Osvaldo suspiró. Laura sorbió un poco de la bebida.
-Hace unos meses estaba con mi prima en la casa –comenzó él –me acuerdo perfectamente de ese día puesto que tenía mucha hambre ya que con mi amigo nos habíamos echo una promesa de no comer en dos días para luego ir al Panda y comernos todo –Laura enarcó una ceja pero no lo interrumpió -, Camila llegó y me dijo que si podía quedarme con ella esa tarde. Justo era lunes por lo que no tenía PRE así que acepté, por lo demás nunca hablaba con ella, y como tu me conoces yo soy súper sociable.
“La cosa es que la noté rara, la llevé al pc, en donde yo estaba chateando, y la dejé ahí por que igual yo no aguantaba más y me fui a comer unas galletas de mi hermano, y después me reto, pero no importa, el punto es que la Cami me siguió, le pregunté por qué, pero no me quiso contestar, en cambio, se sentó en la silla de la cocina y me miró como con pena.
“-¿Qué te pasa Cami? –le pregunté.
“-Nada –me dijo, pero yo no soy tonto, no me mires así, si es verdad, que a veces me haga el idiota es para ocultar como soy en realidad, como sea. Pasó que me di cuenta de que tenía algo atragantado y yo quería ayudarla.”
-Tú siempre con corazón de abuela…
-Bueno, le insté a que me contara, y como es mujer no se pudo quedar callada por mucho tiempo.
Osvaldo hizo una pausa que a Laura irritó mucho, pero se contuvo de decir algo, más que mal él le estaba contando algo que quería saber hace tiempo.
-Ella había sido llamada por un tal Matías, un loco medio freak que decía que los jóvenes somos el motor del cambio y cuestiones así. Le vendió la pomada a la Cami, y ella tan polla se la creyó. Y no sabía nada que esa cuestión era súper heavy.
“Pasó que luego de un tiempo, el tal Matías empezó a enviarla a misiones cada vez más peligrosas en donde hasta arriesgaban la vida. Ahí conoció a Daniel –Osvaldo soltó un bufido-. Parece que anduvieron metidos en algo, porque el Dani se metió en una cuestión… como se llamaba… GBL, o algo así, pero eso no era nada que ver, era para encubrir. Y los mandaron a Argentina el año pasado, ¿te acuerdas?
-Sí…
-El caso es que, allá no les funcionó lo que iban a hacer porque Camila prefirió defenderlo a él que hacer lo que le habían mandado. Así que estuvo en capilla.
-¿En capilla?
-Algo así como condicional. Y estuvo así hasta que se hartó.
-¿Cómo se hartó?
-Se cabreó, no quiso participar más en la lesera y le dijo al Matías que la sacara. Pero él no quería saber nada de eso, le dijo que el que se metía lo hacía para siempre. A la Cami le entró el miedo e hizo algo que la sacó de la asociación.
-¿Qué?
-Se enamoró.
-Del Daniel…. –dijo Laura apenas. Osvaldo asintió.
-Así que como eso era imposible en la asociación, la echaron con la condición de que si abría a boca ella sabía las consecuencias.
-¿C-Consecuencias…?
-Sí, obvio, qué crees que esto es así no más… nada que ver. Ellos saben a lo que se atienen…
-Osvaldo…. ¿Por qué llamaste ayer? –preguntó ella sin poder contenerse.
Osvaldo tragó lo que tenía de empanada y bebió de la bebida de Laura.
-Antes que todo, debes saber que a Camila aún le gusta Daniel –Osvaldo hizo una pausa para sopesar la reacción de su amiga, pero Laura no demostró nada, -por lo que ella estaba preocupada.
-Pero hay algo que no entiendo, -le interrumpió Laura n alzando la mano para detenerlo –si ella ya se fue, ¿cómo entonces sabía de lo de anoche?
-Espérate que allí llego al meollo. Pasó que la Cami estaba cerca de Daniel en el colegio ¿no? Bueno, la chica esa media loca que andaba detrás de Daniel le sacó cosas a él de la mochila, “recuerdos” según esa, pero la Cami la pilló y le quitó lo que ella le sacó. Eran unos papeles hablando de lo que iban a hacer anoche.
