“Luego de esa noche, recuerdo que las cosas se tranquilizaron un poco entre ellos, pero no se hablaban mucho, creo que a mi mamá le costó mucho aceptar el camino que él había decidido tomar; por supuesto que se oponía, si no se fue de la casa, fue por mí. Pasaron dos años desde ese momento, yo aún no tenía idea de nada, estaba por entrar al Liceo, cuando escuche una conversación entre mis padres y mi hermano; bueno, más bien era una pelea. Mi mamá le gritaba:
“-Ya me aburrí de esperarte, no sé si vas a llegar vivo o muerto –comenzó a llorar.
“-Pero, si yo siempre voy a estar a salvo, -le contestaba mi hermano en tono tranquilizador. -Me han entrenado muy bien, no corro ningún riesgo. Por favor traten de entenderme, me gusta lo que hago.
“-Sólo alimenta tu ego –le dijo mi padre.
“-Y la cuenta bancaria, -convino mi madre. Luego su voz se volvió suplicante. - ¿Qué pasa si algún día las cosas se complican y arremeten en contra de tú familia? ¿A caso hay algún “seguro” que nos garantice la supervivencia? No lo creo.
“-Yo sólo soy un agente más, -mi hermano, se notaba, ya había tenido esta conversación con ellos. Parecía que repetía todo como un robot. -Ayudo a la asociación de forma indirecta, los que verdaderamente se encargan de las misiones son la S.S.J…
“Esa “sigla” llamó mi atención, me provocó curiosidad y decidí investigar a qué se dedicaba mi hermano. Estaba casi seguro que no era nada bueno, pero no me incomodaba, bueno sólo hasta ese entonces. Ese mismo día después de que salió de casa con su nuevo auto, un Toyota City Guard Inox, aún lo recuerdo, había quedado impactado con ese auto, pero bueno, para hacer corta la historia. Lo seguí, en micro por supuesto y luego en colectivo, estaba llegando ya casi al final del la ciudad. Me sorprendí del lujoso edificio donde se estacionó –hizo una pausa y se quedó pensativo.
“-¿Qué te pasa?
“-Nada, bueno; lo seguí hasta la puerta, pero no pude entrar los guardias no me lo iban a permitir, así que lo esperé hasta que saliera, pero esperé casi todo el día. Nunca salió de allí, al menos por la única salida que yo había visto –se rió con ironía –. Cuando estaba a punto de irme y con ropa de liceo, un tipo casi tres años mayor que yo me detuvo.”
El celular de Daniel sonó y se detuvo en la historia.
-¿Qué pasa ahora Matías? –se levantó del sillón y fue hacia el patio.
-¡Oye! Daniel, no te vayas a hacer el loco, todavía falta que me cuentes muchas cosas, ni siquiera has llegado a la parte que me interesa –dijo Laura con tono de niñita cuando quiere un dulce, Daniel hizo una pausa en su conversación y se dirigió a Laura.
-Espérame, falta la segunda parte…
Laura asintió y dejó que Daniel hablara.
De pronto el tono alarmado de él le llamó la atención.
-¿¡Qué!? Pero cómo…. –Daniel se volvió de súbito y miró horrorizado a Laura. Ésta como siempre pensando en otras cosas nada que ver a la situación, creyó que tenía algo en la cara y se la tocó rápidamente. Daniel bufó y le apartó la mano de la cara.
-Olvídalo, o sea, primero muerto… ¡No! Y no me digas que…. Sí, lo tengo claro pero no puedo… ¡Me importa un pucho el auto! Al diablo con eso, si quieres que… Es un NO y definitivo… -por el tono pálido en que se tornó la cara de Daniel, Laura supo que lo que le habían dicho no era nada bueno –no me vuelvas a repetir eso. Si eso quieres, eso tendrás.
Cortó con un sonoro clic y tiró el móvil a la pared. Laura se encogió y miró con temor a Daniel. Él suspiró y la abrazó.
-No me tengas miedo, son cosas que pasan…
-¿Muy graves? –se aventuró a preguntar ella.
-Más o menos. Nadie puede encontrar a Estheffi.
Belén se llevó la mano a la boca y trató de que las lágrimas no se le salieran. Daniel la apretó más hacia sí.
-No temas, ella sabe cómo cuidarse.
-Es una niñita Daniel, tiene apenas 15 años…
-Yo tengo 16 solamente, que no se te olvide.
