domingo, abril 12, 2009

Capítulo VII.

-¿Qué onda con tu amiga? –preguntó Eduardo a Ale.
Ella levantó los hombros.
-Ni idea, anda muy rara. Me mandó un mail y… -Ale se mordió el labio. No quería contárselo, además Laura andaba rara, por lo que no podía ser del todo una broma eso del mail.
-¿Y…? –preguntó él con una nota de curiosidad.
-Nada, cosas de mujeres, -dijo moviendo la mano de forma displicente. Miró por un par de segundos más en la dirección en la que su amiga había desaparecido, para luego volverse hacia él con cara de pregunta. -¿Y para qué estás aquí?
Eduardo levantó los hombros divertido.
-¿Tienes clases?
Ella puso cara de pocos amigos.
-No me fugaré de nuevo ¿Te queda claro?
Él lanzó una risa despreocupada al aire, Ale lo encontró bellísimo.
-No es por eso. –le respondió. Ella entrecerró los ojos e iba a decir algo pero él no le dio tiempo. –Es que quería que fuéramos a tomar un café al casino, ¿te apetece?
Ale lo miró desconfiando, Eduardo lo notó y puso una cara de inocente insufrible.
-Por favor. –le suplicó.
Cómo me hace esto… esos ojos…
-Hum… -hizo como que sopesaba la idea, lo que era inútil, estaba decidida a ir con él-. Está bien, vamos.


Laura caminaba rápido hacia la salida, tenía menos de dos horas para llegar al aeropuerto y la micro era lo más de lo más lenta. Se situó en el paradero a la espera de que pasara la dichosa micro, cuando un auto Ford Mustang negro pasó frente a ella. Lo miró embobada, cómo le gustaría tener uno así, llegaría rápidamente al aeropuerto. Para de soñar, ni en pelea de perro me imaginaría con uno así. El auto se detuvo cerca de ella. Suspiró. Si quiere sacarme pica, pensó odiando al conductor, ya lo logró, ¿podría largarse, no ve que espero una humilde 103 Metalpar? Le sorprendió que el vidrio bajara y un joven conocido le mirara con una sonrisa.
-¿Cómo lo haces? –preguntó muy liada. Daniel sonrió.
-Te dije que no era un juego, esto es enserio.
-¿Pretendes que pase la vida preocupándome? –Él la miró extrañado, pero ante la pregunta que pensaba formular inquirió otra.
-¿Te subes?
Laura titubeó. Estaba muy atrasada, algunos la estaban mirando y el conductor de una micro 119 atrás del Ford le veía enfurecido. Hizo una mueca.
-Si me haces un favor. –Daniel entrecerró los ojos.
-Depende cielo.
-¿Me llevas al aeropuerto?
Daniel se envaró. ¿Cómo podía ir al mismo lugar que al que él estaba planeando ir? La miró inquisitivo.
-¿Para qué?
-Menos habla el gallo y practica cantando. ¿Me llevas o no?
Daniel suspiró y le abrió la puerta.
-Sube.
Laura miró de soslayo al conductor de la micro de atrás que miraba, ahora embobado, al Ford como si recién se diera cuenta de qué auto era.
Adentro estaba fresco, por lo que le dio un poco de frío y comenzó a frotarse las manos. A demás Daniel llevaba las ventanas abiertas.
-¿Tienes frío?
-Es Agosto inteligente, “Pleno invierno” ¿Te suena?
-Pero si está despejado.
-Pero la temperatura es la misma –alegó Laura.
Daniel no dijo nada más. Mientras tomaba Avenida Grecia para ir más rápido Laura se fijó en el auto. Tenía asientos negros que eran de cuero, un sistema GPS en el centro junto a una radio con entrada MP3 y FM digital. El sonido era confortante por lo que se relajó muy pronto. Aunque las dudas abundaban en su mente.
Daniel andaba metido con unos tipos muy raros. Sólo le había contado parte de la historia. Un tipo, un tal Matías que lo había visto mientras él estaba cerca de… no quiso contárselo, que se había acercado y le había convencido de que si se unía a él su vida tendría un propósito en la vida, él sería alguien. Y él como siempre tan hombre, tan llevado a la idea de que estaba “predestinado a algo grande” aceptó. Y no se arrepentía. Pero el cometido de los de la S.S.J. (Servicio Secreto Juvenil) no era muy limpio que digamos. Daniel no había entrado en demasiados detalles pero lo que ella captó es que estaban a cargo de hacer valer las reglas del bajo mundo. O sea, y en palabras más simples, si alguien se pasaba de listo con alguna transacción, llámese a esto, tráfico de cualquier cosa ilegal, ellos se encargaban de que al tipo no le quedaran más ganas de hacerlo.
Se le hizo un nudo en la garganta. Cómo diablos se había metido en algo así. Claro que se lo preguntó, pero él riéndose le contestó que le gustaba ser parte de algo oculto, se sentía importante. Y como Daniel no era para nada egocéntrico a Laura le quedó bien en claro que él estaba en su salsa.
La lengua le hacía cosquillas ambicionando salir para formular el millón de preguntas que requerían de una respuesta. Tomó aire, y se dispuso a hacerlo, siempre con cautela ya que nunca sabía a ciencia cierta cómo iba él a reaccionar ante eso.
-Este… ¿Daniel?
-¿Hum? –preguntó este concentrándose en pasar a un viejo Nissan Ex Saloon que no lo dejaba avanzar a más de 60 Km. por hora.
-Esto, -dijo señalando el auto- ¿es por la S.S.J.? –Laura notó que él se ponía alerta.
-Si, pero no preguntes, te dije que era secreto. –Laura asintió.
Cada vez que él le hablaba así como serio con ese tono tan masculino a ella no le quedaba otra que acatar.

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