Ale paró en seco y se volvió hacia él.
-¿Eh?
-Sí, -dijo él mientras se acercaba nuevamente a ella. –Me preguntaba si podría confiar en ti.
Ale tragó saliva y trató de acordarse de respirar. Eduardo la miraba aguardando la respuesta, pero Ale no sabía que responder. Era bastante obvio que tendría que responder de inmediato un sí, pero como era ella ya estaba analizando la situación.
¿Por qué yo? ¿Por qué si me conoció tan sólo hace unos días? ¿Por qué a mí y no a Laura a quién conoce más? ¿Qué tengo yo? ¿No era tan pesada? ¿Y él tan, pero tan misterioso? ¿Qué le daba ahora con “confiar” en ella? Movió la cabeza tratando de encontrarle los pies a la situación pero no le encontró ni las uñas.
-¿Vas a responder o es demasiado difícil la pregunta?
Ale movió el pie y dejó pasar el comentario mal intencionado de Eduardo.
-Es que no es una cosa así a la ligera. Tengo mis valores ¿sabes?
-¿Ya? Pero no entiendo tu postura.
-La cosa es súper fácil. Si tú confías en mí, pero haces cosas malas, en contra de lo que yo creo, no me gustaría ser la caja de seguridad de “esos” secretos ¿Me entiendes? –Se sorprendió al notar la risa de él. -¿Qué?
-Es que no es tan grave Ale. –Dejó pasar el pequeño retortijón en el estómago al escuchar su nombre en su voz. –Es bien simple, a demás yo no soy un maleante o algo por el estilo, sólo pido tú humilde promesa de que puedo confiar en ti.
-¿Por qué en mí? –no pudo dejar de preguntar.
-Ah, fácil. Por que quiero confiar en ti.
-¿Y si te traiciono? –preguntó suspicaz. Eduardo sonrió pícaro.
-Sé que no lo harás.
-¿Estás seguro? –Eduardo pareció pensar en la respuesta y luego de un rato una sonrisa maligna que a Ale le dio escalofríos se extendió por su rostro.
-Bueno, en el caso de que me traicionaras, me vengaría eventualmente. –Eduardo notó la expresión en la cara de Ale y rió.
-No es chistoso.
-Oh, sí. Sí lo es. Pero no te preocupes porque sé que jamás me traicionarías. ¿Cierto?
Ale de forma maquinal asintió con la cabeza. Eduardo se despidió con una absurda reverencia y volviendo al Toyota descapotable entró con tanta agilidad que a Ale se le revolvió el estómago.
-¿Qué estoy haciendo? –se preguntó en voz alta cuando el Toyota pasó a su lado y ella sonrió débilmente a su conductor.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario