La noche siguió normal, pero Laura ya sabía que faltaba poco para que todo se complicara. El “objetivo” en cuestión ya estaba por llegar al Casino, solo esperaba que todo saliera como Daniel lo había planeado. Y aunque no tenía idea de ningún plan, sabía que Daniel nunca causaría un espectáculo. Pero el tiempo corría y todavía no pasaba nada, aquel tipo aún no llegaba.
-Voy al baño –avisó Estheffi, algo angustiada. No había hablado ni comido nada durante toda la noche, hasta Daniel había sido más comunicativo y vaya que eso era genial en el estado de furia que se encontraba.
-Tienes dos minutos –dijo Daniel –No quiero complicaciones –Estheffi asintió y se fue, su largo y hermoso vestido rojo hacía mucho contraste con las luces.
Mientras tanto Eduardo seguía impaciente, aunque a los ojos de Ale se intentaba controlar. La visita de Estheffi lo había desorbitado.
-Voy al baño, no te muevas de aquí por favor –dijo con esa mirada penetrante que la obligaba a obedecer. Se arregló elegantemente su chaqueta y salió.
Para ingresar a los baños de hombres y mujeres había un gran pasillo; luego en su interior, recién estaban las respectivas puertas para cada sexo. Eduardo iba entrando y se encontró con Estheffi saliendo. Ambos se quedaron algo pasmados, no podían hacer como que no se conocían. Sus miradas eran fuertes. Más de dos minutos ya habían pasado.
Estheffi lo pensó bien. Era mejor dejar las cosas como estaban y así pasó de largo. Pero Eduardo no la dejó ir más allá de dos metros.
-Espera –le pidió.
Estheffi no se dio vuelta pero tampoco se resistió. Eduardo la giró con la mano.
-Hace tiempo que no nos veíamos ¿no?
-Mm… sí, hace tiempo –convino ella. Eduardo le sonrió.
-¿Qué haces con él? –inquirió bajando la comisura de la boca en una mueca insolente.
-Ese no es tú problema.
-Te todavía estás en la estúpida asociación ¿Cierto?
-No te metas, ya te dije.
-Mira Estheffi…
-Hala, ya te dije que no, no quiero hablar contigo, menos ahora.
-Estheffi… -la llamó él nuevamente.
Estheffi dudó. No se acordaba de lo poderosos que eran esos ojos. Bajó la mirada para no ser seducida por ellos y lentamente se soltó de la mano con la que él la sujetaba.
-Por favor Eduardo, para ya.
Eduardo bajó la mano y dejó que ella se fuera. Rápidamente fue a mojarse la cara que tenía casi ardiendo.
-Te dije dos minutos, no vuelvas a irte así…
-¡Ay! No jodas ¿quieres? Las cosas que una mujer tiene que hacer, toman su tiempo. ¿No es cierto, Laura?
-Así es –apuntó Laura asintiendo.
-Ya, y ahora se unen, genial.
Laura se acercó un poco a él y le acarició la mejilla.
-No seas así, relájate.
-Cómo si fuera tan fácil. A ver Estheffi, ¿Tú te crees que soy tonto? Vi cuando el estúpido de Eduardo fue al baño, ¿de qué hablaron?
Laura miró a Estheffi con la boca abierta. Ella en cambio ocultó de forma bastante pésima su repentino sonrojo.
-No me dijo nada, nada que nos interese.
-Mira española, si sabes cosas no te las guardes, a mi no me gustan las cosas por la espalda así que…
-Ya te dije, ese tío no me dijo nada de importancia.
-Eso espero.
-¿Cómo lo llevas? –preguntó Eduardo sentándose en la silla mientras Ale lo miraba de reojo. -¿Qué?
-Nada –le respondió levantando los hombros.
Eduardo entrecerró los ojos y no pudo dejar de echar una mirada hacia la mesa en la que Estheffi conversaba sonriente con Laura.
-¿La conoces?
-¿Eh?
Eduardo se dio la vuelta y miró a Ale. Ella se retorcía las manos por debajo de la mesa. Nerviosa como estaba, pensaba que lo que había visto era su imaginación, pero estaba segura de que Eduardo había hablado con la chica esa.
-¿Tú… la conoces cierto?
-A… ¿A quién?
-No te hagas el despistado, a ella.
Ale apuntó con el dedo hacia la mesa de Estheffi. Eduardo aterrado le bajó la mano de un manotazo. Ale lo miró sorprendida.
-Eh… disculpa –se excusó avergonzado. Ale no lo miraba si no que observaba como su blanca mano se tornaba roja. Eduardo se la tomó pero ella la retiró rápidamente-. No fue mi intención.
