Ale estaba entre enojada y nerviosa. Antes que todo, cabe mencionar que la pobre tenía EL lío en la cabeza. En primer lugar deseaba poder enojarse más firme con Eduardo, pero no le funcionaba. En segundo lugar quería estar con él como estuvo en “los pastos” esa tarde cuando le pidió ser su novia, pero tampoco podía porque aunque no estuviera completamente enojada, sí sentía algo de rabia hacia él. Y Eduardo no ayudaba en nada, le acariciaba el cuello, le besaba la mejilla, la abrazaba y le susurraba al oído que estuviera tranquila porque la única que le hacía sentir verdadero amor era ella. ¿Cómo planeaba ella seguir resistiéndose a eso? A su voz en su oreja, a su respiración en su cuello, a sus manos en su cintura y a su olor… ¡Oh! ¿Cómo podía resistir ese olor que la adormecía? Respiró hondo. Graso error, el olor ahora estaba en cada rincón de su cuerpo. Bajó la cabeza derrotada.
-¿Ya se te pasó?
Ale levantó los hombros.
-Aún no me respondes, te hiciste el loco, pero ahora quiero respuestas –Eduardo se acercó más a ella, Ale sintió un hormigueo enérgico que le recorrió la espina dorsal y la dejó tiesa.
-¿A qué es serio para mí?
-Cla-claro –le respondió ella apenas. Eduardo sonrió.
-¿Te importaría si pongo algo de música para responderte?
Ale se dio la vuelta pensando que él la estaba molestando.
-¿Ah?
-Claro, música, para ponernos en onda –Eduardo le sonrió infantil y estiró el brazo para prender el estéreo de su auto. Una canción antigua que Ale había escuchado en pocas ocasiones invadió el lugar –Ahora sí.
Eduardo la obligó a ponerse frente a él y le tomó la cara.
-Para mí todo lo que tiene que ver contigo me parece serio. Lo demás son cosas de la vida.
-¿Conmigo? ¿Ah sí? ¿Cómo qué? – Ale quiso morderse la lengua después de preguntar algo tan estúpido. Pero Eduardo se la tomó muy enserio.
Le besó en la comisura del labio.
-Como esto.
Le tomó la mano y la olió.
-Como esto.
Aprisionó su cara entre sus manos y la miró fijamente.
-Ver tus ojos, como brillan al ver los míos, cómo tratas de concentrarte en hablar correctamente, cómo tú corazón late rápidamente cada vez que me sientes… Ésas son cosas serias.
Ale quiso concentrarse, pero esto ya llegaba más allá de lo que podía soportar. Ya no podía aguantar más, ya no sobrellevaba las ganas de besarlo de una vez y antes de que cualquier cosa se le viniera a la mente diciéndole que la cortara con la estúpida tentación de raíz y pensara con la razón en vez de con el corazón, lo atrajo hacia sí y le besó en los labios.
Eduardo sonrió mientras tenía los labios de ella sobre los de él. Ale le pasó sus brazos por el cuello y lo estrechó más.
Sintió que él le tomaba la cintura y le pasaba una mano por todo el cabello. Sus labios tenían un sabor tan especial que la hacía sentirse en las nubes, por allá, por el éter, en un lugar lejano, en el quinto cielo. No podía creer que se pudiera sentir tanta felicidad. Además el auto, con esa música, tenía una especie de influencia afrodisíaca que hacía que no pudiera controlar sus movimientos y menos sus sentimientos.
Eduardo le tomó de la barbilla y la obligó a detenerse. La miró.
-Y… ¿Qué fue eso? –le preguntó con las cejas fruncida divertidas.
Ale se mordió un labio y trató de pensar en una respuesta con fundamento, pero lo único que se le venía a la mente era: Porque me dieron ganas. Pero no podía responderle eso, o sea, sería como admitir que lo necesitaba. Pero es la pura verdad, trató de convencerse. Lo miró sonriendo inocente.
-Creo que… -trató de hallar algo que la sacara de la situación, pero Eduardo tomó su mano y la puso sobre su majilla. Ella sintió lo caliente que él estaba.
-No importa. Eso es exactamente lo que me gusta de ti, que a veces haces cosas que sorprenden a todos. Espero que siempre seas así.
Ale le sonrió roja de vergüenza. Lo miró a los ojos dispuesta a recordar cada detalle de ese momento, pero algo afuera le llamó la atención.
-Eh, Eduardo, creo que nos están viendo.
Eduardo la miró un momento, luego ella notó cómo se ponía rígido y su mandíbula se apretaba con mucha fuerza.
-No te muevas, y hace como que me sigues hablando –Ale abrió la boca para decirle que no sabía hacer eso, pero antes que pudiera siquiera pensar en algo, la persona que estaba afuera se fijó en ella, y ella lo reconoció.