“La Cami le dijo a Daniel lo de la chica ésa, y por eso él planeó lo de andar juntos y así la mina lo dejaría en paz. Pero la Cami igual quedó con la duda, y como anoche nadie en la familia sabía donde estaba, a mí se me ocurrió llamarlo por si él sabía algo, pero la perla se había ido con unos amigos a la “chorta” una lesera que queda por La Panorama, y cuando supe que eras tú corté porque si la asociación se enteraba de que la Cami sabía de las cosas esas, capaz que le hicieran algo.
-Mm, bueno si la cosa pinta así… -dijo Laura pensativa.
-¿Qué? –exigió saber Osvaldo.
-Que parece que no me voy a meter más.
Osvaldo notó el rastro de tristeza que ella expresaba y la miró fijamente.
-Pero tú no quieres eso…
-Claro que no, pero qué más puedo hacer, Daniel no me va a dejar intrometerme y aunque me muera pensando en los peligros que corre no puedo hacer nada –Osvaldo asintió. Laura entonces se levantó.
-¿Ya te vas?
-Sí, es que dejé de ir a una clase por ti así que debo ir a las demás ¿no?
-Mm, claro –dijo él no muy convencido del cambio en el ánimo de su amiga –nos vemos mañana en la Congre ¿vale?
-Si, ahí estaré.
Se despidieron con un beso en la mejilla. Laura apenas lo hubo perdido de vista sonrió victoriosa. Si cree que me iré así de fácil de la vida de mi Dani, está muy equivocado. Debo ir al colegio al tiro. Las clases dan lo mismo, además los chicos pueden firmar por mí… tengo que hablar con esa tal Camila.
Tomó una 119 y se pudo los audífonos para poder aunque fuera por unos segundos olvidarse del peligro con las canciones de Íncubus.
-¿No te gusta la lechuga? –preguntó Ale divertida al ver la cara de asco reflejada en Sebastián, quien cogía la lechuga como si fuera un gusano mal alimentado.
-No, es que mi mamá es media rara y prepara la lechuga de tantas formas diferentes que ya me tiene hasta más arriba de la coronilla.
-¿Tanto así? –preguntó Ale ahora con más interés.
-Claro, las hace en fritos, en ensaladas, en sopas, revueltas con fideo, en hamburguesas, en asados…
-¿En asados…? –Sebastián asintió demostrando su asco sin ninguna censura.
-Pero bueno, por eso me cargan las lechugas.
Ale no puedo contener una risa y Sebastián la acompañó. Era raro estar así con otro chico que no fuera Eduardo, pero como que eso la liberaba un poco, no se sentía con las ganas de contener el repentino rubor que siempre asaltaba cuando estaba con Eduardo, o el de acordarse de respirar. No. Con Sebastián podría decirse que era libre.
Conversaron de muchas cosas triviales mientras almorzaban, de porqué habían entrado a la carrera, de cómo eran antes de ser universitarios, de su despedida de 4º medio, de sus antiguos compañeros, etc., a Ale le empezaba a caer bien este Sebastián, pero como siempre cuando las cosas están muy buenas, pasa algo que las destruye. Y en ese caso, ese “algo” fue Eduardo que apenas entrar en el casino la fulminó con la mirada.
-¿Estás segura de que no es tu novio o algo así?
-Sí, segura de eso estoy 100 % -respondió con certeza.
-Pero te mira raro, bueno, me está incitando a dejarte…
-¿Ah? –Ale miró a Sebastián y luego a Eduardo que avanzaba en la fila de la comida sin dejar de mirarla.
-Claro son reglas de hombres.
-Como las de las mujeres.
-Algo así, pero para los hombres este lenguaje significa camorra, pelea, conflicto, ¿entiendes?
-Claro…
Ale se moría de la vergüenza, este Eduardo, cómo se le ocurría mirar así a Sebastián, a demás con qué derecho, si él mismo la había cambado por la española esa. Con cierta rabia y positiva sed de venganza, se acercó a Sebastián y le pidió que se fueran de ahí.
-Vamos a estudiar, no quiero verlo.
-Está bien, por mí esta quete muy bien.
