la chica pues sabía que trabajaba para la misma organización que Eduardo, la O.S.A.I., pero al segundo le sorprendió muchísimo que Laura supiera algo así, dado que Ale apenas se había enterado la noche anterior. No era nada lógico que ella lo supiera.
-¿Cómo sabes eso? –murmuró Eduardo al oído de Laura. Ella frunció los labios sin ninguna gana de hacer a su cerebro trabajar para recordar como lo sabía.
-Eh, un amigo… -dijo asintiendo como un borracho, -además da lo mismo. Hoy todos moriremos… Menos Ale que debe estar bien…
-Ale, -dijo el tipo malo frente a ellos. Eduardo se envaró y lo miró desafiante. –Me cayó bien la chica, -continuó como reflexionando para sí –un poco chillona, pero bien. Lástima que se quedará sin su lindo Eduardo… -terminó burlándose.
Laura sintió cómo Eduardo le pasaba un brazo por detrás de la espalda y la estrechaba con fuerza.
-Ah, veo… la cambiaste por esta otra… -dijo el tipo asintiendo con una sonrisa.
Laura alzó un poco la vista y se fijó en que Eduardo se aguantaba las ganas de propinarle un golpe al tipo, que bien se lo merecía, sólo por que no quería causar más problemas. Tal vez ya tuviera alguna forma de escapar en su mente y una pelea ensombrecería todo lo planeado, o tal vez, lo hacía de caballero que era, o porque si había algún conflicto ella podía salir mal parada… no sabía porqué él no le daba una buena patada en la cara, puesto que ella ya tenía mil ganas de hacerlo, pero en su actual estado apenas si podía escuchar bien lo que se estaba hablando, levantarse ni loca. Sintió cómo la ambulancia entraba a un lugar al pasar por un lomo de toro. Con miedo pudo reconocer fácilmente el lugar por las ventanas traseras de la ambulancia. Había pasado la noche anterior dentro de este terrorífico edificio, nunca pensó en volver tan pronto y se le revolvió el estómago de puro miedo. Calma Laura, calma, se dijo. Pero no podía, aunque lo pensara mil veces, aunque supiera que Daniel podría llegar a salvarla, aunque reconociera que si se moría iría al cielo, no podía estar calmada. Tenía que haber alguna salida a todo esto. Quizá podría llamar a Daniel mientras nadie la miraba, aunque le parecía menos que surrealista poder lograrlo, pero intentando no perdía nada.
Disimulando, hizo como que le picaba algo y buscó su teléfono celular. Entrecerró los ojos cuando no lo sintió en su bolsillo. Casi se espanta al no sentirlo por ningún lado. Su celular había desaparecido. Ahora ni siquiera Daniel podría llamarla porque la muy bruta lo perdió. Idiota, se dijo a sí misma.
Oyó que la puerta trasera de la ambulancia se abría, Eduardo a su lado se envaró.
-Hora de bajarse –dijo Ismael desde el asiento delantero, de donde él comenzó, también, a bajarse de la ambulancia.
A su lado Eduardo hizo el ademán de levantarse pero ella lo retuvo.
-¿Sandra? –inquirió él bajando la mirada hasta encontrarse con la de ella.
-No puedo moverme –le dijo Laura. Y era cierto, apenas sentía las piernas.
-Vamos –le convino él. –Sé que puedes, eres fuerte.
-No sé si tanto… -admitió ella. Eduardo levantó la vista y miró al tipo que estaba frente a él, el cual los miraba sin ningún atisbo de sentimiento alguno. Una cara sin expresión.
-No te voy a cargar. –Le dijo Eduardo.
-No… ¿Quieres morir antes de tiempo? -le respondió ella tratando de contener la risa. Obviamente no había pensado en la posibilidad de eso. Eduardo también formó una sonrisa.
-Vamos Sandra.
Laura respiró hondo, y apoyándose con ambas manos sobre los hombros de Eduardo trató de levantarse. Lo hizo. Apenas y con mucho dolor en las piernas, pero se levantó.
Eduardo le dio la mano y él bajó primero para ayudarle a ella a hacer lo mismo.
Mi amiga se encontró el medio partido… pensó con envidia, Daniel ni si quiera se bajaría, estoy segura que con una patada ya me mandaría al suelo. Y por su culpa estoy aquí.
-No seas así de dura, -le dijo Eduardo. Laura levantó la vista cuando apenas había tocado le suelo al bajar. –No sabes en qué está metido él.
-¿De verdad que no lees las mentes? –le preguntó ella. Eduardo bufó divertido.
-Hablas tan alto que de seguro él también está escuchando.
-Silencio, ambos.
-Oiga –se dio vuelta Laura, quien estaba un poco choreada con la actitud del tipo. –Estamos hablando, ¿también nos cortarán la lengua?
-Buena idea, lo tendré en cuenta –le respondió el tipo. Laura apretó los puños, pero sintiendo la mano de Eduardo sobre su hombro se contuvo. Él también lo había hecho, ahora le tocaba a ella contenerse.
Eduardo la empujó levemente para caminar y adentrarse en el horrible edificio. Todo estaba a punto de terminar, y bueno, ella se metió y nadie la había obligado, por lo que ahora asumía completamente su responsabilidad. No haría nada, no trataría de escapar, más que mal, era menos que imposible. Cerró los ojos y se acercó más a Eduardo. No tenía más compañía que la de esa persona. Ya no tenía nada más.

miércoles, mayo 20, 2009

Capítulo XVII. Parte 4.

Osvaldo se quedó mirándola. A Estheffi le vinieron unos dolores en el estómago. Desvió la mirada hacia la chica quién a su vez los miraba a ambos.
-Espero –dijo caminando hacia la puerta de salida, -que por lo menos le agradezcas bien a mi primo lo que ha hecho por ti…
-No, si yo estoy muy agradecida…
-Pero no acá, lesa. –Le corrigió Camila sonriendo.
-¿Ah no?
-Primero hay que salir vivos de esta, si no, ¿cómo le agradeces si te dejamos muerta?
Estheffi tragó saliva. Osvaldo se adelantó.
-No seas así Cami, no la asustes más de lo que está.
-N-no estoy asustada… -tartamudeó Estheffi.
-No, -se burló Camila –para nada… Ahora veamos… cómo salimos de aquí…
Dijo mientras abría la puerta lentamente antes de que una voz los dejara paralizado a los tres. Una voz que las chicas conocían muy bien y, que a Osvaldo, le pareció conocida.
-¡Jope! –exclamó por lo bajinis Estheffi, -Matías…



