Ya casi había pasado una hora y Eduardo aún no aparecía en el estacionamiento. Ale estaba que se iba, ya se le habían acabado los ejercicios que había hecho mientras esperaba; no pensaba seguir haciendo el papel de tonta; si es que ya no lo había hecho. Por un momento dudó en irse, había olvidado sacar del bolso “Luna Nueva” ¿Podría releerlo mientras tanto o no? o tal vez terminar de leer “Medianoche” lo he pospuesto mucho… Pero se decidió. Tenía otras cosas mucho más importantes que hacer y hacía frío, había estado nublado todo el día, y no se me ocurrió traer un chaleco. Guardó sus cuadernos y se levantó para caminar a la salida, sin embargo un sentimiento extraño la perseguía, tenía la leve impresión de que hace rato alguien la estaba observando. Lo último que me faltaba, se masajeó la frente, volverme paranoica y sumárselo a mis demás traumas. Hizo caso omiso a su inquietud y siguió lentamente su camino. Muy dentro de ella, Ale tenía la esperanza de que todo siguiera siendo como en un cuento de hadas, pero no, las cosas eran simples, Eduardo era un mentiroso. Apenas lo dejo solo, no le cuesta nada aparecerse con la “española”, y si no era con ella, seguramente no le faltaría otra. Ella deseaba con todas sus fuerzas seguir esperándolo, pero no para reprocharle, eso no le salía. Sin embargo, ¿qué haría ahora? Eduardo no le podía salir con que había ido a tomar un “helado” con la española. Su humor cada vez empeoraba más. ¿Cuánto le había durado su “noviazgo”? Cuatro horas se quedan cortas.
-¡Y que sus primos se vayan a la punta del cerro también! –bufó Ale con rabia.
De pronto, vio cómo el Toyota descapotable se aproximaba velozmente hacía el estacionamiento, ya no le sirve apurarse. Ale siguió dignamente caminando en dirección contraria, no “pensaba” parar; pero quería hacerlo. Como su cabeza le decía que siguiera hacia la salida, lo hizo. Pero ya podía sentir el fuerte cerrar de la puerta del descapotable. Eduardo salió hecho una bala para alcanzarla y la tomó por el brazo, para detenerla. Ella siguió como si le hablara una mosca, lo ignoró casi la mitad del camino.
-¡Hey! ¿No me digas que estas enojada porque me retrasé? –Ella le dio una mirada irónica –. Es que tuve un problema, pero no es para tanto.
Ella seguía caminando, y él ni siquiera se acercaba al verdadero motivo. Pensará que soy tonta.
-Si me sigues ignorando soy capaz de ponerme en ridículo frente a todos los que vez aquí y no es chiste –Ale podía ver como ya algunas miradas se dirigían hacia ellos, y era de esperarse Eduardo iba hablando solo. Se detuvo.
-Deberías tener mejor memoria de lo que haces –le dijo ella sin ningún atisbo de emoción.
-¿A qué te refieres con eso?
-¿Dejaste en un lugar seguro a la “española”? –su tono no podía ser de mayor molestia y se las estaba aguantando para no hacer una escena allí mismo, no iba a pasar esa vergüenza.
-¡Ah! ¿Era… eso? –La mirada de Eduardo se calmó –Si no fue nada, oye en serio, tuve que brindarle mi ayuda… y me tienes sorprendido, ¿ahora también le haces de agente secreto? –rió y ella lo miró con odio.
Idiota
-Y de seguro que en esa ayuda también iban incluidos “besos y abrazos”… si es así no quiero ni pensar en todas las “amigas” a las cuales siempre le brindas tu ayuda –La voz de Ale se iba rompiendo, aunque la controlaba para que él no se diera cuenta. No podía haber algo más vergonzoso que eso. Eduardo la obligó a mirarlo, estaba preocupado, podía notar en los ojos de ella las lágrimas que estaban a punto de brotar. Ale desviaba la mirada con enojo, pero él la volvía de nuevo y la sostenía con sus manos.
-¿Te quedaste esperándome toda esa hora, cierto?
-Sí… tenía unas ganas de… tirarte el libro de Cálculo por la cabeza, y aún lo puedo hacer. Me voy… -No alcanzó ni a darse la vuelta porque él la abrazó. Ella no quería recibir las sobras. Pero no pudo rechazarlo, ese perfume que usaba de seguro que tenía la culpa.
-¿Quieres que te explique? –le preguntó él al oído.
-N-n… no me importa –Ale no se aguantó más las ganas de llorar y de sus ojos comenzaron a caer leves lágrimas que aumentaban cada vez más.
-Sí, si te importa… no creo que estés llorando porque te fue mal en una prueba –él se la llevó al auto sin despegársele, por una parte a ella eso le convenía, así nadie podría verle la cara llena de lagrimas si la escondía en la camisa de él.
¡Vergüenza, vergüenza, vergüenza…!
Ale pensó que la llevaría a algún lado, pero no, la hizo sentarse junto con él en el asiento trasero, Eduardo se quedó en silencio observándola unos minutos. Estaba confundido. Le ofreció un pañuelo desechable.
-No quiero –lo rechazó ella, y lo apartó con un leve golpecito en la mano que se lo ofrecía. Ale abrió su bolso y sacó sus propios pañuelos, le dio la espalda y miró por la otra ventana. Él la abrazó por la espalda y le dio un beso en la mejilla.
-Estheffi sólo quería… –comenzó él.
-¿No era “Tefi”? –lo interrumpió ella con tono burlesco, él pareció no escucharlo.
-Quería que la ayudara, no alcanzó a darme todos los detalles, yo andaba apurado, pero me necesitaba, tiene algunos “problemas” y por lo del abrazo… ella me buscó, y es que, no la quise hacer sentir más mal de lo que ya estaba…
-Claro…y a ti te encanta que “te tienten”, te escuché Eduardo –y se giró para enfrentarlo –le dijiste: “no me digas eso Estheffi, ya sabes que no respondo de mí” –Ale imitó su voz –. Eso no es una relación de amigos. Si ella te gusta tanto, anda, yo no te voy a decir nada. Entiendo perfectamente, ella es rubia, más blanca, ojos claros, es más joven… -él la miró angustiado –con ella vas a estar a “tono” y no lo digo en chiste –Eduardo comenzó a acariciar su pelo.
-Lo que le dije fue irónicamente, no hablaba en serio…
-¿Qué es serio para ti? –quiso saber ella.
Laura se devolvió sola a su casa, Daniel tenía que hacer unas “cosas” y decidió no molestarlo más, hoy ya le había contado mucho, no quería sobrecargarlo. A medida que iba caminando para tomar la micro, se fijó en una sombra o más bien en ese tipo de sensaciones que dan la idea de que te están espiando. Ella siguió. Yo no soy miedosa, se dijo. De pronto, saltó alguien a su espalda y le tapó la boca con la mano.
-¡Aaah! –Laura gritó a penas, las manos de su enemigo le impedían seguir.
-Hey!! – Le susurró la persona al oído – ¡Cálmate, soy yo! –Estheffi la soltó para que la mirara.
-¡Ay! ¿Cómo se te ocurre asustarme así? –Laura la miraba sorprendida –además, ¿que tú no estabas perdida? –Estheffi se rascó la cabeza.
-Sí… o sea no, el punto es que no quiero que mi agencia me encuentre, estoy algo así como escondiéndome.
-¿Por qué? Daniel y los demás están súper preocupados y ya te están buscando
-Ese es el punto, acompáñame, corro peligro aquí
-¿Peligro? –Laura la miró sin comprender.
-Si, si… Te explico pero no aquí, sígueme –Laura obedeció.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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