-Tampoco la mía. –Le respondió ella clavando su mirada en la de él. Eduardo se echó hacia atrás sorprendido.
-¿Pero… pero que no te das cuenta de que no estoy jugando? Lo que hago no es algo para divertirse y tú llegas y apuntas y…
-Pero ¿es que tú no te das cuenta de que no sé nada?
Eduardo abrió la boca pero no salió sonido alguno. Ale le sonrió tristemente.
-Llévame a mi casa –le pidió.
-No puedo hacerlo.
-Claro que puedes, llévame ahora.
Ale sentía que el pecho se le apretaba de pura rabia y pena. Le dolía cada parte de su cuerpo y de un momento a otro sabía que explotaría. Nunca debí venir, ¿En qué estaba pensando? Se reprendió a sí misma. Sacudió la cabeza, ya ni eso le funcionaba bien. Quedarse para saber en qué estaba metido Eduardo ya le importaba un pucho, lo que quería era irse, largarse de ahí. A demás si se comportaba así sólo por el hecho de que ella le nombró a esa chica, era por que algo ahí había pasado. Las reacciones son el resultado de lo que hemos estado pensando o de lo que hicimos en el pasado. De eso no tenía ninguna duda.
-¿Me vas a sacar de aquí o veo si pasa una micro y me largo sola?
-No te comportes como niña ¿quieres?
-Si soy tan niña no debiste haberme traído, te recuerdo que tú me dijiste que viniera.
-Es que vi tu cara y creí que querías venir.
-Sí, cierto, quería venir. Pero no para que cuando cometiera un error me lo remarcaras con un golpe.
Eduardo gimió y cerró el puño que tenía sobre la mesa. Ale retrocedió inconsciente.
-Oye Estheffi, ya dime la dura, ¿de qué hablaron?
-¿La dura? ¿A qué te refieres…?
-No me cambies el tema, dime, de qué hablaron.
-Jo, mujer, de nada.
-Pero te lo encontraste así, onda el destino…
-Mmm, claro, el destino. No tía, nada. Déjalo así.
-Laura deja de ser tan cargante ¿ya? –la atajó Daniel.
Laura se amurró y volvió la vista hacia la mesa en donde estaba Ale. La vio roja, más de lo normal, por lo que entrecerró los ojos. Daniel entonces se acercó un poco más a ella y le tomó la mano.
-¿Eh? –preguntó ella sorprendida. -¿Me perdí de algo?
-¡Shsstt! –le dijo él guiñándole un ojo y sonriéndole. A Laura no le quedó otra que acatar. Cada vez que él a miraba así sabía que no tenía opción.
Entonces todo se volvió oscuro. Una luz blanquecina apuntaba hacia el medio de un escenario no muy lejos de donde ellos estaban. Un hombre calvo subió a un podio y comenzó a hablar. ¡Otro discurso, qué lata! A Laura cada vez que esto sucedía le daban ganas de dormir, los discursos eran aburridos y como estaba de ignorante en ese lugar se dispuso a dejar que sus pensamientos dieran rienda suelta al hecho de que su mejor amigo había llamado a Daniel (a quien odiaba) preguntándole acerca de Camila, su prima. Me falta algo, un cabo que aún no anudo. Pensó haciendo trabajar las tuercas de su cerebro a máxima potencia. A demás estaba el odio que se tenían Eduardo y Daniel. ¿Qué habría sucedido para que terminaran con esa clase de sentimientos el uno por el otro? Aferró la mano de Daniel, que estaba caliente, con más fuerza y este se volvió a mirarla.
-¿Pasa algo?
-No nada –y le sonrió inocente.
Daniel asintió y tornó su atención hacia el escenario nuevamente. Laura suspiró. Le estaba entrando un miedo. Lo que ella pensaba que era una simple amistad con Daniel, se estaba poniendo cada vez más seria. Y no en el ámbito de una “relación de pareja”, si no por el hecho de que ella nunca hubiera imaginado que había alguna asociación secreta que reclutaba jóvenes para servirles. Era atroz. Y lo peor de todo era que sus seres queridos estaban metidos hasta los codos ahí. Daniel, Estheffi, Osvaldo… ¿y qué hacía Ale también allí? ¿No le había dicho ella que se alejara de Eduardo? Suspiró.
-¿Te sientes bien? –le preguntó preocupado Daniel. Laura le sonrió.
-Nada que ver, estoy pensando en la inmortalidad del cangrejo.
-Tú siempre…
-Claro, yo siempre.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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