Si las cosas seguían como estaban, seguro le venía un patatús. El corazón estaba que se le salía por la borda, y las manos parecían salidas de la ducha. Demasiada tensión para una joven como ella. Pero no iba a decir que se derretía de miedo, porque si le hubieran dado la posibilidad de estar a salvo ella ahora estaría leyendo o viendo series en el computador. Pero no, ella tenía y quería saber si Eduardo estaba bien, quería verlo, sentir su voz, besarlo…
-¿Falta mucho? –le preguntó al antipático de Daniel, que los últimos minutos no había abierto la boca si no fuera para decir una sarta de malas palabras en contra de –y ella estaba 100% segura –Eduardo.
Daniel no se molestó en contestarle si no que moviendo la cabeza y con algunos gestos de manos le indicó que no. Ni que supiera lenguaje corporal… se quejó ella tratando de descifrar al última parte en la que Daniel dio un respingo y movió todos los dedos del volante.
-¿Y… voy a tener que entrar? –se aventuró a preguntar. Daniel hizo un gesto, ahora sí muy fácil de entender: sonrió sarcásticamente.
-¿Qué? ¿Pensabas quedarte afuera y de repente ver salir por los pies al imbécil de tu novio, para luego irte con él?
-No, pero…
-Vamos a entrar, y una vez allí tú harás lo que te venga en gana.
-¿Cómo? –preguntó ella con hilo de voz.
-No pensarás que iba a hacerme cargo de ti y de paso empeorar las cosas… -añadió más bajo. Ale frunció el cejo.
O sea, no pensaba entrar a la S.S.J. sola, primero no sabía dónde encontrar a Eduardo y segundo, seguro que la pillaban antes de haber pisado el primer centímetro del edificio. Se volvió a mirarlo.
-No me dejes sola, por favor… -le rogó en un susurro.
Daniel se volvió a mirarla para luego concentrase nuevamente en la carretera y en la ambulancia a la que seguía.
-¿Por qué debería? –inquirió él.
-Necesito que me ayudes… -le respondió ella mirando a la carretera también. –No puedo hacerlo sola…
Lo miró de reojo con la esperanza de que él por lo menos pensara en ayudarla. Aunque no creía que lo hiciera… la verdad es que él era malo, como Eduardo le había dicho. No podía entender que su amiga estuviera enamorada de alguien tan vil como Daniel.
-Tú también estás tan preocupado de Laura como yo de Eduardo… -dijo como para hacerle entender a qué desesperación ella se atenía. –Sabes lo que se siente no saber qué les pasará…
-Te equivocas –la cortó Daniel mientras la miraba –Yo sí sé a lo que van… -y volvió su vista a la carretera.
-Entonces me entiendes ¿cierto?
-Los sentimientos de las personas son diferentes. –Le respondió el tratando de salirse por la tangente lo que Ale notó al instante.
-Sí, tienes razón, pero todos se sujetan al corazón, y eso es lo que todas las personas tenemos.
-Mm –razonó Daniel.
Ale se dio cuenta de que Daniel pensaba qué hacer sobre la ayuda que ella le había pedido. Ahora, sí él la ayudaba lo primero que tenían que hacer era saber qué pretendían hacerles a Laura y a Eduardo. Aunque Daniel le había dicho que él podría saber qué era lo que harían con ellos, ella no estaba 100% segura de eso, sin embargo sabía muy bien que no iba a ser nada bueno. Miró de reojo a Daniel, el cual no movía ni un solo músculo facial y se retorció las manos. ¿Y si no la ayudaba? Porque eso sí, ella no podría hacer nada sola. Su sistema nervioso no daría tanto de sí como para que ella pudiera soportar lo que haría en caso de estar completamente sola tratando de salvar a Eduardo. Oyó cómo Daniel suspiraba a su lado.
-Está bien –respondió. –Pero me vas a prometer que no te meterás en lo que yo tenga que hacer antes, ni en los métodos que use. Además tienes que jurarme que me harás caso en todo y me seguirás el juego siempre. ¿Aceptas?
-Acepto.
-¡Diablos! Por lo menos dí que lo vas a pensar… -exclamó Daniel sin ocultar la sorpresa de que ella haría lo qué él le dijera sin chistar.
-¿Hay otra manera en la que me ayudes? Porque si la hay prefiero la otra, pero no me dejas alternativa, ¿cómo lo voy a pensar si está en juego la vida de la persona a la que amo…?
-¿Amas a ese idiota? –Inquirió divertido Daniel –Tendré que decirle a Laura que le dé consejos a su amiga sobre romance porque veo que estás…
-Laura no podría darme consejos –replicó Ale –porque su relación está peor que la mía, no seas patudo.
-¿Peor? ¿Ella te lo comentó?
-No, pero se nota a leguas. Ella haría todo por ti, pero tú ni al caso. Estoy segura, y creo que ella también lo está, de que a la menor oportunidad eres capaz de dejarla por otra cosa, lo que Eduardo no haría ni por asomo…
-¡No hables de ese imbécil! –gritó enfurecido Daniel. Ale se encogió en el asiento creyendo que había llegando demasiado lejos con sus palabras. –Tú no me vengas a decir cómo debo estar con Laura, ella es la única persona en el planeta que sabe cómo soy y no le molesta, me quiere con rabietas y todo.
-¿Y tú la quieres? –se aventuró a preguntar Ale sin contener las ganas de saberlo.
-Ése no es tu problema. –Respondió él con los dientes apretados.
-Claro que lo es, te quieres meter en mi relación con Eduardo y no quieres que me meta en la tuya, eres muy inconsecuente.
-Como digas, ya no quiero hablar más del asunto.
Ale se dio cuenta de porqué, tal vez, Laura lo había elegido a él. Le gustaba su forma de ser, eso es obvio, pero había algo más, tal vez el encontrarlo tan desamparado o solo, puede ser que Laura lo haya visto así y por eso arriesgaba la vida ahora para estar con él. Quién sabe, ni aunque se conocieran desde hace mucho tiempo podría llegar a entender la maraña de cosas que Laura tuviera en la cabeza y viceversa. Respiró hondo e iba a preguntar, nuevamente, cuánto era lo que faltaba cuando el Mustang dio una virada rápida y entró en un estacionamiento. Ale sintió una corriente por toda la espina dorsal. Éste era el momento de la verdad…
Lo que más temía era encontrarse con lo que Eduardo era en realidad, sí claro, ella sabía lo que hacía pero no la manera en la que él actuaría delante de una situación como esta. Además sabía que después de esto su situación como su novia pendía de un hilo pues él mismo le había dicho que tendrían que separarse. Un nudo en la garganta apareció al instante. No quiero, fue lo primero que se le vino a la mente, no quiero que se aleje de mí, así sea pasar por estas situaciones miles de veces más, no…
-¿Vas a venir o mejor te dejo aquí hasta que alguien más te encuentre?
Ale levantó la vista y vio que Daniel estaba con la puerta abierta a su lado, de pie y con la urgencia reflejada en la cara. Sacudió la cabeza para despejar las ideas que tenía en ese momento en la cabeza y asintió.
-¿Y podría ser hoy? –le apuró Daniel.
-¿Eh? Sí, claro…
Estaba muy distraída, no tenía idea de lo que podría pasarle y le daba un miedo terrible saber más cosas de las que ya sabía. Ya basta, se dijo, esto es por Eduardo… y con ese pensamiento que le daba fuerzas salió del Cobra y comenzó a seguir a Daniel a donde él tuviera planeado dirigirse.

martes, mayo 19, 2009

Capítulo XVII. Parte 3.

Daniel cerró el celular temblando. Ahora ya no sabía que iría a pasarle a Laura. Y jamás se perdonaría si no la volvía a ver. Guardó el teléfono en la guantera del Cobra y continuó con la mirada puesta en la aparente ambulancia, la cual, él lo sabía muy bien, era un vehículo de la D.T.A.
-Oye… -oyó que le hablaban.
Debería dejarla ir, a Laura no le gustaría que su amiga también estuviera puesta en peligro por mi culpa… se dijo. Iba a hacerlo, a aparcar rápidamente en alguna esquina en donde pasara locomoción colectiva, y partiría a salvar a Laura, pero al parecer la amiga de Laura no tenía la mínima intención de hacerse a un lado y dejar que él manejara las cosas como quería.
-Daniel –le habló en un tono que no dejaba dudas de que estaba completamente decidida a hacer lo que tuviera que hacer. –Yo tengo que ir contigo. Tengo que ver si Eduardo está bien, y Laura también. No vayas a pensar en dejarme a un lado. Por favor.
Daniel se quedó mirando cómo la carretera se iba tornando más concurrida a medida que se acercaban al centro de la ciudad para llegar al sur.
-¿Estás segura?
-No, pero es lo que debo hacer.
Daniel asintió sin mirarla.
Esta bien, cómo ella quisiera, si quería morir era su problema, pero que nadie, le dijera a él que no pensó en dejarla a salvo.
Y con la decisión en la cabeza apretó el acelerador a fondo para ir tras esa ambulancia.


Cuando Estheffi por fin entendió lo que le había pasado, ya estaba sentada en una silla, amarrada por los pies al suelo y con unos tres guardias cuidándola. Todo había pasado demasiado rápido, y lo que ella creía, era le perfecto plan de escape se había tornado un desastre total y ahora debía pagarlo con su vida como Matías le había dicho cuando le vino a hacer una visita.
-¿Así que escapándote? –le había dicho irónico. Estheffi no le respondió. Sabía muy bien que entre menos hablara, menos iba a poner en peligro a quienes la ayudaron. Pero Matías no era paciente. Casi le rompe la muñeca cuando se la dobló. -¡Contéstame!
Pero ella se mantuvo firme. No iba a delatar a Eduardo, a Osvaldo y menos a Laura, la cual la había ayudado siempre. Se aguantó las ganas de gritar como toda una valiente y no dijo nada de nada mientra veía como sus ojos se convertían en cascadas de lágrimas. Matías había salido furioso.
-Espérate y verás. No vas a ver la luz del sol nunca más… -Le dijo saliendo con un portazo de la habitación donde la tenían encerrada.
Sabía de sobra que la amenaza de Matías se cumpliría, porque no había forma de salir de allí. De primera, Eduardo creía que iba en vuelo tranquilo hacia Marruecos y en segunda Laura no sabía nada de nada. Tal vez sintiera algún presentimiento, pero nada más. Y tampoco quería que se involucrara. No, ya no salía de ahí con vida. Tal vez en una bolsa, como hacían con todos aquellos que morían allí, pero nada más.
Cerró sus ojos y deseó estar en casa. Tranquila, comiendo con su hermanita… pero ella no la volvería a ver. Tragó saliva. Ahora sí que estaba condenada de por vida.
Le dio sueño, estaba cansada y la posición en la que estaba no le ayudaba en nada. Tal vez debió haber escuchado a su amiga, compañera de la S.S.J. en España. Debió hacerle caso cuando ella le aconsejó salirse de la S.S.J. al saber que vendría a Chile. Pero ella no, nada de nada, oídos sordos y tomando el avión se vino sin más ni menos.
Cuánto se arrepentía…
Se quedó dormida. Y soñó. Soñó que caminaba por una ruta desconocida y oscura, ella sabía lo que quería encontrar pero aunque lo veía era incapaz de hablarle. Incapaz de pedirle ayuda, porque no quería que se involucrara más, ya no…
-Estheffi –le hablaba la persona. –Vamos que no hay tiempo.
Ella sabía de sobra que no había tiempo, pero no quería de ninguna manera que él se involucrara en esto. No ahora que las cosas ya no tenían remedio.
-Estheffi, vamos por favor… -rogó la persona.
Ella quiso poder hacerle caso pero no podía, estaba quieta en algún lugar, atada al suelo o algo parecido…
-¡Estheffi! –gritó la voz.
-Cállate idiota, -le reprendió otra femenina -¿quieres que nos descubran?
-Pero es que no se despierta… -se quejó la voz masculina.
-Habrá que golpearla no más… -señaló la otra.
-¡No!
-Eso, sigue gritando y estaremos como ella en cinco minutos más.
-Pero no al golpees…
-¿Cómo quieres despertarla entonces?
-Eh… a ver…
Estheffi antes de que cualquier cosa que le pasara, abrió los ojos. El sueño parecía demasiado real como para que fuera realmente un sueño, y cual no sería su sorpresa al ver a dos personas muy cerca de ella mirándola atentamente. Se enderezó rápidamente muy confundida.
-Jo… -fue lo único que pudo decir.
-Estheffi, ¿estás bien? –le preguntó Osvaldo.
-No. –Respondió ella.
Estaba muy confundida. Hubiera deseado que no fuera precisamente él quien la rescatara. Si no alguien con más experiencia en cosas como esas. Y para qué estamos con cosas si lo único que quería ella en esos momentos era que Eduardo estuviera allí para buscarla. Suspiró al ver la cara de Osvaldo que la miraba con mucha preocupación, tal vez Laura tuviera que ver con esto.
-¿Te hicieron algo chica? –le preguntó la persona que acompañaba a Osvaldo. A Estheffi le pareció conocida, pero no recordaba muy bien en dónde la había visto.
-Eh, bueno, no me han golpeado aún… -le respondió ella, Osvaldo abrió la boca para hablar, pero la otra chica no le dejó. La miró a los ojos.
-Vamos a sacarte de aquí –le dijo.
-¿Eh? O sea, no se puede, ¿acaso saben donde están metidos?
-Mira Estheffi, ella pertenecía a esto. –Habló Osvaldo. Estheffi lo miró.
-¿Cómo?
-Dejemos las historias para otro momento, -interrumpió la chica antes de que Osvaldo pudiera responder a lo que Estheffi había preguntado. –Quédate con que yo sé como salir de aquí.
-Nadie conoce este edificio. –Señaló Estheffi.
-Yo sí. –Respondió la chica muy confiada.
Estheffi miró a ambos pensando que tal vez siguiera soñando, lo que no creía ni por asomo, pues los veía y podía sentirlos. Pero no encontraba ninguna explicación al hecho de que ellos hubieran podido entrar a la sociedad y que estuvieran sanos y salvos en ella más encima para rescatarla.
-No, no entiendo… -dijo Estheffi luego de mirar cómo la chica le sacaba las cadenas de los pies.
-Laura... –dijo Osvaldo. Él iba a decir otra cosa más, pero la chica se enderezó y lo miró con reproche.
-No hay nada que explicar, al menos no ahora, no hay tiempo… -puntualizó la chica.
-Camila… -le dijo Osvaldo, -ella tiene que saber.
-Sí, lo sé, pero no ahora… a menos que la española quiera quedarse aquí, porque si es así tenemos hasta que decidan matarla para explicarle porqué decidimos rescatarla… -Camila se volvió a ella – Qué decides, ¿nos quedamos o nos vamos?
Estheffi se levantó un poco intimidad en la forma en que Camila le hablaba, notaba que si hubiera sido por ella no estarían aquí sacándola de la situación más peligrosa en la que hubiera estado en su vida.
-Nos vamos. –Dijo.

