-¿Estás seguro de que sabes a dónde vamos? –preguntó Ale apenas, mientras rodeaba con fuerza la cintura de Eduardo.
-Confía en mí. Me lo prometiste.
Ale no le respondió. Era verdad, ella lo había prometido. Dio una rápida mirada hacia atrás y notó con alivio que ya nadie los perseguía.
Eduardo iba hacia el norte. Bueno, en parte eso le convenía ya que así la podría dejar cerca de su casa o en algún paradero cercano, pero la verdad era que no quería que eso terminara. Había soñado tanto con subirse a una moto que pensar en lo pronto que terminaría la ponía enferma. Así que por el momento disfrutaría del “paseo”.
Pero Eduardo parecía que pensaba otra cosa, pues al cabo de un rato, Ale se dio cuenta de que ya habían pasado por donde podría él haber subido para dejarla en su casa. La moto no se detenía y ella ya empezaba a ponerse nerviosa.
Trató de avisarle apretando con más fuerza la cintura de Eduardo, pero él no le hizo el menor juicio.
Ale estaba más que nerviosa y tenía frío. No es un chiste subirse a una moto sin la ropa adecuada. De pronto Eduardo luego de un semáforo dobló por una saliente hacia la playa y se detuvo.
Ale no se podía mover, estaba entre agarrotada y entumecida por el frío, pero Eduardo con delicadeza se soltó de sus brazos.
-¿Ale?
-¿Hum?
-¿Estás bien? –Eduardo se bajó pero Ale siguió encima de la moto en una posición bastante anormal.
-Cre-creo-o que-que te-tengo-go fri-frío-o. –Masculló apenas.
-Ah, eso se arregla.
Eduardo se quitó la chaqueta gruesa que andaba trayendo y se la puso a ella.
-¿Así está mejor?
-Cl-Claro-ro –tartamudeó ella.
La chaqueta estaba calentita y la abrigó al instante.
Levantó la vista y miró al oscuro mar que estaba frente a ella. Eduardo al miraba con preocupación.
-Te-di-dije-que-que esta-estaba-bi-bien. –logró decir, sus dientes no dejaban de castañear.
-Pues no me parece. No debí traerte, pero tampoco te podía dejar ahí.
-No impor-porta. Te-te lo-lo agra-agrades-desco. –Eduardo entonces en un gesto que hizo que Ale sintiera calo la abrazó.
-Discúlpame.
Ale no respondió. El abrazo le sentaba de maravilla ya que el calor de la fricción ayudaba. Luego de un rato en que se habían quedado así Eduardo la soltó y Ale le sonrió.
-Gracias –dijo ahora con toda claridad.
-No hay de qué.
Los dos se miraron y rompieron a reír.
-¿Te puedo hacer una pregunta? –le dijo Ale.
-Sabía que tenías preguntas. Adelante.
-¿Por qué estaba hoy dando esa prueba?
-Ah, fácil. El Prof. me pidió que por favor se las diera yo. Parece que su ayudante tenía ciertas preferencias con algunas de tus compañeras, y como yo soy un buen amigo de él.
-¿Tú, amigo del Profe?
-Claro, digamos que nos conocemos desde hace tiempo.
-¿Con el Profe?
-Si, con el Profe.
Ale trató de imaginarse al Profe compartiendo con Eduardo, o andando en moto con él. Le dio vergüenza.
-Ah, pero por lo visto él no sabía que yo también tenía preferencias.
¿Lo dijo por mí? ¿Me lo dijo a mí? Aire, por favor aire.
-Y… ¿Cuáles fueron tus preferencias? –preguntó con la voz cargada de temblor.
-¿No lo sabes? –Eduardo se acercó a ella y le tomó la cara. Ale trató de recordar cómo hacían las actrices en esas situaciones, pero sabía que no podría hacer lo mismo. Debo verme patética.
Eduardo se acercaba más y más a Ale, pero ella no podía reaccionar. Las manos tibias de Eduardo le sostenían ambas mejilla y ella notaba como su pecho baja y subía tratando de controlar el nerviosismo. Cuando estuvo segura de lo que él iba a hacer -y se resignó a dejar que lo hiciera- una luz fuerte los cegó a ambos.
Rápidamente se separaron bruscamente mirando hacia el lugar de donde provenía la luz. Ale, maldiciendo por lo bajo miró con los ojos entrecerrados al auto que se estacionó muy cerca de ellos. Cuando pudo enfocar la vista de forma normal se sorprendió al ver quien manejaba y quien estaba en el otro asiento. A su lado Eduardo le tomó la mano.
-Tranquila –le dijo.
Ale se volvió hacia él confusa.
-Es Laura, no estoy asustada –Eduardo la miró sin ningún atisbo de tranquilidad en la cara.
-Si sé que es ella. Pero yo lo digo por él.
En ese momento Laura bajó del auto y corrió hacia ellos.
-¡Mapa! –gritó acercándose. Ale le sonrió. -¿Qué haces aquí y con Eduardo? UUUUiiii ¡Y de la mano!
-Laura, este yo…
Pero Laura se detuvo de repente al ver la expresión con que Eduardo miraba detrás de ella.
-¿Qué onda? –preguntó dándose vuelta notando la hostilidad de Daniel.
-Ven –le ordenó este.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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