-Pero eso es diferente.
-¿Porque soy hombre? ¿Eres machista acaso?
-No, pero… -él la silenció con un beso fugaz en los labios. A la pobre de Laura no le quedó otra que concentrarse en su propio bien en ese momento.
-Calma, ya la encontraremos –la tranquilizó él.
-Eso espero.
Daniel se acomodó en el sillón y suspiró. Últimamente se le daba muy bien suspirar. Laura aguardó con más ansias la parte que venía. Era lo que más le importaba.
Ale se detuvo sin ganas de seguir caminando para nunca más. Ahora quería correr, quería correr lo más rápido posible y desaparecer por siempre de ese lugar. Y aunque su mente le ordenaba mover los pies de forma inmediata, éstos se negaban a hacerle caso. En cambio la acercaban más y más a donde no quería ir. Sentía que lo que más desebaba en ese momento era gritar, pero que vergüenza, no estaba en cualquier parte. Estaba en la universidad, los alumnos la verían como una loca (si es que ya no lo habían hecho) y además quedaría al descubierto. Lo que menos quería en esos momentos.
Armándose de valor y respirando hondo para infundirse coraje se acercó al estacionamiento dando un pequeño rodeo para que al llegar Eduardo no la viera. Así él podría conversar y tranquilamente con Estheffi sin ser molestados y ella podría enterarse de la verdad de una vez por todas.
Se colocó detrás de un árbol, tratando de mantener el equilibrio pues detrás del árbol había una especie de barranco que llegaba a los llamados “pastos”. Aguzó el oído y se concentró en que tenía que mantener silencio y pasar desapercibida.
-No sé nada de eso Eduardo, ya no molestes.
-Tú vienes a mí ¿y yo te molesto? No te creas que no me di cuenta.
Vienes a mí… pensó Ale notando un grueso nudo en la garganta.
-Hala Eduardo, que te dije que necesito que me protejas, pero no me preguntes nada.
-¿Cómo haré eso? Eres mi enemiga ahora Teffi.
Teffi… con apodos cariñosos y todo.
-Eso es sólo por el hecho de que estoy en otra agencia, pero tú sabes bien que mi corazón está contigo.
Estheffi se acercó a Eduardo y él no la detuvo. Ale lo vio titubear y apretó el puño en donde encerraba la correa del bolso.
-No me digas eso Estheffi, ya sabes que no respondo de mí.
-Ah, bueno si es así… -Estheffi se acercó más a él, pero Eduardo la detuvo a un centímetro de su boca.
-Para. ¿Quieres protección no? –Estheffi suspiró rendida pero con una sonrisa de victoria en los labios.
-Sí, eso fue lo que vine a pedirte –Eduardo sacó las llaves del Toyota descapotable.
-Sube al auto, tengo poco tiempo
-¿Estás esperando a tú amiga? –inquirió Estheffi de forma insolente. Eduardo con la mano en la manilla de la puerta se volvió a mirarla.
-Ese no es tu problema. Te daré lo que viniste a pedir, pero ten en cuenta de que si fuera otro te mandaría a la punta del cerro.
-No entiendo eso, pero gracias.
Eduardo entrecerró los ojos y luego subió al auto. Estheffi hizo lo suyo y en menos de diez segundos ellos ya estaban fuera del campo de visión de Ale. Ella se enderezó y suspiró.
Sabía que el cuento de hadas no le iba a durar mucho, pero esto era el acabóse. Mínimo de respeto por su ánimo. No, la vida como siempre haciendo de las suyas y ya la dejaba desvalida. Ni un día… se dijo desilusionada. Movió la cabeza para despejar sus ideas, pensó en irse, pero algo le decía que debía esperar a Eduardo, suponía que esa era su parte masoquista, y otra muy diferente le decía que se largara de una vez por todas de ahí. Con resignación caminó hacia la pared que quedaba frente al lugar donde segundos antes había estado estacionado el auto de Eduardo.
Lo esperaría, sólo para hacerle saber que lo de ellos ya era cosa del pasado. Para que por lo menos ella quedara digna delante de él y luego Eduardo no la viera con pena. Respiró con mucho ruido.
Muy cerca de ella, dos pares de ojos estaban pendientes de sus movimientos.
El Otro Lado. Parte 2.
Hace 16 años
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