Laura llegó al colegio más rápido de lo que había imaginado, la micro voló hasta el sector norte. De seguro esto significa algo, pensó Belén. Pero no significaba nada. Camila no había venido ese día y lo peor de todo, Daniel tampoco. La curiosidad se la comía. ¿A caso estarán juntos?
No se pudo quedar quieta, tomó la decisión. Voy a casa de Daniel.
Golpeó la puerta miles de veces, pero no salía nadie. Ya estaba a punto de irse, con la frustración en la mano, cuando él le abre la puerta. Su aspecto estaba bien degradado. Como si recién se estuviera despertando.
-Ho… ¡Hola! –saludó Laura tratando de parecer lo más animosa posible.
-Pasa –le contestó mientras se sostenía la cabeza con ambas manos. Si ella no lo conociera hubiese pensado enseguida que tenía una “caña” horrible como de una semana. Pero no. Esto se debía a algo peor.
Ya adentro, ambos se miraron sin saber qué decir, una cosa era segura, Camila no estaba allí, el silencio no podía ser más sepulcral. Pasaron alrededor de dos minutos hasta que Laura se atrevió a preguntarle algo.
-¿Llegaste muy mal después de lo de anoche? –podía sentir un cierto nivel de pesadez en el ambiente.
-No quiero hablar de eso ahora –le respondió Daniel contrariado -¿Quieres jugo?
-No, no…estoy bien –Laura comenzó a ponerse nerviosa, él no quería hablar nada de lo que a ella le interesaba y ella sólo quería saber eso –Pero… -continuó -Te veo algo triste –de pronto se dio cuenta de unas cuantas botellas hecha pedazos en el suelo y un desorden caótico.
-La historia de mi vida –se lamentó él y se rió con ironía, mientras se echaba en el sillón. Laura se quedó de pie, en la entrada.
La televisión estaba encendida, el silenció duró un largo tiempo, hasta que Daniel habló.
-¿Quieres venir a ver el programa conmigo? –la invitó con tono despreocupado.
-Si quieres… -aceptó Laura algo atontada, no sabía hacia donde se dirigía la situación, pero más allá de eso no podía hacer nada. Él no quería soltar ni maní de lo que sucedía.
Estaban viendo “Pasiones”, lo único que salvaba de la televisión abierta a esa hora de la tarde. Pero Laura apenas entendían lo que hablaban, su mente vagaba entre los extremos de la habitación. Lo tenía a su lado, allí cerquita, en el mismo sofá. ¿Qué más podía pedir? Si por ella fuera, él no le contaba nada si quería con tal de que se quedara sentadito allí todo el tiempo del mundo.
-Me dio frío, -dijo él al acabo de un rato. -¿Me alcanzas la manta que está encima del otro sillón? –pidió Laura. Ella ladeó ala cabeza contrariada. ¿Frío?... ¡qué onda! No preguntó nada, obedeció y se la aproximó. Esto es raro, muy raro.
-¿Daniel? –Se atrevió a preguntarle –Necesito saber más, no entiendo lo que pasa, no me gusta tener siempre esa inseguridad de no saber a donde voy o lo que ustedes hacen. Me preocupo y no sé hasta donde voy a aguantar. No te pido que lo sueltes todo de una vez, pero… -los dedos de Daniel la callaron y se quedó inmóvil. Ya no recordaba la última vez que lo había tenido así de cerca.
-No me arruines la tarde, por favor, ahora no –su mirada parecía perturbada.
-Pero Daniel si no es de mala onda… Yo…. -Daniel la volvió a hacer callar, pero esta vez con sus ojos. Ya no siguió hablando, no podía. Esa mirada la había congelado.
Siguieron pasando los minutos. Me voy a tener que conseguir los estúpidos cuadernos, he perdido el día entero de clases, pensó Laura. Para aprovechar el momento decidió apoyar su cabeza en el hombro de Daniel, olía su ropa e hiperventilaba al instante. Con eso a ella le bastaba. Pero de pronto comenzó a sentir que uno de los brazos de él le rodeo la espalda. ¿Eh? Eso estaba bien para ella, le gustaba sentir su protección, pero él no paró allí, se comenzó a acercar cada vez más, el sillón era algo chico, así que estaban apretados ¿Qué pasa? Ella no pudo hacer nada, la sensación que le causaba tenerlo cerca la superaba. Sus labios lentamente se posaron sobre los de ella haciéndola caer de espaldas en el sillón, él no se detenía
¡Qué alguien me explique porfa! ¿Qué hago? Laura sintió que la otra mano que Daniel tenía libre la comenzó a pasar por sus piernas muy lentamente, hasta llegar a la parte superior de su pecho.
¡Ahhhh! Era lo único en que podía pensar, ella esperaba que esto solo durara unos minutos, pero no, él no paraba. Laura quería salirse de su lado, sin embargo los labios de él no se le despegaban, cada vez insistía con más fuerza, su boca se profundizaba cada vez más en la de ella, hasta el punto de parecer algo desesperado. Laura casi no podía respirar, él iba muy rápido y lo peor de todo; una vez que ya se encontraba casi acostada en el sillón, Daniel no dudó en depositarse suavemente sobre ella. ¡Aire! Y sintió toda la parte frontal de su cuerpo. Ya no podía aguantar más. ¡Esto debe parar, y ahora!
-Daniel, córtala, no quiero –ni ella misma se creía estas palabras, pero sentía la necesidad de no seguir. –Daniel hablo en serio –a penas podía hablar, su voz parecía la de una suplica, y es que los labios de él no se le despegaban, tomaba aire para apenas decir tres frases y forcejaba contra su pesado cuerpo para salir.
-No, no quiero –le respondió él.
-Daniel, basta –las palabras salía como sollozos. –Tus manos, deja tus manos – le pidió.
-¡Ah! Laura no, no quiero –y la miró con esos ojos que la derretían.
¿Cómo me voy a negar?
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario