sábado, abril 18, 2009

Capítulo IX. Parte 2.

Daniel llegó hecho a la casa una furia, lo bueno era que estaba solo, así que podía destruir lo que se le viniera en gana con tal de desahogarse. Pescó una botella de Brandy casi vacía y la lanzó a la pared del patio; cayó en arrodillado en el suelo y comenzó a llorar. El odio que sentía no era fácil de controlar. Las cosas no estaban resultando como él esperaba y cada vez se empeoraban. Más que querer hacer bien su misión, sentía una incansable necesidad de siempre superar a Eduardo en todo y cuando no podía, la frustración lo invadía. Desde hace algún tiempo su existencia se tornaba sólo en competir con Eduardo.
El celular sonó y estuvo a punto también de mandarlo a volar, pero se arrepintió, podía ser algo importante.
-¿Aló? ¿Daniel?
-Sí, soy yo, ¿qué quieres? –le respondió a Matías tratando de ocultar su quebrada voz.
-Supe lo de hoy, tuvieron suerte en que nada llegara a mayores, imagínate que los guardaespaldas de estos tipos los hubieran visto, de seguro que todo habría terminado muy feo y más de algún disparo se hubiese desperdiciado.
-Bravo Matías, me encanta que siempre estés tan bien informado – dijo sarcásticamente. –Pero te recuerdo que no fuimos nosotros los que cumplimos con el objetivo.
-Ah… bueno, ya sé a quién te refieres. Pero el punto es que están todos a salvo.
-Lo único que pude conseguir por el alboroto fue una carpeta de contactos extranjeros. Ese imbécil… -masculló.
-Pero Daniel, eso ya es bueno, no te preocupes déjame a mi lo demás, ya tengo un plan –le calmó con ánimo optimista.
-Hablamos luego, ahora estoy cansado.
-Sí, si no te preocupes, yo ya tengo que irme.
-Ok –y le cortó. Se echó en su cama y se tapó con la frazada. Lo único que quería era no despertar más.


Ale fue a la universidad al día siguiente a pesar del inmenso sueño que tenía. No era buena idea acostarse a las tres de la mañana y levantarse a las seis al día siguiente, pero tenía álgebra y cálculo, no podía faltar. El día había pasado lo más normal, claro que gracias a los dos cafés grandes que se había tomado y no eran de vainilla, si no del fuerte. Rogaba por no encontrarse con Eduardo en ningún momento del día, no quería ni verle la cara, ni su espectacular auto, ni su moto. Pero a pesar de todo en su interior, muy adentro lo único que quería era verlo.
Estaba por salir del casino en dirección a su sala, nuevamente con un café, pero ahora del chico, cuando se vio complicada por abrir la puerta del casino. En una mano tenía dos libros y en la otra el café, más la pesada mochila y el pelo que le estorbaba en la cara. Pero eso no la detuvo, puso el café encima de los libros que sostenía e hizo una leve fuerza para tirar la puerta y que no se le derramara el café. Justo hoy no andaba con ninguna compañera, eran de esos días en que todos los horarios eran muy diferentes y le tocaba andar sola. Estaba a punto de cumplir su misión, cuando se dio cuanta que el café y los libros se le estaban yendo de las manos, ¡¡No!! Exclamó para sí, mientras observaba el bochornoso espectáculo. Justo a tiempo llegó alguien a ayudarle, era su compañero de clase. Uno al que nunca le había hablado, pero al que ubicaba.
-¡Uy! Gracias… casi muero –le dijo algo avergonzada, él se rió.
-Vas algo cargada hoy –notó él.
-Sí, es que ya comencé el nuevo trabajo –no se le ocurría nada mejor que decir, la situación le incomodaba. En ese momento se le acercó Arlet, su otra compañera y saludó a Sebastián.
-Hola Ale –ala saludó Arlet.
-Hola, ¿vas a clases ahora? –preguntó ella.
-Si, obvio, si contabilidad no me la va a ganar, estudié toda la noche con mi papá.
-Ah... Qué buena onda… -Ale ya quería irse pero no le gustaba ser cortante.
-¡Ah!… mira Ale, él es Seba… -Arlet conocía casi a al mitad de la universidad, así que no le sorprendió mucho a Ale que también lo conociera, además era del mismo curso ¿cómo no lo iba a conocer?
-Hola
-Hola –se saludaron casi en broma.
-Sí, si él me ayudo a salir del Casino, es que mira ando con muchos libros y… tú sabes…
-Ah… Oye nos estamos viendo, quiero llegar antes que la profe, me debe unas décimas –se despidió Arlet rápidamente camino a su sala. Se había transformado en aguja desde que se reprobó contabilidad en el primer semestre, ahora estaba decidido a pasarlo.
Ale se quedó con Sebastián en la mitad de la explanada R. No sabía qué decir.
-¿Vas a clases? –improvisó para romper el hielo.
-Sí, si, pero primero voy a comprar un algo, es que tengo hambre. –Le dijo él.
-Oka, entonces nos vemos por la sala, bueno, si es que vas a la misma mía –dijo ella sonriendo amigable para que no se le notara su torpeza.
-Oka, ¡bye! –Sebastián se despidió como lo hace la gente, con un beso en la mejilla.
Desde el “Rincón”, un kiosco que había en al lado de las R, estaba Eduardo observando. Ale se dio cuenta, lo ignoró y siguió camino a su sala a paso rápido para que no la siguiera, no quería hablar con él. No le funcionó, él caminaba tal y como la gente corre y el peso que llevaba no la ayudaba mucho.
-¡Ale! –Le gritó Eduardo. Ale se hizo la loca -¡Ale! -siguió insistiendo. Ale se dio por vencida y giró.
-¿Qué? Estoy apurada, así que dilo rápido – Ale trataba de ser seria.
-¿Quién era el chico del casino?
La pregunta la descolocó, a él ¿qué le importaba? Pensó. Y lo miró desafiante.
-Un amigo –mintió, Sebastian era menos que un amigo. –Además ¿qué onda? La gente habla con otra gente ¿sabes? –hizo un gesto de obviedad, él la seguía mirando con la mano en los bolsillos, su mochila parecía casi vacía.
-Nada, sentía curiosidad, eso es todo.
-¿Y para eso me llamaste? Yo no te ando preguntando de donde conoces a esa española ¿o si?
-Pero viste, andas enojada… -la siguió mientras ella seguía caminando, ignorándolo – ¿Hoy te paso a buscar o te espero a las cuatro después de clases?
-No –le respondió ella tajante. Aunque lo que realmente quería decir era sí, que la pasara a buscar siempre. –Tengo que salir con alguien –mintió nuevamente.
-¿Quién? –Eduardo parecía molesto.
-Alguien… -dijo ella desviando la vista. -O sea, tú no eres mi diario de vida. –Y siguió caminado. Cuando llegó a la sala aún veía a Eduardo en la mitad de la explanada con cara de pocos amigos y algo irritado, parecía de esas estatuas que se le tiran monedas para que se muevan.
En la entrada se volvió a encontrar con Sebastián y le saludó tímidamente como cuando apenas se conoce a alguien. La mirada de Eduardo había empeorado.



