miércoles, abril 08, 2009

Capítulo V. Parte 2

Ale caminaba apurada hacia la siguiente clase. Habían pasado más de dos días sin saber nada de su supuesto “confidente” pero trataba de no pensar mucho en eso, ahora la última prueba se le venía difícil y tenía que concentrar toda su atención en ella.
Se sorprendió al ver a su compañera Ruth, caminando en dirección contraria a la de ella.
-¿Qué pasó? ¿No vas a dar la prueba?
-No, si cambiaron la sala. –Le informó su compañera.
-¿Por qué?
-Es que el profesor se enfermó y otra persona nos va a tomar la prueba.
-Ah, ¿y en qué sala?
-Yo sé, vámonos juntas.
Ale, comenzó a caminar en dirección contraria a la que había venido mientras su amiga le contaba algo sobre una parte del último problema que no había podido resolver. Ale, levantaba las cejas cuando era correspondiente pero no le prestó mucha atención. Aunque se lo propusiera no podía pensar en que ya habían pasado dos días, y de Eduardo nada de nada.
-¡Ale, la media suerte! –escuchó que dijo su amiga.
-¿Por? –Ruth la miró extrañada, Ale entonces notó que ya habían llegado a la sala.
-¿Qué no ves? ¡Mira quien nos hará la prueba!
Ale entonces enfocó su vista hacia la parte en donde se colocaba el profesor tradicionalmente y sintió que el suelo temblaba.
No podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Ahí estaba, en carne y hueso, vivito y coleando, el mandril que la había tenido desconcentrada toda la mañana, y para colmo le iba a tomar la prueba. Todas las neuronas juntas se le arrebataron, verlo allí, a él parado, al frente de la clase, era tan raro como cuando vio a Piñera (candidato presidencial y personaje farandulero del país) pasando por el lado de ella hace solo algunas semanas en una conferencia que se dio en la universidad. Se sentía una sensación parecida, pero esta era más genial.
La guinda de la torta, ahora sí que la calificación se les iba a la punta del cerro. Cómo si no, estaría pendiente de no parecer una tonta frente a él. Y sentiría cuando pasara por su lado para ver sus respuesta, de por sí, erróneas.
Ahora sí que se había tirado.
-¡Ale! –le llamó Ruth. –Vamos a sentarnos en primera fila, para que pueda apreciarlo.
Y por primera vez en su vida, desde que había estado en la universidad, Ale, prefirió sentarse atrás, ante la mirada sorprendida de Ruth y la de sus compañeros.
Lo que me faltaba, un rojo en la prueba por culpa de él. Bravo Ale, la suerte está para el otro lado.
Y sin poder mirar hacia el frente se situó en la 4ª fila de asientos a la espera de pasar desapercibida. Tuvo que sentarse en unos de los únicos puestos desocupados que quedaban por haber llegado tarde –cosa totalmente usual desde que tenía su cabeza en otros lados-. Sin embargo lo peor aún no había pasado. En realidad no sabía porqué le causaba tanto drama aquel tipo, solo era un hombre mas... ¿O no? Lo que verdaderamente desconcertaba a Ale era que Eduardo estuviera en una clase y no precisamente como alumno. ¡Y que más encima estuviera al frente de una prueba de Cátedra! Eso sí que rayaba en lo insólito.
Pasó rápidamente al asiento, se sentó y trató de hacerse la loca sacando su estuche con las cosas necesarias para la evaluación. Pero las cosas no podían quedar solamente así, no, él tenía que complicarlas, le encantaba.
-¡Hey! –llamó él con tono de profesor que a Ale molestó un poco. -Chicos están demasiado juntos algunos, a ver sepárense ustedes, el de gorra roja, ven a sentarte aquí adelante, aun hay espacio.
Lo único que Ale esperaba era que él no se diera cuenta de su presencia, cosa no muy difícil. Ella acostumbraba a ser “invisible”, pero estaba segura que en esta ocasión no iba a funcionar, al menos, no del todo.
-Hey… -oyó que Eduardo la llamaba. Con un suspiro levantó la vista. –Acá abajo hay otro asiento libre…
-Está bien –respondió como si tal cosa. En realidad apenas había escuchado la indicación, estaba pensando en cualquier cosa. En cualquier otra.
Caminó con su mochila al hombro y bajó las escalas hasta llegar a la primera final de asientos, pues la sala era de esas grandes, un “Queso” como les decían, pues tenia esa forma y los asientos estaban situados en niveles.
Llegó al lugar indicado, y como si nada pasase dentro de ella, siguió con su habitual rutina antes de una prueba. Movía su lápiz, limpiaba la goma, hacia figuritas con los otros lápices, leía los torpedos de las mesas de pruebas pasadas, etc. Hasta que llegó el momento de la entrega de la prueba, que para más remate era de contabilidad, y no era necesariamente su fuerte, pero bueno, había que sacarse una buena calificación, y no cualquier calificación, ojala una sobresaliente. Había estudiado mucho, no podía equivocarse en cosas tontas, un solo error y todo fracasaría. Los libros de contabilidad no eran un juego y eso ya lo había aprendido antes.
Eduardo entregó la prueba y dio las indicaciones correspondientes. Mientras que ella aun esperaba una explicación de porque estaba allí, porque en el caso de que el profesor no pudiera hacer la prueba, lo remplazaba su ayudante, pero de ninguna manera alguien que perteneciera a otra carrera y más aun, a otra facultad, era ilógico. Pero por más que esperó Eduardo nunca dio la explicación. Quizá ya las había dado y ella como llegó tarde no las pudo escuchar.
En fin ya no había mas nada que hacer, solo resolver lo mejor posible la prueba.

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