lunes, mayo 18, 2009

Capítulo XVII. Parte 2.

Eduardo se acercó a Laura y le tomó de la mano. Laura casi salta de la impresión pero no dijo nada, sólo se limitó a mirarlo.
-Eres la mejor amiga de la mujer a quien más quiero en estos momentos. Te juro que no dejaré que te suceda nada… -le prometió e n un susurro. Laura asintió.
-Yo trataré de no ser un estorbo –prometió ella a su vez… -y gracias…
-No hablen y caminen –ordenó el tipo que no era Ismael.
Laura instintivamente miró en la dirección del policía que minutos antes le había advertido de lo que ellos no podían hacer. La mirada del policía lo corroboraba. Asintió cuando él se despidió de ella con apenas un gesto en las cejas. Ahora sí que las cosas iban a tomar el rumbo definitivo. Ya nada se podía hacer. Las cosas estaban, ahora, en manos de gente a la que ella no conocía. De personas obsesionadas con el poder. De individuos que jugaban a ser Dios.
Con la cabeza gacha siguió la ruta que Ismael iba marcando para ellos. Salieron del tumulto de gente que aún estaba allí mirando, como si supieran lo que de verdad pasa, pensó ella con rabia, preocupados por saber de primera fuente lo que sucedió y nosotros sin saber si vivimos o morimos. Sacudió la cabeza tratando de eliminar esos pensamientos, ya que semanas antes ella era también una persona que no sabía nada de esto. Cálmate, rogó a su estado de ánimo, todo va a pasar, vas a salir de esta de una pieza, nada más…
Levantó la vista cuando Eduardo se detuvo, aún con su mano fuertemente aferrada a la de ella, frente a una especie de camión. Ismael le hablaba al tipo que estaba al volante mientras el otro, abría la puerta y les señalaba que subieran a la parte trasera del camión.
Laura siempre obsesionada con los tipos de autos no pudo identificar que clase era, pero sabía que era una especie de ambulancia, o sea, tenía todo el aspecto de ser una ambulancia, pero Eduardo y ella sabían que no era así. Este camión los llevaría, ya sea, al último lugar que como vivos verían, o al lugar del exterminio de toda esta basura.
Eduardo le ayudó a subir primero y luego él, muy despacio, tomó asiento junto a ella. Ismael se sentó al lado del conductor mientras el otro tipo lo hacía frente a ellos dos. Laura se fijó en que la parte de atrás del camión llevaba vidrio por lo que podía perfectamente ver hacia donde se dirigían. Eduardo la miró frunciendo el cejo cuando ella tragó saliva compulsivamente.
-¿Pasa algo? –musitó él lo más despacio que podía. Aún así el tipo frente a ellos los miró con atención.
-Es Daniel… -murmuró ella levantando la mano libre y apuntando hacia la ventana.
Ambos hombres miraron rápidamente por la misma sin encontrar nada. Eduardo se volvió a ella con los ojos entrecerrados.
-¿Lau…Sandra? –corrigió rápidamente.
-Oh, -respondió Laura volviendo a su posición original, -me equivoqué…
Casi se pone a llorar. Estaba segura de haber visto a Daniel caminado en esa dirección, estaba segura de que lo había visto, pero nadie más lo vio a él. ¿Había sido su imaginación? Por que si así había sido, debía tener una mente muy mala para hacerle pasar ese rato. Lo único que ella quería en esos momentos era correr y abrazarlo. Aspirar ese olor que la podía hacer olvidar de lo mal que la estaba pasando y alejarse se allí… Que Daniel se la llevara lejos y no saber nada más ni de agencias terroríficas ni de asesinatos… quería paz. Y estaba segura de estar muy lejos de conseguirla.



Daniel se fijó en la ambulancia que no tenía la sirena corriendo. Sabía que allí pasaba algo, pero de ninguna manera lo compartiría con Ale. La desconfianza era su fiel amiga. No iba a decirle lo que pensaba hacer, no habían hablado en el auto, menos iban a hacerlo ahora.
-Oye… ¿Vamos a quedarnos así toda la noche? –escuchó que le preguntaba.
Se volvió lentamente a ella conteniendo las ganas de meterla en el maletero y llevarla a la S.S.J. para así hacer sufrir un poquito al idiota de Eduardo.
-No –respondió. –Vamos a registrar el área y luego si no la encontramos le preguntamos a algún policía.
-¿Policía? –inquirió ella agarrándose las manos. -¿No se supones que ustedes son medios ilegales?
Daniel apretó los puños y le sonrió.
-Ellos no saben. No hagas más preguntas. –Agregó.
Iba a colapsar. La preocupación y la compañía de esta chica iban a fundirle el cerebro. Miró a su alrededor enfocando la vista en los lugares más oscuros por si encontraba a Laura. Nada. No había ni una pista de nada. Observó a la ambulancia nuevamente con más atención y sufrió una especie de malestar en todo el cuerpo.
Conocía muy bien esa marca en la parte baja, al un lado de la patente: D.T.A.
-¡Demonios! –masculló con frustración.
Se había olvidado completamente de que ésta era el área en donde habían capturado a Eduardo. Y obviamente, con lo curiosa que era Laura ahí debía de andar metida.
-No, -murmuró agarrándose la cabeza con ambas manos. –No, ella no… no allí… -decía con la mandíbula apretada mientras veía a la ambulancia alejarse rápidamente del lugar.
-¿Pasa algo? –oyó que Ale le preguntaba a su lado.
-Entra al auto –fue lo único que le contestó.
Él también se apresuró a volver al Mustang. Casi corrió y le fastidió mucho la lentitud con la que caminaba Ale. A este paso era muy posible que cuando llegarán a la sociedad no quedara nada de Belén.
Cuando por fin Ale se dignó a subir al auto lo arrancó al momento y no espero si quiera a que ella se abrochara el cinturón, lo que, parecía, le costaba un montón.
-¿Dónde vamos? –preguntó ella.
Otra vez con las preguntas, se quejó, tú limítate a seguirme porque por culpa de tu adorado novio Laura está en problemas. La miró con furia, pero ella apenas ni se dio por aludida.
-¿Dónde vamos? –volvió a preguntar ella. Daniel le sonrió malévolamente.
-A matar a Eduardo.
Oyó, con mucha satisfacción cómo la chica se atragantaba y gemía de espanto.
-No… -musitó ella, -no puedes…
-Claro que puedo, el muy desgraciado acaba de mandar a tu mejor amiga a la boca de los leones…
-No… -volvió a decir ella apenas.
-¿No? –Inquirió Daniel con ironía -¿Ves esa ambulancia adelante? –no esperó a ver si asentía y continuó hablando –pues bien. Allí está tu querido Eduardo y de seguro que también está Laura allí.
-No… tú no sabes…
-Oh, sí. Lo sé muy bien.
Daniel apretó el acelerador mientras buscaba su celular en su bolsillo. Estaba tan nervioso con lo que podía pasarle a Laura y tan enojado por el rumbo que habían tomado las cosas que la búsqueda del simple celular le resultaba un trabajo de titanes.
Cuando por fin lo encontró marcó el número 1 y esperó a que el marcado directo hiciera efecto.
-¿Aló? –contestó una voz masculina del otro lado de la línea.
-Matías, hazme un favor. –pidió él de forma muy desesperada. Ale lo miró al escuchar ese tono en la voz de Daniel. Escuchó como la voz que procedía del celular se reía.
-¿Me pides un favor a mí? No seas patudo, después de que te fuiste y nos dejaste… no creo que estés en condiciones de pedir nada.
-Matías, esto es importante.
-Sí es acerca de la loca de tu “amiguita” olvídalo.
-Matías… - imploró Daniel muy bajito. –Por favor…
-Adiós Daniel.
Clic.

sábado, mayo 16, 2009

Capítulo XVII.

