jueves, abril 09, 2009

Capítulo VI. Parte 2

-Ya pues Daniel ¿qué onda? –quiso saber Laura luego de estar parada más de quince minutos viendo cómo Daniel contenía la rabia –que ella conocía muy bien- esperando que Eduardo y Ale se fueran.
-¿De donde conoces a ese Eduardo? –inquirió él casi al segundo de ver desaparecer la moto con Ale en ella. Laura levantó los hombros.
-De la universidad. Pero ¿Cómo sabes que se llama Eduardo?
-Se lo escuché a tu amiga –contestó Daniel sin mirarla.
-Ah…. –dijo Laura, aunque no muy convencida, no recordaba que Ale nombrara a Eduardo. -¿Bueno cuál es el punto? –comenzó a preguntar, pero el celular de Daniel comenzó a sonar.
-¿Qué? –contestó Daniel a la persona con quien hablaba.
-Ya pues Daniel, ¿no ves que tengo frío? –Laura se masajeaba los brazos con ambas manos.
Daniel le señaló que se subiera al auto y se abrigara, mientras él continuaba hablando. Laura se subió rápidamente, prendió la radio y comenzó a inspeccionar el nuevo modelito. Pero antes de si quiera ver si eran de cuero p no los forros de los asientos, se encontró con una tarjeta botada en el suelo que decía:
Noroeste, calle Balmaceda. Código azul: 0002478 Nº 14 Folio: 2-45.
-¿Qué-es-esto? – Laura tuvo que hablar como robot pues no entendía para qué Daniel quería algo así. Al parecer había hablado demasiado fuerte…
-¿Qué pasa? –quiso saber Daniel entrando en el auto.
-¿De cuando visitas a gente con direcciones tan raras? –Laura se rió. Daniel entonces se fijó en lo que ella tenía en la mano.
-Pásamela –le ordenó enojado –esas cosas son privadas.
-¡¡Ja!! ¿Ahora me vas a salir con eso? –se burló Laura apretando el papel con su puño.
-Laura, hablo en serio, a ti no te gustaría saberlo.
-¿Saber qué?
Daniel tomó una postura seria, se notaba algo incómodo.
-No todo es como parece –dijo, mientras arrancaba el motor del auto.
Laura guardó silencio y se concentró en el papel que Daniel aún no le quitaba. ¿Qué onda? Acá pasaba algo raro, y no se iba a quedar así. De pronto le asaltó una duda que la desviaba totalmente del tema.
-Oye, ¿Y para qué mugre vinimos tan lejos si te pegaste el pollo apenas vimos al Edu? ¿Ya no vas a decirme qué era lo que querías? –Daniel apretó las manos alrededor del volante.
-En primer lugar no nos “pegamos el pollo”, -(frase que quiere decir “irse”)-, y en segundo lugar, lo que te tengo que decir no tiene que ser exactamente en la playa con este asqueroso frío.
-Uy andamos sensibles hoy ¿no? –Daniel bufó. Laura n lo miró enarcando una ceja-. ¿Me vas a decir lo que quieres que sepa?
-Sí, pero no aquí.
-Puta la cuestión, o esa no es en la playa, tampoco en el auto. ¿Dónde carajo es entonces?
-Laura, ¿podrías ser paciente?
-Le dijiste a mi mamá que volvería en una hora.
-Pero eso es subjetivo. No tiene que ser así.
-Pues en mi casa sí, señor.
Daniel frenó frente a un semáforo. Se volvió a mirarla.
-¿Podrías dejar de ponerte tan difícil? –Laura como niña enfurruñada cruzó los brazos, el papel quedó a la vista-. Y me devuelves esto.
Daniel le quitó el papel de la mano y lo guardó en la guantera del auto. Laura no dijo nada, pero su expresión era desafiante.
-Quiero volver. Ahora.
-Córtala ¿quieres?
-No –dijo poniendo la mandíbula más adelante y encorvándose en el asiento.
-No seas una bebé.
-Pero a ti te gustaba que fuera así, ¿recuerdas? Me dijiste que eso era lo que me diferenciaba de mi hermana, conmigo podías ser libre. Pero veo que no…
-No es eso, es sólo que… -Daniel volvió a apretar el volante. Laura esperó.- Es sólo que en ese entonces no era el mismo.
Su voz se fue apagando a medida que hablaba. Laura entonces notó la luz verde y con un suave impulso el auto la empujó en contra del asiento.
-¿Me vas a decir qué es lo que te pasa?
-Eso pretendo –Daniel le dirigió una sonrisa.- Pero tienes que ser paciente.
Laura había abierto la boca ya que se encontraba ante el mayor suceso de la historia. Daniel le iba a contar algo… a ella. Eso era algo jamás visto en la faz de la tierra.
-¿Me… me vas a contar algo… a… a mí? –Daniel bufó divertido.
-Claro, a menos que no quieras.
-Oh no, claro que quiero. –Laura no pudo ocultar la ansiedad en su voz.
-Pues entonces toma –Daniel sacó su celular del bolsillo de su pantalón.- Llama a tu mamá, dile que estás divirtiéndote de lo más bien y que si te da más permiso.
-¿Hasta qué hora? –Preguntó ella dudosa sin tomar el celular que él le ofrecía.
-Media noche –le respondió Daniel sin vacilar. Laura se quedó quieta incapaz de moverse. Daniel la miró de reojo.- ¿Qué, te da miedo?
Laura entonces entrecerró los ojos y le quitó el celular de las manos.
-Así me gusta.
Laura marcó el número de su casa y esperó a que le atendieran.

