Eduardo bajó la vista ocultando el dolor que lo embargó en ese momento. Hablar de su mejor amigo, que en pocas palabras había dado la vida por él, lo ponía muy triste. Y la rabia lo consumía. Sintió la mano de Ale sobre su espalda y se giró atónito.
-¿Ya no estás enojada?
-No es eso… -respondió ella.- No sabía que la habías pasado tan mal, me imaginaba que te habías metido en esto sólo por ego, pero nunca por otros motivos.- Eduardo sonrió triste.
-Qué mal concepto de mí tienes.
-Bueno, este, yo….
-No, si entiendo lo que quieres decir. Obviamente a primera vista puedo parecer un engreído que cree que se las sabe todas.
-Exacto.
-Pero ya sabes que no es así.
Ale asintió. La historia que Eduardo le contaba era espantosa. Y ella que creía que los adolescentes debían preocuparse de salir del colegio y nada más. Ahora se daba cuenta de que había muchas cosas que jamás se le hubieran pasado por la cabeza, cosas horribles de asociaciones que utilizaban a niños para sus cometidos, jóvenes que se veían desesperados por admiración, jóvenes solos…
-¿Daniel está metido en algo así no? –inquirió. Eduardo dudó de responderle pero suspirando renunció a mentirle ya que le había prometido la verdad.
-Sí. Pertenece a la S.S.J.
-¿Pero cómo…? ¡Qué horror! Y Laura está…
-Sí, ella está metida en todo esto. Aunque ella es mas bien una espectadora. Algo debo reconocerle al tipo ese, la deja al margen. Cosa que ya no puedo hacer contigo.
-Por que yo no quiero, no te eches la culpa.
Eduardo sonrió más animado.
-¿A la señorita “quiero saberlo todo ahora” le bajó lo Madre teresa, que se echa la culpa ella?
-No seas antipático. Ya, continúa.
Eduardo se mordió el labio nervioso de repente, ya que había pensado que ella no seguiría preguntando dada la gravedad de la situación. Pero se dio cuenta de que no era así. Asintió.
-Cuando supe lo de Aníbal, me dio mucho coraje. Jamás me has visto enojado y no creo que sea buena idea que lo hagas, pues puedo hacerte mucho daño… En fin.
“En su funeral unos tipos, jóvenes; uno de pelo negro largo recogido en un moño y otro con pelo corto y muy rubio, se me acercaron. Pensé que eran de la S.S.J., por lo que me puse en guardia de inmediato y les hablé desconfiadamente. Pero más tarde me di cuenta que no era así. Se presentaron como Leandro y Víctor, y me contaron qué les había llevado a hablarme.
“Dijeron que la rabia que habían visto en mis ojos le recordaban a sujetos que laguna vez ellos habían admirado. Fruncí el cejo tratando de entender qué querían decirme puesto que hablaban y hablaban y no decían nada, al final me aburrí y les pregunté:
“-¿Qué es lo que quieren?
“Ambos me sonrieron.
“-Así nos gusta, jóvenes con coraje. Vayamos al punto, ¿te parece Leo? –el tipo de pelo negro largo asintió y me pasó un brazo por el hombro.
“-Somos una organización cuyo objetivo es desarmar cada plan de contrabando en el país. Lo contrario que hace la S.S.J.
-¿Qué es exactamente lo que hace la S.S.J.? –preguntó Ale. Eduardo se estiró hacia atrás y pasó un brazo por encima del sillón.
-Se encarga de que el contrabando se haga lo más inadvertido posible. Y por eso utilizan a jóvenes, ya que así pasan más desapercibidos. ¿Me entiendes? – Ale asintió. El terror la invadía, o sea, ¡cómo se le pudo ocurrir a Laura meterse entremedio de eso! Sentía que el pecho se le comprimía. Ahora entendía las preocupaciones de Eduardo, su seguridad, nada era un chiste, esto era realmente peligroso, no era un juego… y si algo le pasaba a él no se creía capaz de soportarlo…
-¿Por qué sigues en eso? –le preguntó en un susurro-, ¿ya no es suficiente con tanto peligro? ¿No te das cuenta de lo riesgoso que puede llegar a ser? ¿Qué hago si te pierdo…?