-¿Ale? –le preguntó una voz ronca… de hombre.
-¿Daniel? –preguntó ella a su vez. Primero se delataba él que ella…
-Sí, ¿estás sola?
Ale abrió la boca de puro enfado. El tipo parecía detective, ¿cómo le preguntaba si estaba sola cuando la veía un poco más que trastornada? Quiso responderle con una ironía, pero pensándolo mejor, no lo hizo. Al fin y al cabo era el tipo que la iba a sacar de allí. Suspiró y se acercó a él.
-Sí, estoy sola. ¿Por?
-¿Tu novio no está contigo? –la voz de Daniel era de extrañes. A Ale le sorprendió.
-No, él… bueno, él me dejó aquí.
-¿Te dejó?
Ale sintió el tono implícito en esas palabras pero también lo pasó de largo.
-Sí, pensó que estaría a salvo aquí…
-En realidad me da lo mismo, así que súbete al auto y nos vamos a buscar a Laura, que como es, demás que está conversando de cualquier tontera y se olvidó de nosotros… ya vamos.
Ale levantó las cejas sorprendida de lo bien que conocía Daniel a su amiga, nunca se lo hubiera imaginado. Asintiendo caminó hacia donde Daniel le señalaba, pero se detuvo siquiera antes de tocar la manilla para entrar. ¿Estaba haciendo lo correcto? Es decir, Eduardo no confiaba en Daniel para nada, y ahora ella, en un momento de desesperación llegaba y entablaba una relación con él. ¿Estaba bien? Su cerebro le decía que tenía que salir de allí lo más pronto posible, pero en su corazón no tenía la menor intención de traicionar a Eduardo… ¿Qué sería lo correcto en este caso? Lo primero que le vino a la mente fue la reacción que hubiera tenido Laura en este caso, pero con Eduardo. ¿Habría ella confiado en él? Estaba claro que sí. Laura tenía corazón de abuelita, por eso era que se bancaba al egocéntrico de Daniel.
Suspiró. Está bien, se rindió, lo haré, pero pobre de que me pase algo, estoy segura de que no se saldrá con la suya… todo sea por salir de aquí…
-¿Pasa algo? –Preguntó Daniel abriendo la puerta del auto, pero deteniéndose al ver que ella dudaba.
-No… -mintió Ale, -estaba preocupada…
-Ah, mejor nos vamos que yo no tengo mucho tiempo…
Y entró en el auto. Ale respiró hondo y también entró. Ya no le quedaba de otra que continuar con lo que estaba haciendo, así Eduardo se pusiera como loco cuando lo supiera. A demás, también quería saber en dónde se había metido su amiga Laura.
El auto no era como el de Eduardo. Era más deportivo, más del estilo de Daniel. El de Eduardo podría considerarse muy elegante, en cambio este era más práctico. Se fijó en el contador de velocidad y vio que llegaba a las 280 k/h. Tragó saliva y rezó por que a Daniel no se le ocurriera legar hasta esa velocidad.
-¿Dónde la vamos a buscar? –preguntó ella cuando Daniel hizo la maniobra de retroceder y regresar por donde mismo había venido.
-En donde se me perdió –le respondió él sin el menor atisbo de querer seguir hablando con ella. Ale asintió.
-Y… -comenzó a decir, Daniel levantó la mano. Ale se calló. Entonces Daniel sacó un celular del bolsillo de su pantalón y contestó.
-No. –fue lo único que dijo y cortó. –Maldita sea… -masculló y tiró el celular al hacia el frente. Apretó más el acelerador.
-¿Estás muy apurado?
-¿No te parece? –inquirió él con ironía mirándola con una sonrisa de burla.
Ale entrecerró los ojos. Este Daniel cada vez le caía más mal. No sabía como su amiga podía aguantarlo. Apretó los dientes y prefirió no decir nada, no hablarle a menos que fuera muy necesario, lo que no creía que pasaría ni por asomo.



Laura movía el pie de forma muy nerviosa. Nunca jamás en toda su existencia –que no era muy larga por cierto –le había pasado algo tan extremo. El miedo más grande que en su vida hubiera pasado fue cuando unos tipos trataron de entrar a su casa a robar y ella los pilló. Anduvo más de tres semanas con el miedo de que los tipos la vieran cuando ella iba a comprar al almacén y la pobre hasta el día de hoy recuerda cómo el corazón se le salía solo.
Pero ahora era distinto… Muy distinto.
Sabía que podía hasta morir en esto, o sea, no pasar la noche con vida, no ver más el sol, no ver a sus hermanas… no volver a ver a Daniel. Se le atragantó un nudo en la garganta. Las cosas estaban más feas de lo que su infantil mente hubiera imaginado. Se mordía el labio tratando de encontrarle el lado bueno a la situación y lo único decente que sacaba a relucir era que no tendría que hacer la prueba de filosofía que se venía muy difícil. ¡Pero qué estoy pensando! Yo apunto de morir y me interesa la estúpida prueba con el cara de pingüino… bufó avergonzada del camino que tomaban sus pensamientos a la menor distracción. Pero siempre había sido así. Tal vez era para que su mente no sufriera un colapso de todas las cosas malas que le pasaban o sólo un escudo para borrar todo sentimiento de miedo en situaciones como éstas en donde claramente su vida peligraba. Y con lo que le estaba ocurriendo ahora, su mente más la enviaba a lugares sin sentido… La prueba de filosofía… qué desastre, se dijo.
Respiró hondo y subió la vista hacia el frente. Ninguno de los hombres con los que se encontraba, la miraban ni le prestaban la menor atención. Más encima que tenía frío y muchas ganas de ir al baño. Ya no sabía que podría pasar, no tenía ninguna idea de si pasaría la noche, así, con vida, pero de lo único que estaba segura era de que Daniel no se iba a quedar así si no la encontraba…
-¿Estás segura? –escuchó que Eduardo le preguntaba. Frunció el cejo, ¿de qué diablos hablaba?
-¿Eh?
-¿Estás segura de que él te vendría a salvar?
Laura ladeó la cabeza en señal de no comprender nada de nada. ¿Cómo él podía saber lo que pensaba? No es un vampiro… se dijo.
-No, no lo soy, -respondió Eduardo a su pensamiento. -¿A qué va la comparación…?
-Sabes lo que estoy pensando… -le dijo ella con un hilo de voz, sorprendida de que él de verdad escuchara sus pensamientos.
-No, -le respondió el con una sonrisa –lo que pasa es que estás hablando hace rato. Yo solo te respondí lo último.
-Oh… -gimió Laura recordando todo el rollo con la prueba.
-Exacto. –Asintió Eduardo. –Por eso te pregunto, ¿estás segura de que no se va a quedar así no mas?
-Aunque tú no lo creas, y yo no lo sienta para nada, yo sé que él me quiere… a su manera, pero me quiere.
-Ah… -fue lo único que dijo él.
Laura levantó las cejas e iba a decir algo acerca de qué era lo que él sentía por su amiga, pero Ismael les ordenó que se levantaran.
-Caminen. –dijo con la voz ronca.

viernes, mayo 15, 2009

Capítulo XVI. Parte 5.

