-¿Aló? –Ale esperó con paciencia a que él respondiera. Se oyó un suspiro-. ¿Quién es?
-¡Hola! ¿Cómo estas? –le habló Eduardo a través del otro lado de la línea con tono normal.
Ale sin saber bien que responder, pensó en contestar lo usual que se dice después del hola.
-Supongo que bien… -Su tono era muy inseguro.
-¿Qué te pasa? Suenas algo rara. –Notó él.
-Raro es que me llames, -respondió rápidamente Ale, a quien las cosas de Eduardo cada vez le extrañaban más. –Muy raro…En realidad ni siquiera te di mi número.
-Eso no es problema, -rió él. Hasta por teléfono a Ale se helaba la piel cuando lo escuchaba reírse. –Tengo mis contactos. –Añadió.
¿Qué habrá querido decir con sus contactos? A Ale se le vinieron miles de imágenes en las que Eduardo le preguntaba a sus amigas por su número de teléfono, o hasta iba a buscar a Laura…
-¿Aló?– preguntó Eduardo, mientras Ale volaba en sus pensamientos. -¿Sigues conmigo?
-¿Eh? Si…es que estoy algo cansada, nada más. –Ale trató de contestar como lo haría normalmente, pero la palabra conmigo la dejó un poco distraída. –Y bueno, ¿cuál es el punto? –le lanzó sin rodeos.
-Nada, solo quería saber como estabas.
-¿Y desde cuando recibo llamadas de cortesía?... ¿Acostumbras a hacerlo con todas las personas?
-Depende, hay algunas que no merecen que uno sea cortés con ellas. –Eduardo cambió su noto hasta hacerlo sombrío lo que a Ale asustó.
-Pues que bien, me siento alagada por estar dentro de tu lista blanca… -se alivió ella irónicamente.
-¿Hoy vas a clases? –preguntó Eduardo como quien no quiere la cosa.
-Mm –Ale pensó. En realidad los sábados no tenía clases, pero él lo estaba preguntando por algo, a demás no le venía nada de mal adelantar algo del trabajo de la semana. –Sí, o sea a clases no, tengo que hacer un trabajo.
-Entonces nos vemos allá. –Ale esbozó una sonrisa muy grande.
-Ok.
-Adiós… ¡Ah!, y se me olvidaba…
-¿Qué cosa? –quiso saber Ale con ninguna gana de disimular que quería saberlo todo. Ya.
-Trata de tomar la micro una esquina más abajo.
-¿Qué?
-Sí, sólo hazlo. Me voy, adiós. –y cortó el teléfono.
Más extraño no podía ser, en realidad que Eduardo llamara sí que era algo de otro mundo. Y lo más importante, Ale no llegaba a entender como era que él se las arreglaba para conseguir siempre lo que quería.
Para Ale la tarde pasó volando. Entre tantas guías de estudio y con los últimos exámenes sobre su cabeza, Ale ya no tenía ni tiempo de tomar agua. Y no es que exagerara, aunque a veces lo hacía.
Tal como le dijo Eduardo, salió a tomar la micro una esquina más abajo. La idea le parecía atractiva, pero dentro de eso se escondía algo extraño, parece que a Eduardo le gusta jugar a los misterios, se dijo Ale mientras arreglaba lo que llevaría en su bolso. Y aquello no le disgustaba, al contrario, le parecía emocionante. Lo único que ahora le corría por la cabeza era el e-mail que Laura le había escrito, podía hasta tratarse de una broma, aunque ella nunca haría eso.
Ale salió de la casa. Como siempre dejó la puerta de la casa y del antejardín con llave, en el camino a la esquina sacó el pase escolar con el pasaje. Sin embargo ahora no se detuvo donde siempre lo hacía, caminó más y más abajo, a paso lento, como si estuviera previniendo de algo. Mantenía la mirada en diferentes puntos de la calle, por si lo veía pasar, pero nada. Así que siguió caminando más lento, no quería llegar a una esquina y estar parada como tonta, mientras la gente la veía esperar.
De repente vio al auto que dobló por la calle de enfrente en dirección hacia donde ella se encontraba. No tardó más de diez segundos mientras que la puerta ya se estaba abriendo frente a ella. Ale algo atontada, y más que nada desconfiada, entró al auto y cerró la puerta. Ni ella misma se creía lo que estaba haciendo, años atrás nunca le hubiese pasado por la cabeza estar en tan complicada situación, eso era cosas de novelas, ahora esto solía ser muy común.
-Hola –saludó Eduardo.
-Hola… -Ale se estampó contra el asiento cuando Eduardo aceleró. -¿Vas algo apurado… cierto?
-Mm… más o menos, es que vengo de hacer algunas diligencias.
-Ah…. Y entonces ¿porque me viniste a buscar? –Ale dio rienda suelta a todas las cosas que había pensado mientras lo esperaba. –De verdad te lo digo de frente, encuentro absolutamente extraño tu comportamiento. Nadie “normal” se toma la “molestia” de atravesar la mitad de la ciudad con un auto que gasta el doble de gasolina que cualquier otro, y menos para solamente ser buena onda con una desconocida. –Ale estaba seria –Dime... ¿Cuál es tu plan?
-¿Plan? –preguntó Eduardo riendo.
-O sea…-quiso explicarse ella. -Cual es la idea… ¿por qué me viniste a buscar?
-¿Por qué viniste tu? –inquirió él a su vez. Tenía en la mirada un brillo malicioso.
Ale ya no supo que responder, no podía decirle que venía por el simple hecho de que él se lo había dicho. Eduardo pensaría que la tenía en la palma de la mano, y eso no era precisamente lo que ella quería que él pensara. Mientras cavilaba en una buena excusa, Eduardo preguntó:
-Podrías haber salido de tu casa, tomar la misma micro de siempre… -insinuó Eduardo. Ale reflexionó en eso.
-Ése es el punto –dijo Ale. Eduardo mismo le había dado una excusa. –Me aburrí de hacer el mismo recorrido siempre, y como yo no gasto la gasolina…
-¿Segura que es eso? –preguntó Eduardo sin mirarla. Ale se salió por la tangente.
-Pero tú no me has respondido a mí… ¿Por qué querías venir a buscarme?
-Porque no quería que te fueras sola, -admitió lanzándole una mirada rápida. –Las calles están peligrosas –añadió irónicamente. A Ale le gustó el chiste.
-No me digas...
-La verdad es que…-comenzó a decir él.
-¿Qué?
-Es que me gusta pasar a buscarte –vaciló. –Simplemente eso… y te dije que me esperaras en esa esquina porque no quería causarte problemas, ¿que te dirían si entras al auto de un desconocido?
Por una parte el tenia razón, si la vieran subirse a ese auto tendría que dar explicaciones, y de las grandes. Pero la duda principal aun no se disipaba. Y no quería seguir jugando a la detective por ahora, quería disfrutar el “paseo”. No todos los días uno se sube a un auto descapotable cero kilómetro, pensó divertida. Y la advertencia de Laura no tenía ninguna importancia ahora, nada era más importante que estar con el ahí, con Eduardo, aunque fuera a unos 30 centímetros de distancia.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario