viernes, abril 17, 2009

Capítulo IX.

Del auto bajó un hombre alto, algo mayor, pero no viejo. A Laura le pareció guapo.
Daniel se puso algo nervioso, y su cara demostraba una completa incomodidad, realmente parecía que la llegada de aquel tipo era algo más que para obstruirle el camino. Sacó rápidamente una carpeta que estaba guardada debajo de su asiento.
-Daniel… ¿qué onda? –preguntó Laura algo asustada, cuando Daniel se preparaba para salir.
-Nada, quédate aquí solamente, no te conviene que me vea contigo.
Hacía frío y la suave brisa del mar entró lentamente al auto cuando Daniel abrió la puerta. Se dirigió con paso suave, como si todo lo tuviera controlado y le pasó la carpeta a aquel hombre.
-Toma –le dijo Daniel con tono seco.
-¿Acaso sabes lo que acaba de ocurrir? –inquirió el hombre con una voz ronca y enojada.
-Sí, pero no fue mi culpa. Todo iba a marchar bien, pero… hubo otros factores que influyeron, no contaba con ellos.
-Debiste haber sabido que esto ocurriría, no te puse a cargo para que cometieras error tras error. Creo que me equivoque contigo, tu hermano me lo había dicho…
-¡Mi hermano no decía nada! –Bufó enojado Daniel –Él no me conocía, no sabía que… -el hombre lo detuvo con la mano.
-Tu hermano sabía que no estabas preparado para esto, él me lo advirtió. ¿Pero sabes? Te voy a dar otra oportunidad, analizándolo bien, las cosas se pusieron complicadas, no todo es tu culpa…
-No volverá a suceder -Los ojos de Daniel expandían una furia controlada.
-Eso espero, el tiempo es poco. –El hombre se dio la media vuelta, entró elegantemente a su auto y escondió la carpeta debajo de su asiento también.
¿Qué tendría esa carpeta? Se preguntó Laura, y además ¿qué pasó en el casino? ¿Qué cosa no funcionó? Estaba tan intrigada, no sabía nada y nadie le quería contar. Estar en el meollo del asunto al final no tenía ninguna importancia si manejaba el problema casi igual como manejaba el álgebra. O sea, la nada misma. Eso la hacía enojarse y ponerse más irritable de lo que ya estaba.
Daniel se subió al auto con una cara amenazante, Laura no se atrevió a preguntarle nada, no quería que se desquitara con ella, se mantuvo en silencio hasta que la llevó de regreso a su casa.
-Que te vaya bien –se despidió Laura al salir del vehículo, con voz casi apagada. Inesperadamente Daniel la acercó a él y se despidió con un beso en la mejilla.
-Cuídate –le dijo. A los pocos segundos el auto ya no estaba.
De lo único que Laura sí estaba segura era que había visto en los ojos de Daniel unas lágrimas a punto de escapar.
-Osvaldo me tendrá que decir todo. Ese animal me debe un libro de explicaciones, ya va a ver… -Laura hablaba sola mientras buscaba la llave de su casa – ¿Y Estheffi? ¿Dónde se metió?