Camila se detuvo a cien metros del edificio de la S.S.J. y apagó el auto. Osvaldo desabrochó su cinturón e hizo el ademán de bajarse, pero Camila le tomó del brazo y lo hizo girarse.
-¿Estás demente? –inquirió.
-Pero hay que ir a buscarla… -se excusó él.
-Ah, y quieres llegar, tocar el timbre diciendo: –Camila cambió le tono de voz a uno parecido al de Osvaldo. –Sabe que señor, buscamos a alguien que fue secuestrado por esta asociación hace poco y venimos a rescatarlo… ¿nos deja pasar?... ¿Así pretendes hacerlo?
Osvaldo entrecerró los ojos ofendido por la imitación que su prima acababa de hacerle. Se amurró en el asiento con la cabeza gacha.
-Pues piensa en un mejor plan… -le dijo él.
-¿Qué? ¿Pensabas hacerlo así? ¿De verdad? –Camila se rió con fuerza. –No sé cómo tu amiga confía en ti…
-Ella sabe que al final las cosas saldrán bien… -murmuró él sin mirarla. Camila dejó de reír al momento.
-Pero ella no está acá ¿o sí? Porque yo no la veo.
Osvaldo bufó ruidosamente y Camila dejó de mirarlo para concentrarse en el edificio que se alzaba frente a ellos. No se le ocurría nada, no sabía cómo entrar allí sin salir lastimados, o peor, sin poder salir. Y más encima Osvaldo, al cuál no le podía preguntar qué podían hacer, ya que por él llegarían con letreros diciendo que liberarían a al española, y con luces de neón además. Estaba perdida, pero tenía que ocurrírsele algo, cualquier cosa, aunque sea pobre, pero algo…
-Oye Camila, tengo una idea… -murmuró Osvaldo a su lado.
-Silencio Os, estoy concentrada.
Alguna entrada secreta que conozco, algún pasadizo, una falencia en la seguridad…
-Cami… escucha…
-Os, por favor, déjame encontrar algo…
-¡Camila préstame atención!
Camila abrió los ojos que había tenido cerrados a causa de la extrema concentración y lo miró. Osvaldo se había enderezado en el asiento y estaba girado hacia ella.
-Tengo una idea –volvió a decir.
-¿Tú? ¿Una idea? Genial, ahora si estamos fritos…
-Tú escúchame ¿vale?
-A ver, dime.
-Hay guardias por todos lados ¿no?
-Sí…
-¿Ellos te conocen?
-No creo…
-¿Cómo? –preguntó Osvaldo al cual se le había ocurrido otra idea mejor que la anterior dada la respuesta de Camila.
-Sí, los guardias son contratados cada seis meses, y luego son despedidos… Ése es su contrato.
-Mejor aún…
-Por favor Os, al grano, ya no hay tiempo. –Osvaldo chasqueó la lengua y volvió su vista hacia el edificio.
-Tú me dijiste que tienes cosas de la S.S.J. todavía. –Camila frunció el cejo. Osvaldo no la miraba –ya sabes, la licencia para conducir siendo menor de edad, el auto mismo… y creo que también debes conservar la credencial de pertenencia a la S.S.J. ¿me equivoco?
-No, pero no veo tu punto…
-Mi punto es, -la interrumpió él, -es que puedes entrar a la sociedad ya que tienes la credencial y decir que me tienes como un prisionero por cualquier estupidez que hice, qué se yo, me enteré de lo que está a punto de pasar, y les dices que hay alguien en el equipo que está dando información hacia fuera, que tu vas a encerrarme y luego hablarás con el jefe. Así todos estarán concentrados en buscar al delator mientras me llevas a donde Estheffi podría estar encerrada.
Osvaldo golpeó el vidrio del frente con el dedo índice para luego volver a sentarse de forma normal en el asiento. Camila tenía la cara distorsionada a causa de la sorpresa que su primo acababa de darle… ¿Él había tenido una idea?... ¿Una idea decente? Osvaldo se volvió a mirarla y le sonrió.
-Perfecto, ¿a que sí?
-O sea… -dijo ella apenas, -está bien… Sí, está bien… Pero ¿qué pasaría si reconocen que ya no estoy en la sociedad? Ellos tienen la base de datos.
-¿Cuánto se demorarían en saber que ya no eres de allí?
-Unos diez minutos a lo más.
-Tenemos diez minutos entonces.
-No Osvaldo, mira, no se va a poder, no se van a tragar la idea de que estás de prisionero…
-Ellos son solo guardias, Camila, no tienen que saber nada. Además has tratado con ellos desde hace tiempo, sabes las cosas que ellos no, los procedimientos…
-Bueno…
Osvaldo se tocó la sien y le sonrió.
-¿Ves que pienso? Por eso mi amiga confía en mí… -Camila le hizo un desprecio pensando que cuando se encontrara con ella, tendría que escucharla, mírala que haber metido a su primo en esto…
-Entones hagámoslo. –le dijo.
Osvaldo asintió.
-Vamos.
Y abriendo las puertas salieron a la oscuridad de la noche.


Ale se levantó apenas hubo visto las luces de un auto acercándose a ella. Se preguntó si sería Laura en un taxis, tal y como había intuido Daniel, y sonrió. Obviamente su amiga había encontrado una manera de llegar hasta ella y buscarla, dado que el engreído de Daniel no había llegado a buscarla a ella. Pero cuando vio que el auto era un muy lindo, y nada parecido a un taxi, la sonrisa desapareció de su cara ipso facto.
Laura no iba a llegar a buscarla, bueno, no esa noche. Tal vez en otra ocasión, cuando tuvieran que ir solas, al cine, en una salida normal de amigas, tal vez allí ella llegara a buscarla como le habría dicho. Pero no ahora. Ahora se conformaría con la posibilidad de salir de allí, de ese lugar oscuro donde Eduardo la había dejado. Salir de ahí con Daniel.
Cuando su celular había sonado escasos minutos antes y vio que la llamada era de Laura, no dudó en contestar. Obviamente había pensado que podía haber sido Eduardo diciéndole que estaba bien, que no había de qué preocuparse, pero bueno, era Laura, también era una persona con la quisiera hablar en esos instantes de angustia. Posiblemente le llamaba para decirle que ya iba, que estaba por llegar ahí y que por favor no se enojara con ella por haber tardado tanto. Pero la voz masculina que le contestó en vez de su amiga, la dejó muy sorprendida. Más encima que no era cualquier voz, era la de Daniel, el “amorcito” de Laura y el enemigo más jurado que Eduardo tenía. Cuando supo que él tampoco sabía en donde se había metido Laura, le entró un poco de miedo. ¿Por qué su celular habría estado en el suelo si era algo que Laura cuidaba mucho? ¿Por qué Daniel estaba allí? ¿Y seguía todo ese ruido de personas?
Lo primero que pensó es que si todavía había gente por los alrededores era causa del accidente ocurrido. Entonces no fue Eduardo… dedujo, puesto que si hubiera sido él, Daniel no habría salido de allí a menos que se pusiera a pelear con Eduardo en ese instante. Pero no, había dicho que vendría a buscarla. Claro, que sólo para luego ayudarlo a buscar a Laura. Y ahora ahí llegaba. En el auto que había estado esa mañana en su casa… ¿Fue esa mañana? Parecían que hubieran pasado años en vez de sólo horas…
El auto se detuvo frente a ella. La luz la segaba por lo que no puedo ver al conductor cuando el sonido de la puerta al abrirse y cerrase le llamó la atención. Haciendo una visera con sus manos trató de enfocar a la persona que se acercaba a ella, pero le era imposible.

jueves, mayo 14, 2009

Capítulo XVI. Parte 4.

-Eso es todo. –Dijo Laura finalmente luego de exponerle el simple plan de que corrieran apenas ella viera el Mustang de Daniel. Eduardo levantó la ceja.
-¿Y piensas que saldrá bien?
-Eso creo—
-Estás loca. –Le dijo interrumpiendo lo que sea que ella fuera a decir. Laura le dio una palmada en la mejilla.
-Es simple, es muy factible, y lo sabes, y, además, confío en que mi Dani nos saque de aquí.
-Confías bastante en ese tipo, veo…
-Sí. –le respondió ella sonriente.
-No, si no era un cumplido. ¿Qué no sabes que los tipos estos…? No los mires.
-Ah, sorry.
-¿No sabes que estos tipos trabajan para la misma organización que “tu Dani”?
-Oh… -exclamó Laura asintiendo, -no, no sabía.
-¿Y tú crees que me salvará? Él no se pondría en contra de su propia sociedad…
-Uh… No había pensado en eso…
-Eso estaba claro –bufó él sin un solo atisbo de humor en la voz.
-Y yo que pensaba ir a buscar a la Mapa con él…
-¡No! –le gritó Eduardo. Laura se fijó en que ambos tipos hicieron el además de levantarse. Ella rápidamente les sonrió, y antes de que ellos pudieran entender el gesto ella se volvió rápidamente hacia Eduardo y lo fulminó con la mirada.
-Eso, grita todo, y nos vamos a la punta del cerro…
-Fue un desliz –se excusó él carraspeando. –No quiero que ella tenga contacto con ese tipo.
-Pues estoy segura de que él me ayudará.
-Claro… y el gallo canta de noche… Tu seguridad no salvará a Ale.
Laura lo quedó mirando y sonrió. Su amiga por fin había encontrado al tipo para ella. Bueno, Laura hubiera esperado un inglés, pero el tipo bien podía serlo, con la pinta de galán de cine que tenía…
-¿Qué? –inquirió Eduardo frunciendo el ceño.
-Tú la quieres… -Eduardo miró hacia otro lado y Laura notó la incomodidad en él. -¡La quieres! –exclamó riéndose.
-Ahora tú nos mandarás a la punta del cerro.
-Oh, perdón, es que no me contuve. –Laura echó una rápida ojeada a los tipos que seguían mirando como buitres hacia su presa.
-Además no es tu problema… -murmuró él mirándola.
-Es mi amiga…
-Cambiemos de tema, -propuso él mirando a los tipos y volviendo, luego, su vista hacia ella. –Deberíamos discutir sobre nuestra escapada…
-Hazme caso animal, lo más simple es lo que siempre funciona…
-¿Y de donde sacaste tamaña teoría? –preguntó el irónico.
-Bueno a mí siempre me funciona…
-Claro…
-Y aquí me ves pues, sin peligro alguno sobre mí. Daniel no dejaría nunca que nada me pasara…
-Ojala pudiera decir lo mismo de mí –murmuró Eduardo mirando hacia el suelo.
Laura se mordió el labio inferior y luego le dio un pequeño golpe en el hombro.
-Ella está bien grandecita para saber en lo que se mete, ¿no? Así que no te eches la culpa.
-Pero…
-Pero nada, mira, ahora vamos a volver y yo me voy a largar, diré que tengo que ir a tomar un taxis o algo, espero a que llegue mi Dani, luego le digo al policía que me detuvo recién que te llame y que diga que tienen que preguntarte algo por simple rutina, te tomo de la mano y te llevo corriendo al Mustang.
-Así de simple. –Señaló él.
-Claro.
-Excelente plan.
Laura miró por el hombro de Eduardo y tragó saliva.
No se había dado cuenta de que los tipos de habían ido acercando hasta que el tal Ismael habló sonriéndole como quien ve que ya no puede perder. Eduardo la miró ella con horror y ella le devolvió la mirada. El otro tipo, tomó a Eduardo del hombro y le obligó a darse vuelta.
-Creo que ya está bueno de que trates de escapar. –Le dijo Ismael sonriente- Luego miró a Laura y a esta se le congelaron los pensamientos. –Tú te vas a quedar con nosotros… veo que vienes a ayudarlo así que…
-Ella no tiene nada que ver –le interrumpió Eduardo mirándolo a penas.
-Eso lo decido yo ¿no crees? –El otro tipo comenzó a empujar a Eduardo a que caminara hacia donde habían estado sentados antes. Ismael se puso frente a Laura y le sonrió victorioso. –Señorita Ponce, debió usted haberse quedado en su organización y no meterse con nosotros.
-¿Organización…? –preguntó ella. ¡Yo no pertenezco a ninguna organización gran gorila!
-No se haga la que no sabe nada, ahora, como metiche, deberá usted acompañarnos… aunque no creo que corra la misma suerte que su colega…
Tipo bruto serás… ¡Y no es mi colega! Laura trató de decirlo, pero no le salía palabra alguna de la boca. Estaba en problemas y ahora, para más remate, el tipo le, mandaba la mirada más lasciva que hubiera visto en años. Estos tipos estás necesitados… nadie se fijaría en mí para “eso”… Carraspeó tratando de que la voz le saliera, pero era imposible. Ismael al verla así la tomó muy fuerte del brazo y la condujo a donde mismo estaba Eduardo, ahora sentado con la mirada caída. Y este tipo se da por vencido al tiro… se molestó ella.
No, las cosas no podían ir así… No, no y no… algo tenía que ocurrírsele… aunque ahora su cerebro estuviera asimilando lo que fuera que iba a sucederles… tenía que pensar en algo… y rápido.


