miércoles, abril 22, 2009

Capítulo X. Parte 3.

Ambos tipos lucían de forma muy particular, pero no por eso extraña. El más alto andaba con unos pantalones negros, una camisa a cuadros azul marino, desabotonada en la parte del cuello y con un chaleco de satín plomo. El otro usaba los mismos pantalones, pero su camisa era de un solo tono y en vez de un chaleco, vestía una chaqueta negra, que le quedaba algo ajustada al cuerpo; sin duda su musculatura no pasaba desapercibida. Ale quedó perpleja ante la visita y no sabía qué hacer.
-¿Amigos de Eduardo? –preguntó controlando el nerviosismo que se incrementaba. Sebastián se giró para mirar a los hombres.
-¡Hey! ¿Me puedes soltar el hombro? –les pidió Sebastián de manera educada.
-Solo nos gustaría hablar con ella un momento –sus rostros ya no expresaban frialdad, ahora se mostraban amables.
-Y… ¿De qué sería? –La cara de Ale reflejaba a miles de kilómetros que la situación no le gustaba. Ellos se dieron cuenta.
-Relájate –le dijeron riéndose como niños después de una broma –¿No habrás pensado que hablábamos en serio? –preguntó el del chaleco de satín, haciendo el mismo gesto de cuchillo sobre el cuello. Sebastián no se percató.
-Ah… -Ale sonrió incómoda. -O sea, obvio que no. ¡Jajaja! – Su risa nerviosa no ayudó mucho. Sebastián la miró con cara de ¿qué onda?
-¿Podríamos hablar un rato? –le insistió el de chaleco.
-Claro, al tiro. –Ale miró a su amigo. -Seba me había olvidado que tenía que hablar con esos caballeros, es algo re importante. ¿No te enojas si…? –Seba negó con la cabeza. -Ahora me voy, es que de verdad, tú sabes es de esos compromisos que a veces a una se le olvidan y… -siguió hablando cada vez más rápido.
-No te preocupes, -le dijo él. -Si igual ya es algo tarde, tengo que juntarme con unos amigos, nos vemos después. –Seba guardó sus cuadernos, pescó su mochila y se despidió de ella y de los tipos con un gesto de manos. Ale también aprovechó de guardar sus cosas.
-Ya, y… ¿hablamos aquí cierto?
-Si, no hay problema, es súper simple.
-Pero… o sea… ¿Cómo me conocen? Eduardo… No entiendo. –El de chaqueta negra comenzó a hablar.
-Resulta que Eduardo no tiene idea de que estamos aquí, le queremos dar una sorpresa –se rió para sí –es que somos sus primos -¿Ah?, ¿cómo es eso?
-Oka… pero… ¿como saben mi nombre y…? – hizo un gesto de interrogación enorme con su cara.
-¡Jaja! -rió el otro. –Bueno, resulta que te habíamos visto con él desde hace algún tiempo y pensamos que quizás eras alguien cercana, entonces decidimos venir para saber si podemos contar con tu ayuda. Resulta que Eduardo vive aquí solo con su papá. Su mamá vive en Toronto, Canadá. De hecho nosotros también somos de allá, solo estamos aquí de visita. –Marisol quedó algo atontada con la información. ¿Cómo es posible que sepa tan poco de Eduardo? No sabía nada de su familia y quizás nada de él… Siguió escuchando con atención.
-El punto es que él está enojado con su mamá desde hace dos años, no se hablan y nuestra visita tiene como objetivo poder arreglar las cosas entre ellos, y más ahora cuando se acerca el cumpleaños de Eduardo. Su madre está algo destrozada, pero él no contesta sus llamadas.
-Entonces… –Ale trató de procesar la información. -Podríamos decir que ustedes vienen a que Eduardo haga las paces con su mamá, pero… ¿sin que se entere aún de su presencia en el país?
-Exacto, -los dos sonrieron complacidos. Al parecer creían que a Ale le costaría entender a qué habían venido. -Bueno… -continuó el de la chaqueta. -Aún no queremos que se entere. Pero de enterarse se va a enterar. Y no te asustes, tu nombre lo supimos porque cuando salías del casino el otro día compraste con un vale, así que fuimos y le pedimos al que te atendió que nos dijera el nombre que aparecía allí. ¿No te molesta cierto? No es que seamos intimidadores. –rió.
No, para nada, ustedes no asustan a nadie. ¿A caso Eduardo sabrá que sus primos tienen complejo de agente 007?
-Bueno, o sea… si quieren mi ayuda, esta bien Pero no ceo que les sirva de mucho. – Ambos jóvenes se dieron una mirada de cómplices.
-No te preocupes, que de ayuda vas a servir mucho.
-Pero… ¿Cómo pueden estar tan seguros que soy una persona cercana a Eduardo?
-Lo intuimos, hemos estado siguiendo su pista desde hace un mes –sonrió maliciosamente, mientras sacaba su móvil y cancelaba una llamada entrante.
A si que… ¿además cumplen el rol de espías? No, si no dan nada de miedo, nada.
-Podríamos hasta apostar que eres su novia -¿Novia? A Ale le volvieron los nervios – y eso sí que sería de gran ayuda.
-Pero, ¿qué tendría que hacer? –Ale estaba impaciente, el ambiente de misterio no le agradaba en ese momento.
-Nada, aún estamos arreglando algunos detalles. Por ahora sólo queremos que no se entere de que estamos aquí, si lo sabe, todos nuestros intentos serán inútiles.
-Bueno –su repuesta no la convenció. Pero dejó pasar la curiosidad que tenía.
Ellos comenzaron a alejarse, dando la conversación por terminada. Ale también se levantó y los tres salieron. Una vez que llegaron al primer piso, Ale se despidió y ellos siguieron caminando en dirección a la salida. Ya casi eran las seis de la tarde, Eduardo la debería estar esperando en el estacionamiento
¿Qué le voy a decir? ¿Y cómo sus primos entraron y salieron de la biblioteca si no eran estudiantes y no tenían credencial? Tonta, nunca me doy cuenta. Se dejo sí misma mientras se dirigía al estacionamiento.



