sábado, abril 04, 2009

Capítulo II. Parte 2

Se levantó de donde había estado sentada, le dolieron un poco las piernas ya que estaban como entumecidas, y aunque de nerviosa que estaba le sudaban las manos (aunque eso era normal) estaba decidida a hacerle frente.
-¡Oye, tú!
Eduardo se acababa de sacar el casco que le cubría el pelo de color castaño claro pasando al bronce. Levantó la mirada para ver quién le había hablado y frunció el cejo.
-¿Yo? –Ale paró en seco a menos de un metro de él.
-No, si el rey de Francia, obvio que tú.
-Ah, ¿qué pasa?
-Mira mandril, tienes que tener más cuidado, recién cuando te fuiste casi me atropellas.
-¿Yo? –volvió a decir él.
-¡Agg! Sí tú.
-Pues disculpa.
-Pues para la otra tienes cuidado, ¿ok?
Alel se dio media vuelta para alejarse cuando sintió que le sostenían del brazo.
-Oye, espera.
Fastidiada se dio media vuelta y lo miró con cara de pocos amigos.
-¿Qué pasa ahora?
- Yo a ti te conozco… ¿No eras la que estaba con Laura en el almuerzo?
-Si… ¿por?
-Eh… no, nada. Preguntaba no más.
-Ah, ¿eso era todo? –Eduardo frunció el cejo de forma pronunciada.
-¿Siempre eres así de pesada?
Ale se mordió el labio.
No. Ella no acostumbraba a ser así de pesada con nadie, es más, en el colegio le cantaban “nunca quedas mal con nadie”, ¿cómo era posible que se estuviera comportando así con él? Algo raro le estaba pasando y no entendía qué era. Lo volvió a mirar y de pronto sintió como la sangre le subía a la cara. Trató de esconderla mirando hacia otro lado, pero él ya la había visto.
-¿Por qué te sonrojas?
-Este… yo, bueno… cuando me enojo suelo ponerme roja –mintió.
-¿Y estás muy enojada ahora?
-Pues claro, cómo la ves. Intentas matarme y te vas diciendo que me fije, si yo me había acercado a ver tu moto y… -Ale volvió a morderse el labio.
¡¿Cómo le decía que se había acercado a ver la moto?! ¿En qué estaba pensando? Movió la cabeza de un lado para el otro para reordenar sus ideas.
-Sabes, ya me tengo que ir. La verdad es que tengo clases.
-Ah… ¿te molestaría si te acompaño?
No, claro que no, cómo se te ocurre.
-No, me da lo mismo –le respondió levantando los hombros.
Eduardo, entonces, bajó de la moto y luego de asegurarla se colocó su mochila en el brazo. Ale estaba que se caía de lo pura nerviosa, es que se ponía media torpe cuando estaba nerviosa, le sudaban las manos y se reía sin control. Lo raro es que con él nada de eso le pasaba, al contrario, estaba más huraña, hasta antipática. Cerró los ojos y volvió a abrirlos para que aquellos pensamientos e imágenes raras que le venían se fueran.
-¿Y tú, qué carrera estudias? –preguntó él cuando iban bajando por las escalera principal de los Quesos.
-Ingeniería comercial.
-¿Tú primer año?
-Si… -respondió a regañadientes. Lo que le faltaba, quedar como la nueva. Levantó la mirada cuando oyó la risa despreocupada de Eduardo.
-¿Qué es tan gracioso?
-Bueno, tú.
-¿Por qué? –Eduardo dejó de reír, pero no de sonreír.
-Nada, es sólo que me das risa.
-Qué chistoso –ironizó ella. Eduardo volvió a reír. –Ya, pero para ¿Ok? O sea, está bien que te rías pero no seas descarado.
-Es que tú actitud me da risa, eres como una niña chica.
Ale no supo qué responder. La verdad es que de niña chica no tenía nada, puesto que entre ella y Laura, la que parecía bebé era Belén. Ella era la que le ponía el toque serio a esa amistad, pues si es por Belén capaz que pasara el día en un mundo de felicidad con todos sus chicos al lado y ella feliz por la vida.
-¿En qué sala te toca?
-En la R-05.
Eduardo comenzó a caminar en dirección a esa sala y se detuvo cuando llegaron a la puerta.
-Parece que ya comenzó la clase.
-¡Uy! Verdad. –Ale notó como Eduardo subía la comisura de la boca en una risa. -Bueno, este, me voy. ¿A ti en que sala te toca?
-No si yo no tengo clases.
-¿Entonces porqué me acompañaste?
-Me dieron ganas.
Dicho esto Eduardo se dio media vuelta y se alejó en dirección a la moto.
Ale se quedó en la puerta mirándolo.
-¡Ay! –el profesor al abrir la puerta le había golpeado en la cabeza.
-Señorita, ¿Va a entrar?
-Eh, sí claro.

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