-¡¿Wow, cómo lo hacen ustedes?! –preguntó Laura sorprendida al ver un Hyundai Coupè del año aparcado frente a una casa con luces apagadas. Matías le sonrió.
-La verdad es que no sé, a mi me dieron a elegir entre un Volvo y este Hyundai, como no sabía mucho elegí este por que era más lindo.
Laura lo miró con odio.
-Un Volvo es mejor, LOL.
-¿Ah sí?
-Sí, a demás son más rápidos que los Hyundai… lo leí.
Matías levantó los hombros.
-Bueno, ya lo elegí, no puedo hacer nada.
-Ya sabía que los de tu asociación eran idiotas, pero tú rompes el récord –dijo Laura si dejar de mirar al auto. Matías le dedicó una mueca que ella no notó.
-¿Vas a subir?
-Olvídalo.
-Tienes que hacerlo, ya sabes… -Matías hizo un gesto de cuchillo por su cuello. Belén tragó saliva.
-Pero… ¿para qué caminamos tanto si veníamos por un auto?
-Es que hay que ser precavidos, ya sabes, escondernos, hacernos uno con la naturaleza… ese tipo de cosas.
Laura lo miró entre horrorizada y desconfiada. No entendía cómo él se comportaba así, como si fueran amigos, haciéndole bromas y hasta pareciendo un niño si luego la amenazaba con la muerte. Este tipo es bipolar, estoy segura…
-Vamos, arriba.
Laura respiró hondo armándose de valor. Abrió la puerta de ese espectacular auto y entró. Matías ya estaba dentro por lo que apenas ella hubo cerrado la puerta arrancó el auto.
-¿A dónde vamos?
-Ya te dije, a mi casa.
-¿Y se podría saber dónde vives?
-En las inmediaciones de la sociedad.
Laura gimió. Ir a la sociedad no era exactamente donde hubiera deseado ir en esos momentos. Apretó los puños tratando de no enterrarse una uña, y buscó algo bueno de todo eso. No encontró nada. Las veía negra de aquí en adelante, por lo que en su mente sólo corrían escenas de terror, muerte, sangre… tragó saliva por enésima vez.
-¿Estás asustada? –preguntó Matías que estaba con la vista fija en la vía. Los autos pasaban a su lado, y Laura sentía la necesidad de gritarle a alguno de ellos que se detuviera, que parara y la llevara a casa.
-No. –mintió.
-Por supuesto.
Y esa fue la única interacción que tuvieron dentro del auto. Laura movía su pierna de arriba para abajo, nerviosa, con ganas correr apenas el auto parara en un semáforo, pero, maldita sea, los semáforos todos estuvieron en verde. Apretó los dientes con frustración. De vez en cuando sentía que Matías le lanzaba miradas furtivas de reojo para luego volver a concentrarse en el camino.
Ella no se tomó la molestia de ver por donde iba. Entre menos sé, mejor para mí… vaya, ahora se me ocurre esto… Seguro que si le hubiera hecho caso a Daniel y no le hubiera insistido acerca de la verdad ahora estaría acostada en su cama, tomando un vaso de bebida mientras veía una película en el HBO. Sacudió la cabeza espantando esos sueños que ahora se veía irrealizable y se concentró en lo que debía hacer a partir de ahora.
Tenía muchas dudas, acerca de su futuro, del de su Dani, del de Estheffi y Osvaldo, del de su amiga Ale, y por ahí también se le escapó un miedo por Eduardo, que más que mal, era el tipo que había estado con su amiga y la había cuidado. Ella tendría que haberse alejado, al igual que hubiera tenido que hacerlo yo. Ansió poder tener la fuerza y la mente de alguien con ingenio, alguien al que se le ocurrieran ideas, planes, quería salir de esta situación y como no se le ocurría nada veía un futuro horroroso. Cerró los ojos tratando de encontrar una respuesta lógica al hecho de que Matías la llevaba a las inmediaciones de la S.S.J., no quería ni pensar en lo que allí podían hacerle, pero su mente siempre iba más rápido que ella y se vio a sí misma en una silla se torturas. Se le revolvió el estómago. Nunca había podido soportar los dolores físicos sin que le dieran ganas de vomitar o se le bajara la presión. No me va a pasar nada, no me va a pasar nada, no me va pasar nada… repitió hasta el cansancio. Cuando hubo abierto los ojos, se dio cuenta de que Matías subía por una pendiente a un estacionamiento debajo de un gran edificio.