Laura seguía con la curiosidad a flor de piel, tenía que llamar a Osvaldo y contactarse con Estheffi de alguna manera. Fue a la universidad sin ninguna gana. Más bien asistía sólo para no reprobar el ramo, porque si pudiera escoger entre ir a ver a Daniel y quedarse escuchando la loca cátedra de Filosofía, no había por donde perderse. Pero para no perder más tiempo y salir de la duda lo más pronto posible llamó contra su orgullo a Osvaldo, éste ahora no se iba a poder negar en confesarle lo que verdaderamente ocurría. Tomó su celular, el cual pocas veces tenía dinero y marco el número de su “amigo”. Caminaba por el “pasillo” de la universidad, mientras el celular sonaba una y otra vez, sin que Osvaldo contestara.
-¿Aló? – le contestó una voz dormida.
-¡Animal! ¡No me vayas a cortar porque necesito hablar seriamente contigo y ahora!
-¿Laura?
-¿Quién más va a ser? ¿Madonna? Sé que es temprano, pero déjate de dormir y escucha lo que te voy a decir, ando enojada hoy, así que no me irrites más de lo que estoy…
-Ya, ya, mira… A ver, para –Osvaldo se puso serio. –Yo te voy a contar todo lo que quieras, pero no desde el celular, ¿A qué hora tienes libre? –Laura dudó, el día lo tenía repleto, pero era ahora o nunca, tenía que saber como fuese lo que ocurría.
-Eh… ahora puedo –mintió decidida.
-Ya, te espero en el Mall, en el patio de comidas en media hora –le dijo como si Laura no supiera lo que quería en verdad.
-No ando con vales de comida, así que te advierto… -comenzó a decir ella.
-En media hora –le dijo Osvaldo y cortó. La dejó hablando sola.
-¿Y ahora? ¿Qué hago? –Laura seguía hablando sola mientras guardaba su celular.
Cambió de dirección y se fue nuevamente a la salida -filosofía puede esperar –se dijo a sí misma y apresuró el paso.

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