domingo, abril 05, 2009

Capítulo III

En la Universidad, al frente de las “R”

-¡Laura! –gritó Ale, apenas la vio.
-Hola –saludó Laura confundida. Siempre la que saludaba primero era ella. Ale jamás le gritaba para llamarla.
-Hola -le dijo Ale cuando llegó a su lado – ¿A que no sabes lo que me pasó?
-Mm no, no se me ocurre –respondió Laura con el tono de voz algo más apagado de lo normal.
-¿Qué te pasa? Estás como rara. –Notó Ale.
-No, no es nada, es que estoy cansada, me da lata venir a la U.
No le quería contar nada todavía hasta que tuviera pruebas concretas de que lo que le estaba pensando fuera verdad. Quizá la carta no estaba escrita literalmente, aunque fuera muy difícil pensarlo. Tal vez existía otro Daniel. Al menos eso quería pensar.
-Ese amigo tuyo el Eduardo, -comenzó a contar Ale –es tan... tan… -no podía encontrar la palabra correcta.
-¿Tan qué? –se impacientó Laura, más que mal, que estuviera triste no significaba que no tuviera curiosidad.
-Es como tan altanero, -dijo Ale por fin. –De verdad que me caería de lo más mal, si es que no tuviera una moto... Tú no me lo habías contado.
-¿Ah...tiene una moto? –quiso saber Laura extrañada.
-Sí, si casi muero con ella, te apuesto a que ni siquiera escuchaste mi mensaje en tu buzón de voz.
-Eh… no, es que no he tenido tiempo, he tenido que hacer todo en la casa, mis hermanas no hacen nada.
-¡¡Si casi muero!! –Siguió contando Ale –Para mí que se quiso lucir con su moto. Aunque hay algo que no entiendo –dijo luego de esperar una reacción de Laura, que no vino. –Se comporta como tan extraño, a veces es simpático, y otras cuando te pega esa mirada penetrante y enojada. Me deja con mucha curiosidad.
-No es bueno tener tanta curiosidad, te lo digo yo –murmuró Laura recordando la lectura de carta de ayer.
-¿Pero me vas a contar lo que te pasa? –preguntó Ale. La cara de Laura no era precisamente de felicidad. Algo demasiado raro en ella.
-Si, si... Pero espérate, háblame tu primero, lo mío es algo largo, mejor te lo mando por un mail. –Y claro que le convenía escribirlo mejor, porque no quería volver a ponerse triste hablándolo, si ya solo con pensarlo le afectaba.
En ese momento Ale se fijó que Eduardo venía hacia una de las sala. Se dirigía hacia la R-07. Iba solo, nunca andaba demasiado acompañado, pero cada vez que pasaba, las chicas se le quedaban mirando, la verdad es que era atractivo.
-¡Ah Belén! ¡Mira viene para acá! – susurró Ale animada.
-¿Y que tiene eso? – Laura arrugó la frente.
-Es que no sé, me da rabia cuando lo veo –Ale no entendía para nada lo que le pasaba cuando veía a Eduardo, y no podía explicarlo tan claro como pretendía. Seguro Laura entendería. Su amiga se puso a reír.
-La Mapa, que eres tonta. ¿Acaso te gusta el Eduardo? –preguntó Laura, en tono de molestar. La verdad es que ella sí entendía lo que le pasaba a Ale.
Y justo en ese momento Eduardo pasó junto a ellas, dirigiéndose rápidamente hacia su sala.
-¡Laura! ¿Cómo se te ocurre? Hablas tan fuerte, -la reprendió sin verdadero malestar, más bien con vergüenza. –Imagínate si escuchó, estaba al lado de nosotras.
- ¡Ah! Eres cuática si no escuchó nada.
-¡Claro! –ironizó Ale. –Obvio, como todos son sordos.
-Me voy tengo clases, -Laura se alejó de su amiga –De ahí lees mi mail…
-¡Okas! Yo igual me voy. ¡¡Y para la otra habla mas bajo!! –añadió Ale tratando de no gritar. Laura rió.
-Ok.


Al correr ambas hacia sus salas, Ale se topó en el suelo con una billetera, en su interior no había nada de valor, pero si una cédula de identidad sin foto, sólo con un número de serie y lo acompañaba algo parecido a la Credencial Universitaria, parecía una llave, pero digital.
Al salir de la clase, Ale le preguntó a todo el mundo si sabían de quien podía ser la billetera. Era extraño que no tuviera dinero, sólo unos documentos, y más encima raros.
En ese instante Ale pasó casi al lado de Eduardo, y él la vio mostrando una billetera a sus compañeros, con dos tarjetas extrañas. Todos estaban amontonados viéndolas. Eduardo se acercó rápidamente, sacó a Ale ,tomándola del brazo, fuera del montón de gente y la condujo despacio hacia un rincón quitándole la billetera con las tarjetas.
-¿Oye qué te pasa? –se quejó Ale.
-¿De dónde sacaste esto? –exigió saber él.
-Me lo encontré –le respondió de forma enojada. -¿Y a ti qué te importa?
-¿Acaso sabes lo que es esto?
-Si lo supiera no le andaría preguntando a medio mundo.
-No deberías meterte con las cosas que no conoces. –La riñó Eduardo.
-¿Oye qué te pasa? O sea en serio, es sólo una billetera, y si es tuya, toma, te la doy, no me interesa, y para que sepas no le saque dinero, no tenía nada de valor, no te he robado nada. –Ale le puso la billetera en el pecho y se alejó de él.
- Espera, -la alanazó Eduardo. -Igual disculpa, es sólo yo me entiendo.
-Mm no, si ya me di cuenta –y se dio la media vuelta para irse.


Cuando Ale iba en dirección a la Facultad para saber si tenía clases en la próxima hora se encontró con su amiga Rut quién le preguntó acerca de su amigo, el que la empujo en el rincón.
Ale rió nerviosa.
-De verdad Rut que nadie, alguien sin importancia.
-Es que me lo podrías presentar –le pidió Ruth con una sonrisa.
-¡Jajaja! Demás, a mi me da lo mismo.
- Oye me tengo que ir, nos vemos después en la clase de la tarde. –Ruth la besó en la mejilla para despedirse.
-Okas... Y yo te aviso para presentártelo, te va a encantar, ¡tiene una simpatía! –añadió irónica, mientras Rut se alejaba.
-¿Quién te da lo mismo? –oyó que una voz ronca le preguntaba.

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