Daniel se puso muy cómodo, llevó un cojín a su espalda y puso la cabeza de Laura encima de su pecho para comenzar a relatar la historia.
-Hace cinco años yo tenía una familia feliz, bueno, si así podría llamarse. Mi papá tenía un trabajo normal, muy bien remunerado en una empresa minera; mi mamá se dedicaba al hogar y yo iba al colegio como todo niño normal y por supuesto que tenía puros siete, como siempre –Egocéntrico – Bueno el punto es que justo a finales de año, mi papá se quedó sin empleo y mi familia se fue casi a la ruina, estuvimos prácticamente casi medio año sin un veinte. Ni siquiera a mi mamá la querían contratar en ninguna parte, así que se tuvo que conformar con hacer de empleada domestica en tres casas a la vez; en una planchaba y hacía aseo, en la otra cocinaba y en la última cuidaba niños. Por supuesto que lo que recibía no era mucho, pero por lo menos salvábamos el mes. Por otra parte mi papá sintiéndose inútil trato de conseguir lo que pudo y lo único que encontró fue de guardia en un club nocturno –se rió –No tenía estudios, así que no le quedaban más opciones, él único trabajo que había tenido en la vida era en la minera y había entrado allí por “pituto”. Mi hermano mayor, que siempre creyó que era el segundo al mando en la familia, dejó sus estudios y comenzó a buscar trabajo también. Encontró un de Part-time en el Mall. Las cosas poco a poco comenzaron a arreglarse. Estuvimos a punto de que nos embargaran todas las cosas, pero milagrosamente un día mi hermano llegó a la casa con unos 500.000 en efectivo. No te cuento cómo quedó mi mamá. Casi se desmayó; y yo estaba muy entusiasmado, hasta había creído que nos habíamos sacado el kino; obviamente no entendía que no era normal traer esa cantidad de dinero a la casa, cuando trabajas sólo part-time en algún lugar.
-¿Cómo no se te iba a ocurrir otra cosa?... ¿El Kino? –Laura se rió –tu intelecto en ese entonces no era tan desarrollado –dijo irónicamente.
-Lo que pasa es que era un diamante en bruto –le respondió él con actitud sobrada -¿Me vas a dejar continuar?
-Obvio, dale –ojala se tarde mucho, esta re abrigadito.
-A mi mamá no le parecía que él trajera esa cantidad de dinero a la casa, a mi padre tampoco. Lo peor de todo era que le mentía diciéndole que sólo eran préstamos que le hacían sus amigos y que luego debería devolverlos, pero que por ahora lo ayudarían a salir de las deudas. Por supuesto mis padres no se lo creían. Las peleas iban y venían todos los días. A mí me encantaba volver a nuestra misma situación económica de antes. Mi mamá ahora sólo trabajaba en una sola casa, mi papá tampoco se preocupaba demasiado, pues estaba confiando en mí hermano. En cambio él, mi hermano, trabajaba cada vez más. Sus días fuera de casa se hacían cada vez más largos, había días seguidos en los que no llegaba y las dudas se volvían a incrementar junto con nuestra cuenta bancaria. Mis padres aburridos de la situación de incertidumbre, amenazó a mi hermano con echarlo de la casa si no le contaba lo que verdaderamente estaba ocurriendo. A él no le quedó más opción, amaba a mis padres, y no quería dejarme a mí. Y creo que no estaba dispuesto a seguirle mintiendo.

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