Me tiré… pensó.
Matías aparcó en un lugar obscuro y bajó del auto. Laura hizo lo mismo, no quería quedarse allí, si más rápido se movía, más rápido se iría de allí. Matías la condujo hacia una puerta de metal plateada con dos pequeñas ventanas redondas en la parte de arriba, que a Laura Le recordó las puertas de un hospital. Atravesó la puerta sin mayor problema, lo único que encontraba raro, era que todavía estaba oscuro. Impulsivamente, y sin poder controlarlo, agarró de la manga a Matías y se acercó más a él.
-¿Qué? ¿Ya te entró miedo?
-No es eso…
-¿Entonces qué?
-Es que no me gusta caminar a ciegas. –Marías rió con ganas.
-Eres bien rara tú ¿eh?
-No soy rara –le respondió ella con un mohín –A demás no sé porqué caminamos a oscuras.
-Por seguridad, ¿o querrás que te vean mis superiores?
-¿A ti te preocupa que me vean? –Matías carraspeó.
-No preocupar, en realidad no quiero que sepan que estás aquí. Eres como una carta bajo la manga.
-¿Carta eh? ¿Tengo cara de un tres de trébol yo acaso?
-Buenooo… -Matías dudó al contestarle.
-Idiota. –masculló ella soltándolo con brusquedad.
-¡Hey! ¡Casi me arrancas el brazo!
-Ojala lo hubiera hecho, así podría arrancarme y de paso robarte el auto.
Matías rompió a reír nuevamente. Laura lo miró con hosquedad.
-¿Qué es tan gracioso? –dijo deteniéndose. Matías le agarró del brazo y la instó a caminar.
-Camina, que nos pueden ver de un momento a otro.
-Eres bien cambiante, ¿sabías? A demás yo no soy la que se ríe como cacatúa.
-Bueno, -le respondió sin soltarla y pasándose la mano por la cabeza –la verdad es que he sido así siempre, por lo que si me escucharan les daría lo mismo, normalmente me río solo.
Y le dedicó una sonrisa que dejó a la vista sus perfectos dientes blancos. Laura sintió una pequeña punzada en el estómago que reconoció al instante pero que prefirió dejar pasar. Ahora ese tipo era su enemigo, nada más.
-Me confundes –le confesó ella.
-Ese es mi trabajo, il mio piccolo.
-¿Qué dijiste?
-Mi pequeña.
-¿Acaso eres italiano?
-No, pero estuve mucho tiempo allá.
-Para ser un idiota, has viajado mucho.
-No me subestimes, ragazza.
Laura puso los ojos en blanco y no le respondió. El tipo era un payaso, pero algo de poder debía tener para que él, en especial él, fuera el encargado de encontrar gente para la S.S.J.
Caminaron unos metros más en silencio y cuando ella se resignó a que él la estaba llevando a través de un laberinto de paredes oscuras y pequeñas luces de neón en el suelo, se detuvieron delante de una puerta que bien podía pasar por pared si uno no se fijaba en le picaporte minúsculo que sobresalía disimuladamente por unos de los lados. Matías introdujo una llave pequeña y la puerta abrió sin el menor sonido. Cuando ella entró y sintió que él volvía a cerrar la puerta por dentro, supo que ya no tenía escapatoria y por idiota que fuera el tal Matías, él ahora tenía el control de la situación.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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