-¿Me vas a llevar?
-Espera a que termine el discurso.
-Eduardo… -lo llamó nuevamente Ale.
Llevaban más de 10 minutos en un discurso inútil de las esperanzas turísticas puestas en el casino y ella quería irse. Si algo malo iba a pasar –y estaba segura de eso- no quería estar ahí. A demás Eduardo ya se estaba pasando de la raya, la mano aún le ardía por el golpe. No, mentira. El roce lo sentía más bien en el orgullo herido por la vergüenza del golpe. Por lo demás, él no debería haberle nunca golpeado de ese modo.
-Hasta que termine –le repitió él.
Ale bufó canónica y se cruzó de brazos. ¿Qué? ¿Estaría así hasta que el calvo dejara de hablar? O sea, que lo olvidara. De reojo miró a la chica en la mesa de Laura que concentrada escuchaba el discurso mientras movía la punta del pie de su pierna cruzada.
Era bonita. Rubia y de tez trigueña. Y ella… blanca como una cebolla y con el pelo negro como una palta. Lo que le faltaba, ser todo lo contrario a la amiga de Laura. Con un repentino impulso se levantó, pero antes de poder dar siquiera un paso la mano tibia de Eduardo ya la retenía.
-¿No te puedes esperar aunque sea un poco?
-Voy al baño, “señor paranoia” –ironizó.
-No te atrevas a irte, no es seguro.
Ale sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
-¿Qué cosa no es segura…? –inquirió con hilo de voz. Eduardo se levantó y se acercó a hablarle al oído. Ale sintió ahora el escalofrío en el estómago.
-Te vieron conmigo ya.
-¿Quiénes… quienes te vieron conmigo?
-No preguntes y confía en mí.
-¿Otra vez con eso de la confianza?
-Por favor –pidió con aquellos ojos que tenían el poder de hacerla perder la voluntad instantáneamente, y sentía el aliento que se filtraba por la cuenca de su oído y bajaba hasta el cuello.
-V-Voy al baño –señaló con el dedo meñique que se veía apenas. Ale lo escondió recordando el incidente anterior. Eduardo entrecerró los ojos, pero volvió a su asiento y asintió levemente.
Ale suspiró de alivio y se encaminó al baño andando con paso más rápido del normal.
Te vieron conmigo… ¿Quiénes? Oh, no… ya me metí en la pata de los caballos, pensó mientras entraba al baño. Dejó la cartera en el lavabo y se aferró con las manos a él. Vio su reflejo en el espejo e hizo una mueca.
-No hay comparación –apuntó moviendo la cabeza de un lado a otro recordando a la chica al lado de Laura.
En ese preciso instante Laura y Estheffi entraron al Baño. Ale se enderezó rápidamente.
-¡Mapa! –gritó Laura arrojándose al cuello de su amiga. Ale sonrió nerviosa.
-¡Laura! Siempre tan espontánea…
Laura entonces orientó su cuerpo hacia Estheffi .
-Mapa, ella es mi amiga Estheffi, viene de España.
Grandioso, europea, la guinda de la torta. Nada que hacer en contra de una sudamericana…
-Hola, -saludó Estheffi –Laura me ha hablado mucho de ti.
-¿Ah sí? –Inquirió Ale haciendo una mueca –Pues no me extraña, ella habla mucho.
Bien, hazte amiga de ella ahora.
-¡Ah! La Mapa, siempre diciendo cosas. –Exclamó Laura divertida.
-Pero no es mentira –convino Estheffi y le sonrió a Ale.
De pronto se pagaron todas las luces y se escuchó un estruendo proveniente del salón principal.
-¿Qué pasó? –preguntó Ale estirando la mano en busca de Laura.
-No sé Mapa…
-Espérenme aquí –ordenó Estheffi.
-¿Por qué? –inquirió insolente Ale incapaz de reprimir el desagrado que sentía hacia la española.
Pero Estheffi salió del baño sin responderle.
-¿De dónde la sacaste? –indagó Ale tratando de distinguir la expresión facial de su amiga.
-No preguntes Mapa, esto ni yo lo entiendo.
Laura se preguntó si lo que Daniel y Estheffi habían estado esperando habría sucedido ya. No quería saber, por más que la curiosidad fuera su más leal aliada. Tanteó en la oscuridad en busca del brazo de Ale.