Mapa.
No sé como decirte esto. La verdad es que soy una cobarde, OK, lo admito, pero es que me da mucha cosa decirte esto en persona. Y tenía que decírtelo después de verte anoche como estabas con Eduardo. Eres mi amiga, ¿cierto?, y las amigas se cuidan. Y eso es lo que pretendo hacer. Nunca dudes de mis intenciones. La cosa es bien simple.
Aléjate de Eduardo.
Por favor no me preguntes por qué, sólo hazlo. Prometí advertirte, y así lo estoy haciendo, yo sé que a lo mejor debería explicarte mejor esto, pero te lo juro que si pudiera lo haría. No quiero que te enfades ni me pidas explicaciones, limítate a obedecerlas. Mapa, te lo pido. Si después de esto te da lo mismo lo que te estoy diciendo, no digas después que no te lo advertí.
Te quiero amiga.
Laura.


El mail no contenía nada más, Ale trató de buscar un segundo mail en su bandeja, pero era el único. ¿Qué bicho te picó Laura? No entendía nada. No podía comprender ni la mitad de lo que estaba escrito allí. Más encima tenía que esperar hasta el lunes para verla, si es que la veía.
Se agarró la cabeza tratando de encontrarle algo de sentido al mail de su amiga, pero no encontró nada. No está jugando, eso es obvio.
¿Pero entonces qué es lo que hacía?
En ese momento en la parte inferior derecha de la pantalla del computador apareció: Laura, acaba de iniciar sesión. Rápidamente se apresuró a abrir una ventana de conversación segura de que podría encontrar las explicaciones, pero casi al segundo apareció otra ventanita en la parte inferior de la pantalla: Laura cerró sesión. Se rascó la cabeza. Por muy ocupada que estuviera –lo que nunca pasaba porque no tenía casi nada que hacer- Laura nunca cerraba sesión al tiro. Mínimo se dejaba NO DISPONIBLE en el msn. Arrugó la nariz, esto me huele raro. Aún así, sabiendo que ella estaba desconectada le escribió. De seguro que se puso no conectada para que no le hable, pero yo no soy tonta.
-A ver qué me respondes –dijo Ale en voz alta tecleando rápidamente.

Laura, no sé para qué me evitas, o para qué te pones no conectada si sabes muy bien que no soy tonta. Creo.
La cosa es que me cargó tu broma por el mail, porque era broma ¿cierto? Laura porfa responde, no es chiste. A demás Eduardo se ha ganado mi confianza. No tengo por qué alejarme de él. Bueno, de que es medio raro lo es, pero creo que por eso es por lo que me atrae tanto. No, no, no estoy hablando de amor ni nada, si no de simple atracción. Nada más. No te pases rollos. Bueno eso, si quieres contestarme, estaré aquí todo el día, tengo que estudiar. Como siempre, dirías tú. Jajkaj, eso. Ya Laura.


Con eso bastaría, sí, ella lo leería.
-¡Ag.! –se quejó Ale mirando de pronto el montón de guías puestas en el escritorio. -¿Por qué tanto?
Bufando y de forma floja, se dispuso a leer la primera guía del montón. El teléfono sonó una vez. Su madre o su hermano ya deberían haberlo contestado.
Su puerta sonó.
-¿Sí? –preguntó desviando la vista del texto.
-Te buscan –le dijo su hermano.
-¿Quién? –preguntó. Podría ser Laura que se había resignado a contarle lo del mail, o sus compañeras, pero la respuesta la dejó sin un suspiro.
-Un tal Eduardo.
Rápidamente salió como rayo por la puerta y fue a contestar el teléfono.
-¿Aló? –Ale esperó con paciencia a que él respondiera. Se oyó un suspiro-. ¿Quién es?

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