Ale entró en una habitación. Debía de ser esa la de Eduardo. Estaba pintada de un extraño tono azul claro con un leve ambiente juvenil, sin dejar de ser sobria y elegante. Hay que admitirlo, tiene buen gusto. Buscó una frazada, pero como no encontró sacó el cobertor de su cama. Estaba a punto de salir de la habitación, cuando le llamó la atención unas fotografías de Eduardo pequeño con un hombre. Seguramente su papá. Se veía muy tierno, y entonces se le ocurrió comparar esa fotografía con la del carnet de identidad, tenía ganas de reírse un poco.
Dejó el plumón en el piso, tomó la billetera, la abrió y sacó el carnet de identidad. La cara de Ale se tensó y comenzó nuevamente a ponerse nerviosa, pero esta vez con un ataqué de pánico más cerca. No había sólo un carne, eran dos y con diferentes nombres. Lo único en que estaban iguales era en la edad: 24 años. No podía creerlo. Seguramente es una broma. Comenzó a sacar desesperadamente todas las tarjeras e identificaciones de la billetera y las tiró encima de la cama tratando de encontrar lo que fuera que la calmara y la convenciera de que lo que había visto no era verdad. No encontró nada, abrió un cajón lleno de documentos y los comenzó a hojear torpemente iluminada por la luz de la luna que invadía la habitación oscura. Lo que no le servía lo tiraba en cualquier lado, estaba casi neurótica. Encontró algo que decía: “Formulario de Iniciación: O.S.A.I (Organización Secreta Anónima Interlazt). No entendía casi nada de lo que aparecía; lo que decía una y otra vez eran cosas como: objetivos, tratamiento, procesos, etc. Y al final un juramento firmado, comprometiéndose con la organización y aceptando el cargo de “funcionario especial (agente)”.
¿Qué está pasando aquí?... ¿Quién es este…tipo?
Sin darse cuenta se había puesto a llorar, mientras que las manos le tiritaban y se apoyaba en la pared con la mano en la cabeza. Quería seguir abriendo los cajones, pero no tenía fuerza, estaban cerrados con llave. Se quedó inmóvil pensando, cuando en un rincón del suelo vio algo brillante, una llave. La recogió rápidamente y trató de abrir lo que fuese que esa cosa abriera. No le servía, con ningún cajón. Entró al gran ropero que era casi del porte de los baños de la universidad, buscando cualquier cosa que se abriera, detrás de unos trajes encontró un cajón, metió la llave y calzó; cuando lo abrió casi se desmayó. En su interior habían armas. Dejó tirado todo y casi ya sin poder pensar salió del “ropero”. Estaba en estado de shock, se balanceaba un poco al caminar. La habitación estaba hecha un desastre, de pronto sintió que él la llamaba.
Y… ¿ahora qué hago?
En su interior sabía que él era incapaz de hacerle algo, pero no podía evitar sentir temor frente a lo que había descubierto, no tenía idea del tipo con quien andaba. Seguramente lo de los contrabandistas también era mentira, pensó. Trataba de controlar los sollozos de nerviosismo.
Eduardo empujó lentamente la puerta de la pieza encontrándose con todo revuelto y a ella en una esquina mirándolo con recelo, temor y lágrimas. Se puso pálido y se quedó quieto en el umbral de la puerta. Ella sólo atinó a salir corriendo de allí, ahora no podía discutir, saldría perdiendo en su actual estado. Corrió rápidamente por el pasillo que llevaba al living para pescar sus cosas e irse, pero “Eduardo” la siguió. Ale pescó su mochila y se dirigió a la salida, él se le adelantó y le obstruyó el paso.
-¡Déjame salir! –le gritó ella llorando y golpeándole el pecho.
-Así no… -le respondió mientras trataba de calmar los brazos que lo golpeaban.
