martes, abril 14, 2009

Capítulo VII. Parte 5.

Ale iba en el auto de Eduardo, lo acompañaba a la Universidad de Antofagasta. Según él tenía que ir a buscar a un amigo. Cuando un aviso gigante afuera del Nuevo casino decía: HOY GRAN INAUGURACIÓN.
-Qué lindo Eduardo, mira, me encantaría venir hoy… - dijo sólo por decir algo para cortar el hielo, la vergüenza ya se le estaba pasando.
-Qué bueno que ahora hablas –rió él –Pero hoy no puedes venir al Casino, no es buena idea.
-¿Por qué? –quiso saber ella.
-¿Recuerda que dijiste que confiarías en mi?
-No lo prometí.
La cara de Eduardo era de preocupación, no sabia como hacer que Ale entendiera, aunque ésta lo hacía solo por hacerlo rabiar, era obvio que no se atrevería a ir sola al Casino, pues permiso para eso no tenía.
Qué pasaría si viniera, pensó Ale. De seguro lo que le escondía Eduardo era algo muy interesante, quería saberlo y lo iba a averiguar.
-Ale, ¿por qué siempre tienes que complicarlo todo?
-¿Yo? –dijo apuntando a su pecho poniendo cara inocente. A Eduardo el gesto no le pareció divertido.
-Ya vez, ahora es chiste… -dijo en tono agrio.
-Pero es que tu siempre me dices cosas y a mi me gusta saber el porqué de esas cosas y…
-Ya entendí –la interrumpió él. Ale aguardó a ver si ahora Eduardo le respondía algo-. No quiero que vengas.
Ale lo sintió como un cuchillo en pleno pecho. Y de pronto y sin saber por qué sintió como se le humedecían los ojos. Vamos, no es tan grave, se dijo. Eduardo se detuvo frente a la Universidad de Antofagasta. Hizo que Ale lo esperara dentro del auto. No se demoró ni cinco minutos. Ale miraba por la ventana.
-Al menos dime porqué –le dijo Ale con un hilo de voz cuando él prendió el auto y comenzaba a alejarse de la universidad.
-¿El que de qué? –inquirió él sin comprender.
-Por qué no quieres que vaya contigo. –Eduardo notó el tono usado por Ale. Suspiró.
-¿Estás llorando? –le preguntó.
-No.
-La verdad.
-Ya te dije que no.
En ese preciso momento Eduardo se detuvo frente a un semáforo. Con la mano más cercana la obligó a mirarlo.
-A ver, Ale mírame. Confía en mí. No es de mala onda que lo hago, sólo…
-Ya no importa, a demás era por decirlo, a mi no me dejarían salir. ¿Contento ahora? –Ella lo miró con casi odio. Eduardo frunció los labios.
-No.
-¿Qué quieres entonces?
-Que confíes en mí, por favor.
La bocina de un auto detrás los sacó de la conversación y Eduardo volvió a vista hacia el frente.
-Si quieres vamos.
Ale levantó la vista y vio que él apretaba el volante pero su expresión era serena.
-¿Cambias de opinión así tan rápido?
-¿Qué, ahora no quieres ir?
-Sí, pero…
-Pero nada. Te pasaré a buscar a las 8.
-¿Tan tarde? –Eduardo la miró con burla.
-¿Hace cuanto que no sales?
Ale prefirió ignorar la pregunta y bajó la vista. Para qué había abierto su bocota, ahora tendría que vestirse para una fiesta en un casino. De gala, más encima…
-¿Estás seguro de que quieres que te acompañe?
-Sólo si lo estás tú.
-Es que lo dices como si fuera a pasar algo.
-Hum, ahí veremos.
-Claro, ahí veremos.
Ale miró hacia la playa que ya era sólo una mancha grisácea.


-¿Quieres que vaya? –preguntó atónita Laura mientras Daniel iba a dejarla a su casa.
-Sólo si quieres venir.
-¿No era tan secreto? –Daniel no respondió. Laura se dio cuenta de algo muy obvio -. Me estás usando ¿verdad? Quiero decir que vas a ir conmigo y vas a pasar piola.
-Siempre tan imaginativa tú.
-Gracias.
Laura lo pensó bien. Tenía muchos deseos de ir, sabía que detrás de esa fiesta se escondía una montaña de corrupción y misterio y como era tan curiosa los pies le carcomían con ganas de salir, pero por otro lado sabía de sobra que se estaba exponiendo. ¿Por qué ahora a Daniel le daba por meterla en los asuntos de la S.S.J.? Suspiró.
-¿Vas o no? –Daniel la miró se reojo y bufó-. Me lo imaginaba.
-Conste que tú invitaste ¿ok?
-Si.
Daniel detuvo el auto frente a la casa de Laura y apagó todo.
-Ya, bueno entonces ¿a qué hora me pasa a buscar? –preguntó ella.
-A las 9:30, ¿te parece? Ya sabes que debo ir al banco primero.
-Mm… si claro, you’re the boss, boss.
-Sabes que no entiendo ni jota -Laura sonrió orgullosa.
-Lo sé. Bueno me largo.
Laura abrió la puerta del Mustang y sacó un pie hacia fuera, pero antes de poder salir por completo Daniel la tomó del brazo la giró y le dio un beso en la mejilla.
-¿Yaaa? -preguntó ella confusa.
-Para que tengas ganas de ir –le dijo él guiñándole un ojo.
-Como si ya no tuviera ganas –rió ella.
Salió del auto y entró a su casa. Oyó como el Mustang arrancaba.

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