-Ah, son tus primos –Eduardo se volvió a mirarla frunciendo el cejo.
-¿Qué primos?
-Los tuyos… -Eduardo le agarró la cara.
-Yo no tengo primos Ale.
-Ah, entonces….
-¿Cómo sabes eso?
-Hoy día fueron a la biblioteca y…
-Mal nacidos –masculló Eduardo con los dientes apretados, bajó la vista y se concentró en que la rabia no lo invadiera o Ale se vería afectada, ya no quería hacerle sufrir más-. ¿Qué-qué te dijeron?
-Eh… me dijeron que eran de Canadá, que tu madre vivía allá y que venían para darte una sorpresa…
-Imbéciles –murmuró quieto como estatua.
-¿Pasa algo?
Eduardo la estudió con la mirada.
-¿Te importaría mucho si hoy no vuelves a tu casa?
-Laura, me voy a quedar aquí.
Estheffi se detuvo y le señaló una casa media abandonada, negra por algún incendio reciente.
-Olvídalo.
-Pero no me puedes llevar a tu casa, es demasiado peligroso.
Laura se detuvo y le sonrió maliciosa.
-¿Y quién te dijo que te llevaría a mi casa?
-¿Ah no?
Laura levantó las cejas a lo 1313 y siguió caminado hacia arriba. Estheffi la miró un momento sopesando la actitud de su amiga, y con un suspiro se rindió. Laura sabía lo que hacía, además esta era su ciudad, conocía a sus habitantes.
-Y… ¿Dónde me llevas?
-Se cuenta el milagro pero no el santo.
-¿Eh?
-Nada, olvídalo. –Laura había recordado que Estheffi no era chilena.
-Pero Laura –le dijo ella mientras la alcanzaba, Laura caminaba como bólido-, tienes que decirme dónde vamos.
-Es un secreto, además es mejor que no le sepas, así por lo menos si te atrapan no sabrás a quién acusar, y la persona a la que te llevaré quedará a salvo.
Estheffi frunció el cejo.
-Pero hombre, por lo menos dime si es de confianza.
-Oh si, de mucha confianza –Laura sonrió imaginado la cara de Osvaldo cuando le dijera que debía cuidar a una chica. Vamos a ver si él controla al hombre que lleva dentro.
-¿Por qué sonríes? –inquirió Estheffi mirándola fijamente.
-Nada Estheffi, nada de importancia.
Laura siguió subiendo.
-¿Vamos a caminar todo el rato? –Laura se volvió hacia ella.
-¿Ves que pase alguna micro por aquí? –preguntó ella señalando el sector que ya se estaba oscureciendo.
-Pues la verdad…
-No. Por aquí nunca pasan micros, además la casa de la persona con la que te voy a llevar no queda tan lejos, a lo mas a 15 cuadras de aquí.
-¿¡15 CUADRAS!? –Estheffi le agarró el brazo-. No voy a caminar tanto.
-Por las canillas del mono, - Laura se detuvo y la miró con exasperación –Tengo que ponerte a salvo, no quiero que te pase nada de malo, además mi amigo te va a cuidar. Confía en mí.
-¿Amigo?
Laura se mordió el labio inferior, no quería decir ese pequeño detalle hasta que estuvieran en la casa de él, pero siempre su bocota hacía lo que quería. Suspiró.
-¿Quieres estar protegida? Sí o no.
Estheffi la miró pensando la respuesta y luego puso los ojos en blanco.
-Hala, está bien, si tú confías en él, será pues.
Laura asintió y ambas siguieron caminando.
La ciudad está siempre empinada por lo que la subida no era nada un chiste. Laura caminaba a un ritmo constante, pero Estheffi que no estaba acostumbrada y a la que siempre andaban trayendo en auto resoplaba ya al borde de sus fuerzas.
-¿Podemos descansar? –preguntó deteniéndose y apoyando sus manos en sus rodillas.
-Falta una cuadra más –le dijo Laura pensando en que si se detenía perdería su ritmo lo que causaría estragos en su corazón. La miró por sobre el hombro-. Continúa.
-Ok –aceptó Estheffi.
Continuaron subiendo y cuando Laura dobló hacia la derecha, Estheffi sintió el alivio de sus piernas al poder caminar de forma horizontal nuevamente. Laura se preguntaba si Osvaldo no le pondría mala cara o algo, pero ya no podía renunciar. Aunque le daba cosita meterlo de nuevo con la S.S.J., pero no creía que Estheffi fuera a quedarse una eternidad aquí… ¿O sí?
Laura se detuvo en la puerta de la casa de Osvaldo y tocó el timbre. Notó que Estheffi se mordía el labio inferior.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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