domingo, abril 26, 2009

Capítulo XI. Parte 5.

-¿Tienes sueño? –le preguntó. -Te veo cansada, no te preocupes, vas dormir bien…
¿Dormir bien? Se preguntó Ale para sus adentros ¿a caso piensa que voy a poder dormir con este grado de incertidumbre? y además… ¿en un sillón? Porque yo no duermo en su cama, no duermo allí. No. Lo miró preocupada. Pero no dijo nada, subieron por el ascensor hasta el piso 17. A ella le daba algo de “cosa” subirse a esas máquinas y sin pensarlo se agarró bien fuerte de él.
-¿Le tienes miedo a los ascensores? –preguntó Eduardo tratando de hacer la situación lo más normal posible.
-A los ascensores y a los primos que después resultan no serlo –le contestó ella a propósito para que no se fuera por la tangente como siempre –él se quedó mudo.
Llegaron al piso correspondiente, él sacó su llave y abrió la puerta numero 1703, encendió las luces de la “casa” y el resplandor iluminó todos los lujosos muebles y la bella decoración; claro que con un notorio toque masculino y un estilo moderno. Pescó un control remoto y encendió el equipo de música como si nada, se sacó la chaqueta, tiró su mochila y fue directamente al refrigerador a sacar jugo y unos sándwiches. Ale se quedó estática en la puerta de entrada, observando todo a su alrededor, se parecía a esas casas que mostraban en la tele, cuyas UF llegaban más allá del cielo.
-Ale ven a la cocina, seguro que tienes hambre, has estado sin comer toda la tarde –ella estaba algo insegura, no había pedido permiso para entrar y sus padres seguro que andaban por allí. Caminó lentamente hasta llegar a la hermosa cocina americana de color damasco.
-Eh… oye, -lo llamó tímida. -¿Y tus padres no se irán a enojar porque traes a una desconocida a la casa?
-Vivo solo –le contestó él mascando la Punata de un sándwich.
-¡¿Qué?! –se alarmó Ale –. ¿So-solo?, pero y los gastos y el agua, la luz, el teléfono… o sea… -comenzó a hablar muy rápido por la impresión, pero Eduardo entendió en seguida que la preocupación de ella iba por otro lado.
-Si te preocupa donde vas a dormir… -le dijo sonriendo –no estás obligada a compartir habitación conmigo.
Ni siquiera había pensado en esa posibilidad, ¡tonto!
-Me gustan los sillones –le dijo ella desviando la mirada. Eduardo se le acercó y le ofreció un vaso con jugo, ella tomó el vaso y bebió lentamente, estaba muy nerviosa. Solo, solo, ¡¿Solo?! Él se rió al ver la inmensa cara de preocupación de Ale – ¿Qué, acaso parezco un payaso?
-¿Te la creíste? –inquirió él sin dejar de reír.
-¿Creerme qué? –Ale no estaba para bromas. Las carcajadas de Eduardo parecían no querer acabar.
-Para tu tranquilidad, -le dijo apenas. -No vivo solo… aún.
¡Idiota!
-No sé porqué tendría que preocuparme eso… -le dijo ella mirando al suelo. Pescó el vaso y se fue a mirar al gran ventanal que había en el living, la luna hacía ver muy hermoso el mar.
-Mi papá está de viaje… -le confesó él. -Como siempre. No te estoy mintiendo, si quieres puedes comprobarlo, su pieza está al fondo, tiene todas sus cosas allí.
-Eso no me influye ahora, lo que me preocupa son otras cosas –Ale estaba muy nerviosa. Eduardo se puso serio. Sabía a lo que se refería ella. Ale quería saber lo que estaba sucediendo. Se le acercó.
-Primero vamos a cenar algo, estás muy nerviosa todavía.
-Más nerviosa voy a estar todo lo que me resta del tiempo si no me aclaras nada.
Eduardo se negó a hablar, puso en el microondas unas cajas de algo y luego las sirvió en un plato, seguramente cocinar no era lo suyo. Ambos comieron sin hablar, al menos, Ale estaba muy sumida en sus pensamientos y posibles hipótesis. Cuando terminaron él la llevó al sillón, se sentaron y la atrajo a su hombro.
-Prométeme que si te cuento vas a mantener la calma.
-¿La calma?... ya se me esta olvidando lo que es eso Eduardo si no comienzas ya. –Él la abrazó más fuerte y claro, algo de calma le vino, sólo algo.
-Esos tipos persiguen a mi papá, -comenzó él. –Tuvo problemas con ellos hace algunos años en Santiago, lo creen culpable de una gran cantidad de dinero que desapareció en condiciones poco creíbles. Pertenecían a la misma organización. Creímos que nos habían perdido la pista. Pensábamos que ya no nos seguían, pero… -sus palabras se fueron tensando y salían muy poco naturales.
-Eso no es algo como para que te maten… -Ale comenzaba a dudar de esa versión.
-Claro que sí, el dinero que se perdió era, era de… contrabando.
-¿Contrabando? –Ella se alarmó y se desató de sus brazos para mirarle a la cara –¿Droga?