Daniel detuvo el Mustang solo diez metros pasado el accidente. Esperaba ver a Laura sentada con la mirada fiera por haber llegado tan tarde. La buscó, pero no la pudo encontrar. Dónde se habrá metido esta otra… se preguntó. No quería bajarse del auto. Había pensado que la recogería, buscarían a su amiga y la llevaría a casa. Pero la muy perla no aparecía… Con un bufido apagó el motor y se bajó. Miró alredor, pero solo logró ver gente amontonada mirando copuchenta hacia el accidente. Capaz que la muy sapa esté allí, iré a ver… Pero antes de caminar un poco se fijó en una cosa blanca que sobresalía del piso. Se acercó y lo tomó.
Era un pequeño celular, que él solo había visto una vez en las manos de alguien a quien quería mucho…
-¿Dónde estás? –murmuró Daniel mirando el celular y luego hacia la turba de gente amontonada alrededor del accidente. Perfecto, ahora no se podría contactar con ella pues la muy pava había perdido el celular.
Volvió lentamente hacia el Cobra y entró. Estaba un poco preocupado, aunque solo un poco, no podía haberle pasado nada malo, o sea, a lo mejor encontró un taxis que la llevó a donde su amiga estaba e iba a llamarlo para avisarle, pero la muy despistada no encontraría su celular pues se le había caído… Sí, eso debe ser… decidió marcarle a su amiga Mapa –como ella le decía-, sólo para saber si Laura estaba con ella. Le diría que se quedaran allí y que él las pasaría a buscar. De cualquier forma tenía que verla esa noche. Así, en el caso de que muriera, ella se llevaría un recuerdo más reciente de él, y no sólo la llamada telefónica. Marcó el número que Laura tenía de Ale y esperó.
-¿Aló? ¿Laura? –le respondió una voz muy angustiada.
-No, soy Daniel. –le dijo él frunciendo el ceño. Estaba seguro de que Laura estaría con ella.
-¿Y Laura?
-¿No está contigo?
-No –respondió la voz chillona de la otra línea. –Tenía que venir a buscarme.
-Lo sé –le dijo él –pero no la encuentro.
-¿Y cómo entonces tienes su celular?
-Estaba en el piso. Se le cayó seguro…
-¿Entonces no está Laura contigo?
-No –le dijo él. –A lo mejor ya va de camino a buscarte.
-No creo, no ha pasado nada desde que Eduar… -la voz se detuvo.
-¿Desde qué? –le instó Daniel a seguir.
-Desde que me dejaron aquí.
-Entonces estás segura de que no está allí.
-Ya te dije que no. –Le respondió la voz exasperada.
-Bueno, tengo que preguntar, estar seguro.
-¿Y que sacaría yo mintiéndote?
-Mm, bueno, nada, pero quien sabe, estás con ese tipo, bien puedes saber manipulación y esas cosas…
-Oh por favor, ¿vamos a pelear por teléfono?
Daniel alejó el auricular de su oreja y lo miró. Nadie le hablaba así, bueno, nadie que no fuera Laura… ella era la única que lo mandaba al África cuando él se ponía a pelear por tonteras. Volvió a ponerse al teléfono.
-¿Qué hacemos?
-¿Y me preguntas a mí? Estoy aislada hace más de cuarenta minutos…
-Bien, bien… -Daniel se mordió el labio a sabiendas de que se arrepentiría el resto de su vida de lo que iba a hacer. –Espérate allí, yo te pasaré a buscar. No te muevas, luego de eso me ayudarás a buscar a Laura.
-¿Me vas a pasar a buscar…?
-¿No quieres? –preguntó él riendo.
-No, no es eso, es que…
-Guárdate los comentarios hasta que estemos cara a cara. –Le interrumpió él.
-Ok.
Clic.
Daniel no se despidió ni nada. Arrancó el auto y se fue raudo por la carretera.

miércoles, mayo 13, 2009

Capítulo XVI. Parte 3.

-Antes de que preguntes nada –le espetó su prima cuando tomó la avenida hacia el sur –tienes que saber que nada de esto es ilegal. Bueno –sonrió un poco divertida –no ilegal si se lo muestras a la policía.
-Explícate.
-Ya sabes, la S.S.J. se encargaba de tenernos ciertos privilegios. Susan fue uno de ellos.
-¿Susan?
-Esta joyita, Os.
-¿Tiene nombre el auto?
-Ese no es el punto ahora, ¿ok? Lo que quiero en estos momentos es saber a qué vamos.
-Ya te dije, me llamó una amiga, estaba preocupada porque una española miembro de la S.S.J. fue secuestrada por la misma y me pidió ayuda. Eso es todo.
-Sabes que es una explicación muy pobre… ¿Mencionaste a Daniel?
-Eh, sí. –Osvaldo dio un respingo, le cargaba hablar de ese tipo. –Él es conocido de mi amiga… nada más.
-Y por lo que veo son más que conocidos…
-Ese no es mi problema.
-¿Es esa amiga tuya que estaba mal por lo de la nota del colegio? ¿Laura no se llamaba?
-Si…
-¿Por qué me dices “sí” con ese tono?, ¿qué pasa? ¿Qué no me has contado?
-Nada, es solo que… -Camila frenó en un semáforo. –Me preocupa. No tenía porqué estar en esto… No tenía porqué seguir al lado de ese tipo que lo único que sabe hacer es ponerla en peligro…
Osvaldo miró hacia la ventana y suspiró. Camila lo miró de reojo frunciendo las cejas.
-¿Preocupado dices?
-Ah, sí.-Camila partió apenas el semáforo dio el verde. –Te decía que me carga que Laura esté metida en esto…
-¿Cuántos años tiene?
-¿Quién?
-Pues ella.
-19…
-Está grandecita pues…
-Pero tú no la conoces, puede ser que tenga 50 años, pero sigue siendo una bebé…
-Claro, y por eso está metida en esto ahora… -expresó Camila asintiendo. –Además si tanto te preocupa tu amiga deberíamos ir a buscarla a ella, no a salvar a una española que ni siquiera conoces…
-Bueno, así de conocerla, conocerla como íntimos no… pero…
-Habla.
-Bueno, antes de ayer se quedó a dormir en mi casa y…
-¡¿Que, qué?! –exclamó Camila mirándolo rápidamente. Osvaldo levantó los hombros.
-Sí, la estaban persiguiendo y…
-¿Qué acaso estás loco? ¿No sabes que rastrean a todos los miembros de la sociedad? ¡Estás en peligro!
-Nada que ver, ese día no pasó nada, así que…
-Osvaldo escucha –le ordenó Camila. –Y escúchame con atención, porque será la última vez que te lo repita: No vuelvas a meterte en estos asuntos, nunca más. Te ayudaré hoy, porque eres mi primo y me lo pediste. Pero no quiero que te vuelvas a involucrar en esto jamás. ¿Has entendido?
-Si no soy yo el que me involucro… Laura llega y me preguntas cosas…
-Esa Laura, también me va a tener que escuchar…
-Camila…
-No Os, ahora no.
Osvaldo miró a su prima. Estaba tensa, quizás debió haber callado el detalle ese de que Estheffi había pasado la noche en su casa. Metiendo la pata como siempre… se dijo.
-Tampoco entiendo –continuó su prima con un tono casi de histeria -porqué tenemos que ayudar a la española a la que apenas conociste por menos de 10 horas…
-Es que Laura me lo pidió…
-Ah, ¿y si ella te pidiese saltar de el 7mo piso de una edificio el muy lerdo lo haría no?
-Bueno, así tan extremo no, pero…
-¡Pero qué!, demonios…
-Ella es mi amiga, Camila. La quiero, y siempre me protege. Ahora es mi turno de devolverle el favor…
-Pero aun no entiendo…
-También me preocupo por Estheffi –murmuró él.
-Ah, así se llamaba la chica…
-No digas “chica” con ese tono, por favor…
-Qué… no he dicho nada –Camila hablaba como si tratara de tomarse las cosas con humor pero su sonido a Osvaldo en vez de tranquilizarlo le causaba miedo. –Como sea, tenemos que planear cómo entrar en la sociedad sin que sospechen de nosotros…
-¿¡Qué!? ¿¡Entrar en la sociedad!? ¡Está loca! Yo pensé que por fuera no mas…
-¿Ahora te entra el miedo primo? –rió Camila, ahora sí divertida.
-O sea… Más que mal, esa “sociedad” es la causante de todo esto…
-Cuidado con lo que dices Os, aquí hay más de una organización…
-¿Más?
-Obvio, estos problemas vienen sólo cuando las dos organizaciones más grandes en el mundo se enfrentan… -Camila iba a más de 140 Km./Hr. A Osvaldo la cabeza se le revolvió cuando escuchó que había otra de esas organizaciones medias locas por allí…
-¿Y es peligrosa?
-Oh, sí… muy peligrosa…
Y dicho esto apretó el acelerador más fuerte.