Se levantaron, fueron a dejar las bandejas al área del lavado e iban saliendo cuando Ale sintió la inconfundible fuerza de Eduardo en su brazo.
-Ale –la llamó él.
Ale con cierto drama se dio vuelta y se soltó de la mano que le aferraba el brazo.
-¿Qué? –preguntó exasperada.
-Tengo que hablar contigo –dijo él algo enojado, con esa mirada que puede matarte. Sebastián estaba a unos pasos más allá, cerca de la salida y miraba de reojo a Eduardo.
-No puedo ahora, tengo que estudiar. Después nos vemos. –Estaba a punto de darse la media vuelta para retirarse, cuando la mano de Eduardo volvió a sostenerla del brazo.
-Yo quiero ahora – y la miró desafiante, así que para evitar “conflictos” y una vergüenza, accedió con mala gana.
-¡Bueno! ahora suéltame el brazo, primero le voy a decir a Sebastián que lo veo después –caminó hacia la puerta y le dio una sonrisa de esas infantiles y lo llamó con la mano –Seba, ¿podemos juntarnos en media hora en la biblioteca, porfa? Es que prefiero arreglar este “problema” ahora. ¿Ya?
-Sí, no te preocupes, si igual es media hora no mas –su rostro expresaba la de un chico relajado.
-¡Ya! Espérame abajo en el primer piso ¿ok? En todo caso no creo que te sea de mucha ayuda en álgebra, en realidad igual me cuesta.
-¡Ja! Pero te cuesta menos que a mi, y ya apúrate en arreglar tu problema, porque parece que anda impaciente –señaló a Eduardo que estaba apoyado en la pared de la escalera que lleva al segundo nivel. Ale se rió nerviosa.
-Claro, vaya tranquilo, ¡bye! – se despidió lo más contenta y feliz que pudo, pero al darse la vuelta su expresión cambió inmediatamente. Más bien una nube negra se posó encima y la hizo ponerse más nerviosa de lo acostumbrado.
-Vamos para afuera –dijo Eduardo, ella lo siguió sin chistar.
Llegaron al fondo de los pastos, que estaban al lado del gimnasio. Ale l pensó: de seguro que quiere pelear, de aquí nadie vería la “escena” . Eduardo se apoyó en el último árbol y la miró con las manos en los bolsillos.
-¿Me trajiste a hablar o jugar a quemarse los ojos? –A Ale no le salía mucho lo de ser mala onda. Tampoco le gustaba enojarse con él, podía ser con todos, menos con él, pero su inagotable misterio y cambios de humor la cansaban.
-No sé como explicarte… - dudó en decir lo que tenía ya a punto de lanzar –Lo que pasa es que me carga que te enojes sin saber lo que en realidad ocurre, me evitas y más encima te vuelves amiga de ese niño del que no te has separado en todo el día –parecía verdaderamente enojado.
-¡Já! –rió irónica. –O sea, ¿yo soy la que esconde cosas y tiene a una amiga extranjera a la cual no le quité el ojo de encima toda la noche y estuve sola con ella quien sabe cuantas horas en mi auto? –Ale trató de no exaltarse, no le estaba resultando. –Y además es mi problema andar con quien quiera por toda la U. Si te sientes solo, anda a buscar a la española.
-Que eres cabra chica, no sabes nada.
-Porque tú no me cuentas.
-¡Porque anduviste toda la mañana con ese niño! Hoy venía con toda la intención de explicarte las cosas, pero me evitaste hasta el cansancio.
-Y además… -le dijo Ale - ¿Por qué te tengo que dar explicaciones? Tú no eres mi novio o algo por el estilo –estaba controlando el arrebatarse más.
-¿Ah no? –inquirió él levantando una ceja.
-No, -respondió ella categóricamente. -No recuerdo que nadie me lo haya pedido –comenzó a enrojecerse. Asimismo se le acababan los argumentos para seguir discutiendo.
Una mano se apoyó en el árbol donde Ale igual estaba apoyada. Esto es como una encrucijada, pensó mientras Eduardo mantenía la otra en el bolsillo. Se acercó más a ella ¡Está violando mi espacio personal severamente!
-A ver… -inquirió él divertido. -¿Qué habías afirmado recién?
Ale estaba algo más que petrificada.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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