-… Sí – Eduardo parecía estar inventando un rompecabezas – pero, o sea… mi papá y yo nada que ver con respecto a eso, al contrario, a él también lo embaucaron. Pensaba que la organización se dedicaba a otros fines, pero una vez adentro se enteró, por eso tratamos de salir lo más rápidamente de la capital. No tenemos nada que ver con ese dinero robado, nada –Ale miró alrededor de la casa y luego lo miró a él con duda.
-No es lo que estás pensando –Eduardo rió-. Siempre hemos tenido la misma situación económica, bueno al menos mi papá. Lo que tenemos no es con dinero robado.
-¿Y qué tengo que ver yo en todo esto? – él suspiró.
-Esos tipos son algo peligrosos, ya nos localizaron. Y lo peor de todo… es que te vieron conmigo. Eso no es bueno. Debemos despistarlos por lo menos un tiempo.
-¿Eso qué significa?
-Bueno, que…. quizás vas a tener que alejarte de mí y también sería lo más correcto irme por un tiempo –Ale se quedó pasmada y trago saliva mientras jugaba con sus manos.
¿Ah?... ¿Escuché bien? Se va… a ir.
-¿Con tu padre?
-Claro… voy a tener que contarle, no le va a gustar nada –él la miró de reojo y notó su preocupación. -No te preocupes, una vez que ya no te vean conmigo ni se van a acordar de ti. Los blancos somos mi papá y yo.
-También me preocupas tú, tonto –Ale le hizo una mueca, él se rió. -Si es mejor que no te vean conmigo ¿por qué me trajiste aquí?
-Porque si te dejaba sola hoy, lo más seguro era que quisieran nuevamente hablar contigo y sacarte información, desde mañana… podré tener todo controlado y tu estarás más a salvo –Ale no parecía muy convencida, la explicación era algo vaga –tengo que hacer una llamada, vuelvo enseguida –le dijo, se fue al balcón y cerró el ventanal. Ale se quedó sola sentada en el living.
Laura me había dicho que tuviera cuidado… ¿Habrá sido por esto o…?
Eduardo entró nuevamente, venía algo más relajado. Se dejó caer en el sillón y la volvió a abrazar. El equipo comenzó a tocar “Map of the Problematiqué” de Muse a volumen bajo. Ella se estaba imaginando cómo volverían a ser las cosas una vez qué él se fuera y la idea no le gustaba. Un noviazgo de un día seguramente era un record y se rió.
-Parece que ya te relajaste… -notó él -¿de qué te ríes? –ella pareció no escuchar.
-¿Con quién hablaste por teléfono? –Él se acercó más a ella, tratando de evadir la pregunta.
-No te preocupes por eso ahora –le contestó prácticamente susurrándole al oído. Parecía aprovecharse de la situación muy bien.
-Pero... a mi me interesa saber – decía tratando de escabullirse de entre sus brazos.
Ya era tarde. Eduardo le hizo recordar todo lo que había pasado en el auto. La besaba, le acariciaba el cuello, los brazos. Sus manos se entrelazaban con su cabello, le murmuraba cosas al oído… Ale lo quería evitar, pero no le funcionaba y él parecía muy entretenido. No quería que llegara un momento en donde las cosas se fueran a complicar.
Seguramente Laura no se resistiría si estuviera en esta misma situación, pero con Johnny Depp…
A él se le cayó la billetera del pantalón a un rincón del sillón. Ale se dio cuenta y trato de alcanzarla. No vaya a ser que después se le olvide, pensó. Si iba a irse de la ciudad necesitaba sus documentos. Pero no pudo alcanzarla. La respiración de él comenzaba a aumentar y cuando ella pensaba que ya todo estaba perdido sonó el celular. Eduardo no quería contestar la llamada y tiró el celular para que siguiera sonando en otro lado.
Ese celular casi me salva…se lamentó ella. Tiene que contestar…
-…Oye… contesta, podría ser algo importante, -le dijo entre sus labios. -Tu padre o algo por el estilo –Eduardo pareció volver a la realidad. Dejó de besarla y controló su respiración, se tiró el cabello hacía atrás y corrió a donde lo había tirado.
¡¡Amo a ese celular!!
Nuevamente se fue a hablar al balcón. Ale estaba algo nerviosa, iba a tener que inventarse algo y pronto, no pretendía pasar más allá de ese living. Así que improvisó una cama para “ella sola” en el sillón y acomodó los cojines, sólo le faltaba una frazada. La idea era que cuando llegara Eduardo de hablar por teléfono ella estuviera “dormida” tenía que apurarse, la llamada estaba siendo muy larga, ya estaba por terminar. Tomó la billetera que a él se le había caído, su mochila azul tirada en el piso y se tomó la libertad de llevarlas a su pieza, para que cuando se fuera no se le olvidara nada… Para cuando se fuera, pensó con tristeza… tale vez dentro de la habitación conseguía una frazada.

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