Ale no puedo seguir hablando, en parte por que la voz se le quebraba cada vez que se imaginaba a Eduardo herido y por otro lado la rabia la consumía por completo.
¿Quiénes se creían los de la S.S.J? ¿Unos semi demonios que controlaban los asuntos del más bajo mundo? ¿Cómo el idiota de Daniel había metido a su amiga en medio de todo eso? Veía cómo Eduardo hacía lo posible por mantenerla al margen, mientras ella se inmiscuía más y más. Lo miró de reojo y notó que él la observaba con detención. Más parecía que la estaba estudiando.
-¿Qué? –él levantó los hombros.
-Eres linda.
Ale notó que la sangre se le subía a la cabeza y se rió nerviosa. Carraspeó y enderezó su columna.
-No me cambies el tema.
-Era un comentario, nada más.
-Como sea, ¿puedes continuar?
-¿En qué íbamos?
-Tenías que responderme el porqué seguías en esa organización en contra de la S.S.J.
Eduardo abrió la boca y respiró hondo.
-Está bien –puso sus manos sobres su rodillas y la miró fijo.- Ya no me puedo salir.
-¿Cómo…?
-Verás, cuando uno se mete es como un compromiso para siempre.
El formulario… Pensó Ale acordándose de los papeles que había visto en el cuarto de Eduardo.
-A demás ya llevo más de siete años allí, estoy en una posición muy alta, lo que traducido significa que las operaciones dependen de mí.
-Eduardo, mandril, tienes 24 años. ¿Cómo puedes estar metido en algo tan retorcido?
Eduardo lanzó una risa histérica al aire y a Ale se le erizaron los pelos del brazo.
-Bueno, ya no hay más vueltas que darle, las cosas están así y no se pueden cambiar.
Ale lo miró entre apenada y rabiosa. Se lo tomaba todo tan a la ligera, como que si ya no hubiera y no se tuviera escapatoria conformándose con lo que se tiene. ¡Bah! A mí no me engaña…
-Si las cosas no se pueden cambiar ¿Para qué te vas a ir, dejándome sola, si al fin y al cabo, cuando vuelvas, vas a estar metido en la misma tontera?
Eduardo dejó de sonreír y se concentró. Por un momento Ale notó que dudaba y la respuesta lo ponía nervioso. Algo no encajaba, algo estaba pensando Eduardo y lo que sea que estuviera en su cabeza en estos momentos no era bueno. Esperó a que contestara.
-No quiero que te pase nada, y creo que lo mejor es irme…
-¿Me estás ocultando algo cierto?
-Sácate esas ideas de la cabeza Ale… -Eduardo bajó la cara y Ale vio que movía su pie de forma anormal.
-Respóndeme Eduardo, ¿cuál es tu verdadero plan?
-No sé de qué estás hablando, será mejor que duermas…
-Mira mandril, no soy tonta. Hay algo en tus ojos que me dicen que tienes otras ideas, algo que no quieres decirme… Confía en mí, ya va siendo hora de que tú lo hagas.
Eduardo se movió de tal forma que quedó a un centímetro del rostro de Ale. Ella no alcanzó ni a respirar cuando lo tuvo frente a sus narices. Entonces él, como si nada de lo anterior -habitaciones espiadas, gritos de rabia ni revelaciones terroríficas- hubiera pasado, le tomó la cara entre las manos.
-Ale, por favor, deja las cosas así, ya es suficiente con lo que sabes y no sabes cuánto me arrepiento de que seas partícipe de esto, pero ya es suficiente.
-Nunca debiste acercarte a mí entonces, esa es a la única conclusión que llego.
-Puede que tengas razón, -convino él, y un semblante de decepción apareció en el rostro de Ale -. Pero no me arrepiento.
Y la besó.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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