-Esa es mi cartera.
-Pues dame tu brazo.
-¿Para qué?
-Mapa, no me quiero quedar.
-¿Por…?
-Vámonos –le volvió a pedir Laura.
Le tomó del brazo fuertemente, Ale sacó su celular y encendió la pantalla.
-¡Apaga eso! –la reprendió Laura. Ale la miró aterrada.
-¿Qué pasa ahora?
-No quiero que nos encuentren.
De nuevo el nos, a lo mejor Laura sabía algo. No dudó en preguntar.
-¿Qué? ¿Eh? No, Mapa, estoy igual de desorientada que tú, hasta creo que más.
-¿Pero por qué entonces quieres irte?
Ale notó cómo Laura la soltaba y se colocaba frente a ella.
-¿Qué no te has dado cuenta de qué aquí pasa algo raro hace mucho tiempo?
-Sí, pero…
-Mapa, hay cosas, cosas raras, te lo digo.
-Explícate.
-Si salimos de aquí te explico, a demás creo que deberías saber por lo menos con quién andas, como tu amiga es mi deber.
-¿Ya?
Laura volvió tomarla por el brazo y tanteando con las manos logró encontrar el picaporte, pero antes de poder salir, palpó algo raro. No era una pared, ni el vacío que hay detrás de una puerta. No, esto era…
-¡Ale! –llamó la inconfundible voz de Eduardo. Laura notó cómo su amiga se deshacía de su mano que atrapaba su brazo y pasaba a su lado.
-¡Eduardo!
Ale de forma inconsciente ni si quiera lo pensó y lo abrazó. Eduardo la rodeó con sus brazos.
-¡Tranquila! –le murmuró al oído. Ale sintió que el corazón se le salía.
-¡Suéltala!
Se volvió y trató de enfocar a Laura. Notó como los brazos de Eduardo se tensaban alrededor suyo.
-¿Laura…?
-Suéltala Eduardo. Te lo advierto.
Eduardo soltó una risa suave pero sarcástica.
-¿Tú, me adviertes?
-Laura, ¿Qué pasa?
-¡Ay! Mapa, que no sabes quién es él—
-Ella no tiene por qué saberlo –la cortó Eduardo y apretó más a Ale.
-¿Saber qué?
-Já, ¿no se lo has dicho? Pues bien, como tu amiga…
-Como tu amiga te callas –le ordenó Eduardo sin un atisbo de diversión en la voz. Hasta Ale sintió el tono amenazante implícito.
-Tú no la haces callar.
La voz provenía de atrás de Eduardo, él se dio la vuelta arrastrando consigo a Ale.
-¡Ay! –se quejó ella.
-¡Daniel! –chilló Laura.
Daniel pasó al lado de Eduardo y tomó a Laura de un brazo.
-¿Y Estheffi…? –quiso saber ella.
-¡Shsstt! –la silenció Daniel-. Aquí no.
Ale estaba más colgada que mono en la selva, pero no le pasó desapercibido el hecho de que al nombrarse a Estheffi Eduardo dejó de respirar por un segundo.
-Nos vamos –decidió Daniel. Laura asintió en la oscuridad.
-Espera.
Eduardo se había adelantado hasta quedar frente a Daniel poniendo a Ale en medio.
-¿Así que colocas a tu chica por si me dan ganas de patearte? –inquirió divertido Daniel.
Laura le apretó la mano. Sabía el odio que Daniel le tenía a Eduardo y conocía muy bien que si se decían las palabras incorrectas, ahí ardería Troya.
-No. La coloco para que sepas comportarte como humano y no como bestia, lo que haces siempre.
-¡Cómo te atreves…! –masculló Daniel con rabia.
Laura advirtió que Daniel buscaba algo en su espalda. Lo conocía muy bien para saber de qué se podría tratar.
-No Daniel, aquí no.
-Hazle caso a tu chica, Daniel, aquí no.
Daniel temblaba de arriba hacia abajo y Ale miraba con terror como Laura era capaz de hablarle a un Daniel cegado por la ira.
-Daniel vamos, por favor.
Daniel tomó aire y relajó la postura.
-Sí, vamos.
Laura junto a Daniel salieron. Laura no pudo dejar de mirar a Ale, con algo de vergüenza y temor por su amiga.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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