Ale se levantó del suelo por enésima vez. Tenía mucho frío, hambre y para colmo estaba preocupadísima por lo que estaba pasando y de lo que no se podía enterar. La cabeza le daba más vueltas que un trompo y las manos, siempre mojadas, estaban secas, con una fina capa de polvo en ellas.
Caminó tres pasos, se devolvió, miró hacia la carretera, cerró los ojos, caminó nuevamente, volvió a mirar, se detuvo, suspiró y se sentó de nuevo. Habían pasado más de 30 minutos de que llamara a Laura, y de la pobre ni una pista. Algo raro pasa… algo muy raro y malo está pasando y yo aquí sin saber nada de nada, se dijo. Se retorcía las manos como respuesta al nervio y miedo que sentía en esos momentos. ¿Qué podía hacer? ¿A quién debía recurrir? Estaba en medio de la nada, sin nada, con nadie y muy preocupada. La respiración para calmarse no le funcionaba en esos momentos y ya estaba al borde de un colapso mental. Las cosas que podían pasar por solo querer estar con la persona que se ama… Y la persona amada, quién sabe donde podía estar en estos momentos… ese accidente, y ella tan lejos como para no saber qué era lo que le podía haber pasado a Eduardo. Miró en su reloj, otros cinco minutos y Laura todavía no llegaba… ¿Y si le había pasado algo a ella también? No, Laura era de cuero… eso creía, o sea… siempre había estado como en la pitilla de lo peligroso desde que de había metido con Daniel, pero algo malo, malo, no le había pasado, el mismo Eduardo le había dicho que Daniel no involucraba a Laura en estas cosas y que él mismo debería haber hecho lo mismo. Pero ella nunca lo hubiera dejado. Si ya estaba en esto: ¿por qué no saber todo lo oculto y tránsfugo que se escondía? Claro, ahora lo sabía, y Eduardo no estaba con ella para decirle que todo estaría bien.
Las lágrimas empujaban por salir de nuevo, pero hace rato había dejado de llorar. Ya no valía la pena, además lo que tenía que hacer ahora, apenas Laura llegara, era irse a su casa, bañarse, y meterse en la cama. No comería porque no le entraría nada en el estómago, y rezaría porque Eduardo la llamara. A cualquier hora, no importaba, estaría esperando la llamada. Un solo: “estoy bien”, bastaría. Y ella podría dormir tranquila esperando a que él la pasara a buscar al otro día, para ir a donde se les diera la gana.
Envolvió sus rodillas con los brazos y apoyó su mentón en ellas. Esperar. Eso era lo único que podía hacer ahora, esperar, y que por favor, no le hubiera pasado nada a Eduardo ni a Laura. Y con esos pensamientos se sumió nuevamente en el sopor de la espera.

martes, mayo 12, 2009

Capítulo XVI. Parte 2.

Daniel salió de las instalaciones de la S.S.J. muy apurado. Casi corrió hacia el estacionamiento. Si todo iba bien, las cosas tendrían que ponerse buenas antes de que amaneciera. Ahora solo tenía que ir a buscar a Laura. Pensaba que no se demoraría mucho. La iría a dejar a su casa, le daría un beso y se despediría de ella sin más. No le diría que a lo mejor no volverían a verse, o que él ya no podría regresar nunca más a la vida de antes… No le iba a decir que la quería más que a nada justo en el momento en que tal vez la perdería para siempre. Por eso había accedido a ir a buscarla, para verla por última vez, y de paso también buscar a la compañera de Eduardo. Sabía de ante mano que la S.S.J. ya lo tenía en sus manos, pero no se lo pensaba decir, ni a ella ni a Laura.
Apretó el botón de la alarma que estaba en el llavero y las luces del Mustang Cobra se prendieron tal cual un perrito reconoce que ha llegado su amo. Lo miró, confiando plenamente en que ésa sería la mayor ventaja que tendría esa noche. Su auto. Uno de los más rápidos de la S.S.J. Y era suyo.
Con una sonrisa de oreja a oreja abrió la puerta del Cobra, pero antes de poder entrar oyó que le llamaban.
-¡Daniel!
Se giró y con un gesto de fastidio cerró la puerta del auto esperando a que Matías llegara a su lado.
-¿Qué pasa ahora? –le dijo molesto.
-No te puedes ir. Menos ahora. Estamos planeando las cosas y tú eres parte importante de esto, entonces…
-Voy y vuelvo. –Le dijo levantando las cejas. –Así que puedes encargarte de lo que sea y me avisas cuando llegues.
Matías lo miró por un segundo y frunció los labios.
-Es por ella ¿no? La loca… -Daniel le agarró por el cuello de la chaqueta.
-No la llames así, tiene nombre para que lo sepas. Y si fuera por ella, te debería interesar un pepino, ¿entendiste? –Y dicho esto lo soltó y abrió nuevamente la puerta del auto. Matías lo detuvo justo cuando metía su pierna derecha dentro.
-Lo contaré… -lo amenazó –Les diré a todos que te vas por una chica, que es una loca y que además sabe todo acerca de nosotros.
Daniel salió del auto tan rápido que Matías solo notó el golpe en la espalda cuando Daniel lo empujó contra la pared y dejó su antebrazo en su cuello.
-Escúchame bien, sabandija. –Le dijo con la mandíbula apretada –Tú hablas y yo hago lo mismo, mira que al jefe le encantaría saber qué fue de aquel dinero que se perdió años atrás.
-El jefe sabe… -le respondió Matías apenas tratando de respirar. Daniel le sonrió.
-Sí, sabe, pero no se ha enterado aún de lo que dejaste para tus gastos personales… ¿recuerdas?
Matías le hizo un desprecio y lo empujó hacia atrás.
-No te atrevas…
-No te metas entonces, imbécil.
Daniel, agitado volvió al auto y entró en él. Lo prendió y partió al momento. Cuando salía del estacionamiento no pudo dejar de pensar en que tal vez, cuando volviera, Matías hubiera jugado ya algunas cartas y lo que le estaría esperando no sería precisamente el estar a cargo de algún trabajo, sino un gran castigo. Miró por el espejo retrovisor, y divisó a Matías sonriente viéndolo partir como un idiota.
-Bastardo… -masculló perdiéndolo de vista encaminándose a las ruinas.