-¿A caso debo llamarlo por su verdadero nombre señor? ¿Cómo era…Andrés, Marco o…? ¡Ya se me olvidaron los otros! Se me olvido hasta tu edad… ¿Cuánto tenías… 23? –el tono de Ale se volvió histérico. –O mejor… ¡dispárame con una de esas pistolas a ver si así me retienes aquí, porque va a ser la única manera de que lo consigas! –le gritó al mismo tiempo que le lanzó sin pensar un artefacto puntiagudo que estaba de adorno en la mesa. Le llegó en los labios y le comenzó a sangrar el labio superior. En seguida se arrepintió y se dio cuenta en el estúpido estado que se encontraba. Lo herí…
Eduardo la miraba entre furioso y apenado. Está histérica, pensó. Entonces sujetó fuertemente sus brazos y la puso entre la pared y él, para que se tranquilizara a la fuerza.
-Esta noche no vas a salir de aquí –le dijo en tono grave.
Osvaldo se había quedado casi en un estado de pánico al ver a Laura junto a Estheffi afuera de su casa, por supuesto que trató de mantener la compostura, pero se le hacía demasiado complicado; tenía el presentimiento de lo que estaba a punto de ocurrir, y no le gustaba la idea de lo que se le venía. Osvaldo sabía mucho más de la SSJ de lo que le había contado a Laura, su verdadera razón para ocultarle tantas cosas era porque quería protegerla. Él pensaba que su amiga ya sabía demasiado como para más encima hacerle saber los detalles más oscuros de esa organización, porque había más mucho más. Por este motivo es que odiaba tanto a Daniel, lo encontraba culpable de poner a Laura en peligro, porque si de algo estaba seguro, era que aquel que supiera de la existencia de la organización, no importaba quien fuera, ni edad, ni sexo, siempre se vería perjudicado. Él lo sabía por experiencia, lo sabía por su prima Camila.
De todas maneras para ocultar las apariencias las hizo entrar como si nada, pero sin triunfo. Ambas notaron enseguida su nerviosismo.
-¿Y…qué te parece la idea Osvaldo? –pregunto Laura muy animada después de contarle su “increíble idea”.
-Mm… me parece que estas viendo muchas novelas…-le contestó él haciéndose el loco.
-¡Ah, animal! Si no te cuesta nada... además mírala, esta toda desprotegida, no la pensaba dejar allá sola en esa industria donde la dejo el idiota de Ed--
-¿Qué idiota? –Osvaldo se volvió hacia Laura y luego miró a Estheffi.
-Eh…-trató de decir Laura.
-Eduardo –respondió Estheffi sin dejar de mirarlo a los ojos.
-Así que él también esta metido en esto… Como me lo esperaba…. –Osvaldo se dejo llevar por sus pensamientos.
-¡Ah, no! ¿Por qué tú también lo conoces? –preguntó Laura al borde de un ataque. Osvaldo la miro algo perturbado.
-Hay cosas obvias Laura. Camila había oído hablar de él, en realidad no sé mucho… -Osvaldo desvió la mirada hacia la ventana del fondo. –Solamente sé que para la SSJ es algo peligroso, y no les gusta hablar del tema.
-Mm…. –murmuró Laura no muy convencida, mientras sus ojos le observaban incrédulamente.
-Bueno –retomó la conversación Osvaldo –ese no es el punto, ¿por qué tengo que ser yo el que cuide de ella?
-Si quieres no lo hagas, me las puedo arreglar perfectamente sola –contestó algo irritada Estheffi, cuya conversación no hacía más que agotarla. Se volvió a la puerta.
-No, no, Estheffi –la alcanzó Laura –no te vayas, si este animal va a decir que si… supieras tú como lo conozco… - Laura miró de reojo a Osvaldo en una señal de: “si no aceptas…te mato” él comprendió.
-Bueno… Ya. –Contestó sin muchos ánimos. –Pero de esto no se va a enterar nadie, ¿me escuchaste Laura?
Era la primera vez que él le hablaba tan alto, ya no parecía como “su hermano menor”. Laura asintió.
-Si, si… relájate, si yo muero pollo… - Laura daba saltos de júbilo, para ella cualquier cosa era mejor que dejar la situación en manos de Eduardo.
-Eso también incluye a Daniel… -le advirtió él seriamente.
¿Mi Daniel? Pensó Laura. Claro... No puede enterarse, Estheffi huye de ellos y él también va incluido en el paquete de “los malos”
-Sí, si… no te preocupes. - Laura bajó la vista. -Estheffi también ya me había pedido lo mismo.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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