Ale iba muy incómoda en el auto de Eduardo. La presencia de Estheffi no le era muy grata. El ambiente se cortaba con tijera y todos percibían esa mala vibra, pero nadie habló durante casi la mitad del camino. Eduardo miraba de reojo a Ale cada cinco minutos, había notado su molestia.
¿Qué hago ahora? Se preguntó Eduardo. Por una parte no quería que Ale se enojara más de lo que ya estaba, pero también tenía que hablar con Estheffi muy seriamente. No le quedaba otra opción. Aumentó la velocidad y se dirigió hacía el norte. A Ale ya no le quedaba ninguna duda: se dirigían a su casa.
Eduardo se detuvo lentamente en la avenida y Ale se bajó.
-Nos vemos mañana – dijo Eduardo con tono amistoso.
-Mejor nos vemos el año entrante –le respondió Ale con tono grosero y mirada irónica. Cerró fuertemente la puerta del vehículo y caminó a su casa sin mirar atrás. No entendía nada.
Eduardo sólo suspiró, por un minuto dejo caer su cara en el volante y luego volvió a encender el motor y partió rápidamente.
-¿Te afecta que se enoje cierto? –quiso saber Estheffi al no estar segura de entrometerse en el tema, Eduardo la miró de reojo y se tardó en responder.
-Creo que sí… -dijo al fin -Lo peor de todo es que no soy capaz de explicarle lo que ocurre, no quiero hacerlo y eso cada día me complica más.
-Pero a mi me pareció que no estaba molesta por tus intrigas, le molestaba otra cosa…
-Puede ser… -Eduardo se mantuvo pensativo.
-¿Por qué te metiste en nuestro asunto? –comenzó a decir Estheffi. –Todo hubiese funcionado si no hubieses venido hoy, eso no estuvo bien.
-¿Qué yo me metí?... Estheffi por favor, esto también es mi trabajo no trates de monopolizar a situación tanto ustedes como yo sabíamos a qué veníamos hoy. –la velocidad del Mercedes comenzó a aumentar.
-Tu equipo de trabajo fue el que provocó el corte de luz, y se robaron el maletín con casi la mitad de las operaciones y transacciones de “Paint Point”
-¿A caso ese no era su objetivo también?
-El problema es que eso nos correspondía hacerlo a nosotros, -siguió Estheffi –tu Organización debe ocuparse de otros asuntos, creía que los límites que se establecieron hace dos años habían quedado claros, pero no. No nos dejan trabajar tranquilos.
-En este trabajo nadie tiene límites Estheffi, cada cual hace lo que más cree conveniente, además mira el lado positivo, cuando detengamos a ese hombre, va a ser beneficioso tanto para ustedes como para nosotros –Eduardo rió.
-No, sólo para ustedes… -Estheffi se acercó él -¿Además quién os asegura de que al final también terminéis trabajando para ellos? Sus ofertas son siempre muy tentadoras. No por nada aquel tipo es el principal accionista de los todos los Casinos de América Latina.
-Por eso mismo hay que detenerlo lo antes posible, -le dijo él, alejando su cara de la de ella. –Tenemos que buscar todo tipo de pruebas que lo inculpen de que su dinero no se debe tan sólo a su esfuerzo. Hace poco averigüé que tiene relaciones con contrabandistas del Medio Oriente. Si se queda más tiempo del necesario en el país no le va a tomar más de un año en establecer redes y comenzar con el contrabando aquí mismo. Eso es lo que ha hecho en casi la mayoría de los países.
-¿Por qué me cuentas eso? –le preguntó Estheffi echándose al asiento de atrás muy sorprendida. -¿A caso no debes mantener toda la información que encuentres sólo para tu grupo?
-Esto nos compete a todos, -le respondió él mirándola por el espejo retrovisor – independiente de lo separados que nos encontremos. –Su voz se hacía cada vez más amigable y le hizo un gesto de buena onda.
-Si Daniel fuese el que estuviese en mi lugar no le habrías dicho nada de esto – afirmó.
-Mis problemas con Daniel son aparte, él mismo siempre complica todo…
-Te cree culpable Eduardo y no puedes sacarle eso así como así, existen pruebas y…
-¿De qué pruebas me hablas? –Preguntó él un poco exasperado –En ese momento habían muchas personas, era fácil confundirse, pero así y todo yo nunca disparé en esa dirección, ya me tiene aburrido con sus locas ideas, un día de estos voy a perder la paciencia.
-No existe ningún día en que Daniel viva en paz consigo mismo, esta dispuesto a vengar a su hermano –Estheffi se calló. Había hablado más de la cuenta, pero se sentía tan cómoda en la conversación que lo pasó de largo.
-De verdad que yo no fui, -insistió él. -Habían más como yo, muchos. Ese operativo fue uno de los más grandes que hubiese visto… ¿me crees? – le miró con esos ojos negros que a cualquiera le hacían suspirar. Estheffi no lograba responderle, aún se quedaba impregnada en su mirada, a pesar del tiempo que había pasado.
-Mi opinión no te sirve de nada, es con Daniel con quién debes hablar – dijo mientras Eduardo se estacionaba a las afueras del hotel Radisson. Ambos se mantuvieron en silencio solo por unos instantes, mirando desorbitados a los autos que pasaban.
-Lamento haberte hecho perder el tiempo –Eduardo sonrió – recorrimos casi toda la ciudad hablando, pero es que necesitaba hacerlo –le miró con cara agradable. –Si no era hoy, nunca te podría haber encontrado sola.
-No te preocupes, me gusta andar en auto –Estheffi expandió una leve sonrisa mientras lo miraba –como cuando conducíamos sin rumbo por Barcelona y… -se detuvo automáticamente, él la miró entendiendo porqué.
-A mi aún me gusta Barcelona, tengo buenos recuerdos…
-Escucha Eduardo no es mi intención hacerte pasar por un mal rato, pero… -le costó decirlo – lo nuestro no podía funcionar.
-Si sé, pero podemos seguir siendo amigos.
-Puede ser
-Si…puede ser.
El tono de ambos era penoso. Estheffi se bajó del auto y caminó hacía la entrada del hotel.
-¡Hey! –la llamó Eduardo y ella se giró rápidamente. -Trata de mantener esta conversación en secreto, no quiero más problemas con tu grupo, estoy algo agotado.
-No te preocupes, sé diferenciar una reunión de trabajo con una de amigos ¿o no?
-Me parece estupendo, gracias.
Eduardo echó a correr el motor del auto y desapareció entre las luces de la inmensa noche. Estheffi se quedó observando la luna por unos minutos antes de entrar. ¿Así que amigos?, pensó y se rió. El frío aumentaba y así que entró.

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