Osvaldo esperaba impaciente fuera de la casa de su prima. Tenía mucho miedo y ganas de asesinar al desgraciado de Daniel, quién había metido a su amiga en esto. No comprendía que ella, siendo tan inteligente hubiera seguido en esto sabiendo que era lo más peligroso que podía hacer. Si por algún motivo ella desaparecía no iba a dejar de rastrear la cuidad en busca de Daniel para encontrarla. Porque sabía muy bien, que si a la S.S.J. no le interesaba alguien era mucho más fácil eliminarlo que pedirle que por favor guardara el secreto. Cruzó los brazos sobre su pecho y bufó. No tenían tiempo, ya eran más de las 11 de la noche y él no había podido hacer nada de lo que Laura le había pedido.
Apenas hubo cortado, luego de la llamada de su amiga, se levantó de la cama y se cambió el pijama saliendo raudo a buscar a su prima que vivía en la costa. No había tardado en llegar allí, pero luego de que le contara sus motivos, Camila le había dicho que esperara y que por nada del mundo se moviera de ese lugar, que ya volvía. No creía que no le ayudara, porque al ella escuchar el nombre de Daniel aceptó al tiro, lo que le preocupa a él era cuánto tendrían que inmiscuirse en la S.S.J. hasta encontrar a Estheffi. Por que eso era lo que tenía que hacer, entrar en las inmediaciones de la sociedad y sacar a la española de allí. Por eso había pensado en Camila como primera opción para que le ayudara, pero la otra se estaba demorando un montón y él ya no podía esperar más. Cuando estaba a punto de golpear la puerta para hacer que Camila se apurara, ella salió rápidamente. Le tomó la mano y lo obligó a que la siguiera.
-¿Qué pasa? –le preguntó Osvaldo que miraba con recelo el bulto que ella tenía en la espalda y en lo incómoda que se veía al caminar con la pierna izquierda.
-Tenemos que llegar lo más rápido posible a la sociedad…
-Ya, pero para eso tenemos que tomar un taxis o algo por el estilo, por que a pata, o sea, no soy un flojo, pero atlético tampoco y por lo que veo…
-Cállate quieres. –Camila se detuvo antes de cruzar la huella y luego de que se asegurara de que nada pasaba siguió caminando. –Tenemos que llegar allí ahora, y en taxis no vamos a poder, así que…
-¿Qué me quieres decir? No entiendo…
-Tan lento como siempre, Os. Digamos que me conseguí algo en qué movilizarnos.
-Ah, no. No quiero involucrar más gente en esto, Cami. –Ella se detuvo y lo miró por un segundo con la sonrisa en lo labios.
-¿Y quién dijo que metería más gente en esto? –Y siguió caminando.
-¿Ah no? Yo pensaba que para que nos llevaran tenía que haber alguien que manejara…
-Yo sé manejar –le respondió Camila doblando por un callejón que apenas era alumbrado por unos postes de luz.
-¿¡Qué tu sabes qué..!?
-¡Shst! Cállate Os.
Camila se detuvo frente a un viejo y oxidado portón donde tocó tres veces. Osvaldo abrió la boca pero ella lo hizo callar al momento. Él frunció las cejas y la quedó mirando fijamente hasta que tuvo que desviar la vista cuando el portón comenzó a abrirse.
-¡Rápido! –masculló Camila a alguien en la oscuridad que Osvaldo no conseguía ver.
-Está listo Srta. Camila.
-Bien, gracias Ángel. Vamos –conminó a Osvaldo a seguirla. El pobre no veía nada pero tomando la mano de su prima logró no golpearse con el techo de lo que parecía un garaje. Sintió que el portón se abría más y las luces se encendieron.
-¡Oh! –exclamó si poder controlar el asombro cuando vio un perfecto Audi X3 negro y nuevecito. -¿Y… esto?
-Mío. –Respondió Camila recibiendo las llaves del hombre que a Osvaldo se le antojó como el más feo del mundo. –Gracias otra vez Ángel, -dijo ella sonriendo mientras le abría la puerta a Osvaldo para que entrara –no sabría qué hacer sin tu ayuda.
-Para servirla señorita. –respondió le hombre encorvándose un poco.
Osvaldo lo miró antes se subirse, Camila entonces le propinó una ligera patada en las canillas y él quejándose acabó por entrar completamente en el Audi. Esperó con paciencia a que Camila entrara también y que salieran del portón para hacerle algunas preguntas, porque había un montón. Camila arrancó el auto con un ruido sordo y salieron al exterior en menos de cuatro segundos.

lunes, mayo 11, 2009

Capítulo XVI.

El policía entrecerró los ojos e hizo una mueca con los labios.
-¿A cuál? –inquirió.
-Al del medio. –Y esto lo dijo apenas. Ya le estaba entrando el miedo. Apenas ya podría hablar, pero tenía que controlarse, si no, cómo ayudaría a las personas que quería. El policía pensó un momento que a Laura le supo a siglos para luego fruncir los labios en otra horrenda mueca.
-Está bien, pero, tenga cuidado.
-¿Por qué?
-No son de los trigos muy limpios.
-¿Ellos?
-No me refiero a los tres… -el policía se acercó a ella y le habló al oído. –Digo los de los extremos. No creo que sean de acá.
-¿Usted es policía o no? –inquirió Laura, haciéndole entender de que si era policía y se daba cuenta de que los tipos no eran de los trigos muy limpios no debía quedarse allí parado haciendo la nada misma ni la cosa ninguna.
-Hija, -le respondió el señor. –Estamos en un mundo donde todo es manejado por el dinero. Aunque nosotros, los policías, tuviéramos las pruebas en las manos y alguien de más poder, viene y soborna a nuestros jefes, nada podemos hacer.
-Pero….
-No hay peros, jovencita. Así son las cosas en este país.
Laura le sonrió tristemente y asintió.
-Entiendo.
-Me alegro. Ahora vaya y tenga cuidado. La estaré mirando.
-Gracias… ¿y su nombre es?
-Álvaro Orellana.
-Muchas gracias.
Laura caminó otros pasos con cautela, cuando Eduardo levantó la vista y la miró entre sorprendido y miedoso. Unos ojos que gritaban “¡Largo de aquí!” la hicieron detenerse y reevaluar lo que estaba haciendo. Y cuando su mente se plagó de imágenes de sus amigos en peligro no el cupo duda de que estaba haciendo lo correcto. Se adelantó otro poco, al mismo momento en que los tipos la enfocaron con la mirada y se tensaron. Laura sintió que el corazón quería salírsele del pecho pero respirando pudo controlar lo que fuera que estaba apunto de suceder con su cuerpo.
Caminó hasta situarse justo frente a Eduardo que seguía con una cara de fastidio y se agachó a hablarle.
-Hola… -murmuró.
-¡Vete! –le dijo él.
El tipo a la izquierda de Eduardo la miró a ella y luego a Eduardo. Entonces le hizo una mueca al otro. Laura tragó saliva y se mojó los labios. Tenía que hacer algo para salir de su enorme nerviosismo, y lo que mejor le salía a ella, era la chacota, eso quiere decir, que en vez de hablar de lo que está pasando, prefiere hacerlas de payaso. Le sonrió a Eduardo y le palmeó la mejilla.
-Casi te matas ¿eh? –le preguntó.
-No pasa nada –le dijo él en un susurro.
-A ver… -Laura le revisó la frente que tenía con sangre. Eduardo chasqueó la lengua al sentir un poco de dolor. – Así que no pasa nada ¿hum?
-Fuera de aquí… -le espetó Eduardo cogiéndola de la mano y encaminándola por donde había venido.
-¿No nos vas a presentar a tu amiga? –preguntó el tipo de la izquierda.
-No. –Respondió Eduardo sombrío. Laura entonces le soltó la mano y se la presentó al tipo.
-Sandra Ponce –mintió sonriéndole. Eduardo levantó la vista tratando de comprender qué era lo que pretendía esta chica. El tipo quedó mirando la mano que Laura le ofrecía y le sonrió macabro.
-Mis manos están manchadas de sangre.
-Pues las mías también, ¿no ve? –Laura la dio vuelta para mostrarle que se había ensuciado con la sangre de Eduardo. El otro tipo ahogó una risa, pero al percibir la mirada asesina que le mandó su compañero se quedó callado.
-Pues… -el tipo tomó la mano de Laura y se la estrechó con fuerza. ¡Este tipo querrá dejarme lisiada! Se quejó. –Dígame Ismael.
-¡Jajá! –rió Laura. –Como el tipo de la ballena… ¿caza ballenas señor Ismael?
-No. –Le respondió él serio. Laura dejó de reír ipso facto y se alejó un poco.
-Bueno… Edu, ¿a qué hora podrás irte? –Eduardo hizo una mueca de “que no ves que no puedo…”, que ella hizo como que no entendía. -¿A qué hora? –Volvió a preguntar.
-Eduardo tiene que acompañarnos primero… -dijo Ismael.
-¿A dónde? ¿Al Mall? Porque conozco miles de ofertas, y también podemos ir al Yogüen Früz, ahí venden helados re ricos, o al Coppelia, aunque no me gustan muchos los helados de ahí, pero los pasteles, mmmm, ricos, ricos…
-La… Sandra… ¿podemos hablar? –inquirió Eduardo levantándose.
-No sé… ¿puedes tú?
-Eduardo, ¿qué tienes que hablar con ella que nosotros no podamos escuchar?
-Ella no tiene nada que ver con esto, a demás no sabe nada…
-¿Qué no sé nada? O sea, tengo muy buenas notas en la universidad, si no cree revise mi registro curricular y… -pero no pudo seguir hablando pues Eduardo se la llevó a la parte más alejada que podía. Los tipos los observaban detenidamente.
Laura se fijó por un momento en que el policía que la había ayudado la miraba también.
-¿Qué crees que haces? –le espetó Eduardo.
-Trato de salvarte…
-Já, como si eso se pudiera en estos momentos.
-Yo creo que…
-Laura, debes irte, anda a tu casa, duerme bien, mañana te levantas y vas a clases. Ya no te metas más.
-La Mapa me llamó.
Eduardo se puso tenso y apretó la mandíbula.
-¿Está bien? –preguntó con hilo de voz. Laura se sorprendió de la preocupación que tenía él por su amiga.
-Sí, o sea, creo… me llamó un poco histérica de que la pasara a buscar y…
-¡Ah! Te llamó a ti.
-Sí… Ahora, mira, yo llamé a Daniel para que me viniera a buscar y así poder ir a buscar a Ale, y como estás aquí puedes ir con nosotros, así no dejas a Ale sola…
-No puedo irme de aquí.
-Qué… ¿prefieres quedarte para que los mastodontes de maten? No quiero que mi amiga sufra por ti, así que por favor piensa más en ella…
-Y eso es lo que hago… no quiero ponerla en peligro, y mira como está ahora, sola en las ruinas…
-Ándate conmigo.
Eduardo volvió la vista hacia los tipos que estaban listos para correr si él daba el menos indicio de querer escapar. Laura también lo notó. No iba a ser fácil, eso lo tenía más que claro, pero ella confiaba en que una vez más la suerte estuviera de su lado.
-Vámonos. Ahora.
-¿Y quieres que corra? ¿Que ambos corramos? –Laura asintió y con una sonrisa le habló al oído.
-Tengo un plan.